“Las lecturas ventajistas no quitan un hecho palpable: la unidad cultural por ejemplo con el euskera”

Un documental, el País Vasco francés como fondo y el festival Punto de Vista como excusa. Así arranca esta conversación con Joseba Irazu Garmendia (Asteasu, 1951), más conocido por su pseudónimo Bernardo Atxaga, aunque él responde por los dos nombres. También ha atendido la llamada del Festival Punto de Vista, centrado en el cine documental y que se desarrolla entre el 10 y el 15 de febrero en Pamplona, y será el encargado este lunes de dar una conferencia en torno a los documentales que Orson Welles preparó para la BBC en 1955. Y Atxaga, que conoce bien estas obras, advierte: esconden mucho más de lo que parece. De ahí que esta entrevista se preste a hablar de Welles y el cine, pero también de la memoria histórica y de la cultura vasca.

¿Qué le ha animado a dar esa conferencia (titulada Ziburu)?Ziburu

Hace mucho tiempo que conozco y pienso en ese documental de Orson Welles. Lo que pretendo es acompañar al señor Wertenbacker [Chris Wertenbaker fue, con 11 años, el guía de esos documentales de Welles, y ahora visitará el festival] y haré algún apunte sobre ese documental, en el que hay más de lo que parece.

¿Cuál es la impresión que cree que tuvo Orson Welles del País Vasco francés?

Para mí es clave que Welles fue a Ziburu y, en principio, a Etxalar porque Charles Wertenbaker [quien había sido editor internacional de la revista Time], el padre del Wertenbaker que nos acompañará, había publicado cinco años atrás un artículo en el New Yorker sobre las palomeras de Etxalar. También un año antes, en 1949, el National Geographic había publicado un artículo sobre ello. Ese fue el hilo. A Welles le encargaron que hiciera un capítulo de la serie Around the World en el que se trataba de mostrar diferentes lugares de mundo, tenía una conexión con Wertenbaker que vivía en esa zona, le habló de lo especiales que eran esas palomeras, donde no se cazan palomas sino que más bien se pescan, y vino por ello.

¿Y, cuando dice que hay más de lo que parece, a qué se refiere?

Se trataba de buscar la otredad, una arcadia, y eso se refleja en el documental. Pero también habla de Ziburu, que es un lugar muy especial, y eso se comenta de refilón en la obra. En un momento, se menciona a los nazis y a la resistencia. Ziburu se convirtió en un lugar donde están los activistas de la red Comète, que es una historia fascinante sobre cómo los pilotos británicos abatidos durante la Segunda Guerra Mundial eran atendidos por esta red, creada entre Bélgica y Francia. Así, en lugares como Ziburu se escondían los pilotos que, después, vía Bilbao y Gibraltar, podían regresar a Londres y de vuelta a sus aviones. Valían su peso en oro.

Se le nota fascinado por esa parte de la historia.

Es que la hipótesis, que no es impertinente sino lógica, tiene en cuenta que los Wertenbacker habían estado en Berlín, donde la madre fue corresponsal y tuvo que escapar de los nazis. Así que hablamos de una familia que era antifascista, y no creo que fuera casualidad que llegaran en ese momento a ese lugar.

Usted ha escrito sobre Gernika y sobre la Guerra Civil, dos puntos en los que parece que han que rascar para poder investigar.

Es que la historia es un relato y, como todos, es parcial. Siempre hay aspectos de lo real que se pierden y otros que se subrayan. Nunca imaginé que iba a conocer al protagonista de un documental que, en mi caso, he solido llevar por ahí. Es algo que tengo que agradecer a este festival [menciona, expresamente, a su director artístico, Oskar Alegria].

Este festival precisamente acoge un ciclo dedicado al País Vasco, Chez les Basques, que muestra cómo hubo clásicos (como los Lumiére o Iosseliani) que dedicaron una atención especial a esta zona.Chez les Basques

El País Vasco, o mejor dicho los vascos, siempre han tenido una leyenda y una literatura a su alrededor. Sobre todo para los viajeros románticos. Es una gente sobre la que escribe Humboldt y muchos otros, sobre todo por la lengua. Siempre ha sido un foco de atracción tremendo, aunque eso haya quedado algo oscurecido durante la dictadura, que hizo una labor de borragoma y eso se olvidó un poco.

Usted, por ejemplo, se ha mostrado crítico con que se hable de literatura vasca y no de literatura en general. ¿Cree que eso es reduccionista?

Eso ocurre en general. La literatura es una y no está circunscrita a un país concreto ni a una zona. Todo el mundo, los lectores, no miramos nacionalidades. Gracias a los traductores, uno puede leer tranquilamente un libro japonés, boliviano, norteamericano o italiano.

¿No teme las traducciones y la pérdida de matices?

Eso son leyendas. Se pierde y se gana. Los libros se escriben, se leen, se traducen, siguen un camino y este no está exento de problemas, pero es un buen camino. Pero permíteme una lección de la que ahora me acuerdo de este documental y de otros como este…

¿Cuál?

Tanto Orson Welles como Pío Baroja o muchos otros reflejan en sus escritos una unidad cultural, en la que está Pamplona, Aramaiona o Etxalar. Y, hasta ahora mismo, ha sido así y era legítimo que fuera así. Pero ahora, con los nuevos tiempos, resulta que hay una camisa de fuerza política que hace que uno lea, por ejemplo, un folleto turístico del Gobierno vasco y en él solo se hable de tres provincias. Es delirante, porque no me imagino a ningún paseante que llegue a Salvatierra y descarte ir hasta Alsasua porque eso ya es otra zona.

Pero sabe que hablar de una cultura compartida entre Euskadi, Navarra e Iparralde también tiene una lectura política.

Lo que es inapelable es la unidad cultural, que es histórica. Se ha hablado euskera en Lekunberri, Etxalar y Aramaiona, y eso es un hecho. Aunque lo interpretes como quieras. Pero que haya lecturas ventajistas no quita ese hecho palpable y tradicional. Orson Welles no se niega a hablar de Ziburu porque sea Francia o de Etxalar porque sea España.

¿No cree que Navarra es especialmente sensible con este tema de la unidad cultural?

Bueno, habría que verlo. Sí que es verdad que los políticos utilizan esta cuestión como metralla, pero para mí es algo secundario. Hablamos de la gresca política, y ¿vamos a dejar que influya en cuestiones como la lengua, de la que estas presiones deberían estar alejadas?

Intuyo que habla con cierta pena de cómo afecta esto al euskera.

¿Pena? No, no lo digas así. Yo soy crítico, no una persona depresiva. Lo que creo es que es algo ilógico, sacado de quicio, una desmesura.