Niños y mayores, extranjeros y locales. Durante estos sanfermines, ha sido habitual verles a todos subidos al monumento al encierro, obra de Rafael Huerta y situado en su tamaño actual desde 2008 en la avenida de Roncesvalles de Pamplona, junto a la céntrica avenida Carlos III. A pesar de las placas que, en el pedestal de la obra, advierten de que está prohibido: porque no es que durante estas fiestas se hayan saltado la norma, es que prácticamente se han subido a ella. Esta impunidad ha causado indignación entre algunos ciudadanos, que a través de redes sociales como Twitter han exigido al Ayuntamiento de Pamplona que aumente la vigilancia en esta zona.
Durante el año, ya resulta habitual que se produzca esta estampa, con visitantes sentados sobre el pedestal para quedarse con ese recuerdo de la capital navarra. Sin embargo, durante estas fiestas ha sido habitual ver en este punto de Carlos III a niños entre las figuras, jugando, y a turistas tomando fotografías haciendo la broma de correr frente a los toros de bronce.
El monumento, uno de los puntos más fotografiados de la ciudad, siempre había logrado esta repercusión, aupando a quienes querían simular que corrían la carrera. Al principio, incluso se valoró colocarlo a ras de suelo, pero finalmente se situó sobre una peana para evitar daños y que dificultara los actos incívicos. Esta situación vivió un antes y un después desde agosto de 2011, cuando un joven peregrino que visitaba la ciudad con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud resultó corneado por la estatua. Tal cual. El chico se subió al monumento, se emocionó, resbaló y cayó sobre una de las astas. Por ello, tuvo que ser trasladado al Complejo Hospitalario de Navarra.
Este accidente, así como otros daños sufridos por la obra (se agrietaron partes de las figuras, especialmente las patas de las reses), generaron un debate sobre la seguridad en torno a la obra, primero con el vallado de este entorno (durante prácticamente cinco meses, desde octubre de ese año) y, después, una vez reparados los desperfectos, prohibiendo el acceso al pedestal. Se habló incluso de que esa protección del monumento se mantuviera y que se instalara un pequeño jardín de hierba, y el alcalde insistió, en noviembre de 2011, en la necesidad de subrayar que se trataba de una escultura y no de un lugar en el que subirse para posar.
Finalmente, en febrero de 2012, se colocaron tres placas (de 40 por 30 centímetros) en su base en las que se advierte de la prohibición de escalar la peana. La idea, según explicó entonces el Ayuntamiento a través de un comunicado, era que las señales sirvieran de medida disuasoria para evitar accidentes y daños a las figuras.
Una infracción constante
Sin embargo, eso no ha impedido que quienes admiran la obra sigan subiéndose a ella. Y eso a pesar de que se llegó a hablar en los medios de comunicación de que, con la Ordenanza Cívica en la mano, encaramarse a la escultura podría sancionarse con 60 euros, al considerarse una infracción leve por acceder, pese a la prohibición, a un espacio público. ¿Cuánto podría haberse recaudado, entonces, durante estos pasados sanfermines?
Porque la escena de gente infiltrada entre las figuras del monumento se ha vuelto habitual en fiestas: la imagen de esta noticia, por ejemplo, se tomó este lunes a las 09.30 horas, pero a las 14.30 el panorama era similar. A través de Twitter, ha habido ciudadanos que han criticado que esta situación “no tiene nombre” y han clamado contra la escasa vigilancia de la zona. Esta polémica pone en duda si, al final, colocar solo las placas advirtiendo de la prohibición tiene su efecto. Especialmente porque lo sucedido fomenta esa imagen de que, en San Fermín, en Pamplona las reglas no siempre se cumplen.