Bernardo Vergara, la (ir)responsabilidad de una viñeta

“Rajoy tiene una boca hipnótica. Y esa quijada gigante ha ido creciendo y creciendo”, afirma Bernardo Vergara (Pamplona, 1966). El dibujante de eldiario.esOrgullo y satisfacción explica de esta forma cómo la caricatura puede acabar sustituyendo al personaje público hasta identificarlo de forma directa. Por un gesto, un rasgo, algo que lo haga diferente. Y, en este caso, fue una barbilla creciente. Eso, y un punto de mala leche del dibujante, claro.

Vergara será uno de los participantes de la sexta edición del Salón del Cómic de Navarra, que arranca el 29 de agosto y contará también con artistas como Gallego y Rey, Paula Bonet, Aitor Saraiba, Mikel Urmeneta, Raúl Cimas y Ricardo Cavolo, entre otros. En el caso de Vergara, este tendrá una charla con el público y, además, estrenará en la Ciudadela de la capital navarra la exposición Ficciones reales 2000, en la que se recoge el paso a paso de su trabajo, desde la idea inicial hasta los diferentes bocetos, el original (el dibujo en papel, en este caso a menudo plagado de apuntes y de incorrecciones, detalla) y la impresión definitiva, el trabajo que pueden ver los lectores y lectoras tras los ajustes en el ordenador.

¿Hay un método para lograr la chispa en ese chiste final? “El consejo más básico sería que hay que dibujar todo lo que puedas. Siempre que se te ocurre un chiste, hay 20.000 mejores y, obviamente, todos los días no andas igual de fino. En algunos, el cierre es a las 20:30 y hay que esperar hasta las 22:30 y en otros, la primera idea que tuviste al levantarte era la mejor”, relata.

El proceso hasta la viñeta final

Las vitrinas de la exposición, así, recogerán rarezas que Vergara ha mostrado en ocasiones a través de sus blog, bernardovergara.comterritoriovergara.es que, por cierto, reconoce que tiene que actualizar. Podrán verse diseños iniciales hechos sobre hojas de agenda, ideas descartadas y viñetas finalmente escogidas. Un proceso, en definitiva, que parece reivindicar el trabajo detrás de cada historieta, ese esfuerzo para intentar lograr “un artículo de opinión que haga reír” y resumir el tema del día en un vistazo.

A Vergara, pamplonés afincado en Huesca, esta muestra le permite volver a exhibir su trabajo en Pamplona, algo que no hacía desde que, en los años 80, se embarcó en el fanzine Hamelín. Allí, recuerda, aprendió el oficio de dibujantes como Joaquín Resano, un maestro que “me contó los secretos” del dibujo. Con todo, Vergara es autocrítico y reconoce, por ejemplo, su propia tendencia a ser “rollero” y contar demasiado, y su incapacidad para utilizar unas letras escritas legibles. “Yo solo escribo mis letras en la firma”, admite.

Asegura que su intención de cada jornada, tras estar al día de las noticias con los periódicos y las radios, es siempre dibujar la noticia “que más rabia me da”. De ahí que el ministro de Interior, Jorge Fernández Díaz, vaya camino de convertirse en un personaje fijo en sus viñeta. Eso sí, a otros no los dibuja porque o no les encuentra el rasgo o le parecen anodinos; y, en ese sentido, “espero que el PSOE ponga pronto a alguien más feo”, bromea, porque por ejemplo a Alfredo Pérez Rubalcaba sí lo retrataba y a Pedro Sánchez no acaba de pillarle el punto.

Ese estilo comprometido se ha podido ver antes en medios, entre otros, como TMEO, Diario del AltoAragón, Heraldo de Aragón o Público. Y también, por supuesto en El Jueves. Vergara fue uno de los dibujantes que abandonó la publicación en junio de 2014 tras el secuestro de una portada sobre la abdicación del rey de España, porque, según ha contado a menudo, en ese momento preparaba un trabajo sobre cómo los medios de comunicación protegían la figura de Juan Carlos I y sintió que esa decisión de cambiar la primera página fue “un torpedo” a la credibilidad de la revista.

Hacia la “catarsis”

De aquel periodo difícil surgió, junto a referentes como Manel Fontdevila (ambos dibujan ahora en eldiario.es), la revista digital mensual Orgullo y satisfacción, una realidad que le permite echar la vista atrás y ver que lo recorrido ha merecido la pena, “sin duda”. Reconoce, no obstante, que le gustaría que quienes se descargan ilegalmente la revista, que ahora ronda los 6.000 o 7.000 ejemplares, no lo hicieran, pero recalca que en Internet está el futuro del humor gráfico.

Ahora está enfrascado en el cierre del próximo número de la revista, un proyecto que, en cada número, supone para él una vuelta a los orígenes, a aquellos fanzines en los que “nadie te manda” y en los que, como siempre, busca en cada dibujo poder desahogarse. A menudo, contra quien ostenta el poder y quien “tiene la sartén por el mango”. A ellos y ellas les dedica en su dibujo una “bofetada metafórica”. Vergara defiende que el humor gráfico “tiene que ofender” sin llegar a la injuria ni traspasar la ley, pero insiste en que es así, sin respetar simplemente la corrección, cuando la viñeta logra un punto de “catarsis”. “Si el retratado se ofende, es un punto más”, dice entre risas, mientras reivindica que los y las humoristas jueguen “a ser irresponsables”.