María Llopis (Valencia, 1975) es escritora, artista y activista sobre sexualidad y feminismo. Tras escribir en 2010 El postporno era eso y Maternidades subversivas en 2015, ahora llega La revolución de los cuidados (Txalaparta, 2021). La obra reúne una serie de entrevistas en profundidad con activistas gitanas, familias racializadas y poliamorosas, trabajadoras sexuales, y expertas en maternidad y crianza desde diferentes ámbitos. Las conversaciones pisan todos los charcos, no dejan nada sin abordar. Silvia Agüero, Marta Busquets, Desirée Bela-Lobedde, Gabriela Wiener o Erika Lust son algunas de las mujeres que componen este relato polifónico y que rompen con los esquemas establecidos en todo lo relacionado con la crianza.
¿Cómo, cuándo y por qué decidió escribir La revolución de los cuidados?
Este libro es la segunda parte de Maternidades subversivas, que escribí cuando mi hijo Roc tenía seis meses. Con un bebé escribes desde otro lugar, no sabes todavía casi nada de crianza. La revolución de los cuidados recorre todo el camino por el que a mí me ha llevado la crianza de mi hijo, que ahora tiene siete años. Empecé a escribirlo antes de la pandemia pero llevaba años dándole vueltas, recopilando información y hablando con las mujeres que aparecen en él.
Empecemos por el principio, el título del libro: ¿por qué cuidar es revolucionario hoy en día?
En un principio mi editor y yo le llamábamos Maternidades subversivas 2, pero cuando hicimos la lectura final nos dimos cuenta de que el tema que se repite y une el libro son los cuidados. Aunque no estén tratados per se, es el tema profundo que hay por debajo de todo lo demás. Y hablo de la revolución de los cuidados porque yo siento que todos estos años de cuidar a mi hijo han sido un grandísimo aprendizaje a nivel vital y personal para mí. Ha sido como una pequeña revolución. Si pudiéramos sumergirnos todos en la esencia de cuidar, que es el amor, si pudiéramos poner nuestra energía ahí, el mundo sería un lugar mejor. Esta es la verdadera revolución que yo siento que necesitamos.
En la tapa aparece una definición de usted misma que es casi una declaración de intenciones: escritora, artista, bruja, puta, loca, feminancy, pija, hetera, paya y bastarda. ¿Cómo han atravesado todos esos elementos su experiencia maternal?
Lo que hago ahí es una reapropiación de insultos. Yo tengo mucha conciencia del lugar desde el que escribo y pienso: soy blanca, hetera, cis, tengo estudios universitarios… Pero también he sufrido abusos en la infancia, así que no tengo el privilegio de haber sido criada sin abuso. Pero lo que no me gusta es entrar en una competición de privilegios, ver quién tiene más o quién tiene menos. Todas tenemos nuestras heridas, y es importante cuidarnos entre todas pero sin victimizarnos. Todas las mujeres con las que hablo para el libro hablan desde su realidad única y diferente.
Ya desde la introducción habla de la importancia de cuidar de una misma para poder cuidar a otros. ¿Por qué debemos ponernos las mujeres en el centro?
Esto para mí ha sido un aprendizaje muy profundo: mientras cuido me doy cuenta de que quiero a mi hijo y quiero que esté bien, pero para eso lo primerísimo que tengo que hacer es cuidar de mí misma y estar bien yo. Tengo 46 años y soy responsable de mi propio cuidado, más allá de que alguien más me cuide. Un ejemplo muy bueno para entender esto es el de los aviones, cuando en las advertencias de seguridad te explican que, si pasa algo, los adultos tienen que ponerse la máscara de oxígeno y después ponérsela a los niños. Antes de ser madre llevaba muchos años volando y no entendía por qué se hacía así. Y luego me di cuenta de que es porque si no te la pones tú primero, es difícil que se la puedas poner al niño. El paralelismo está claro: si te pierdes en el cuidado de tu niño, estáis perdidos los dos.
El libro es una recopilación de entrevistas con mujeres de todo tipo que abordan la maternidad desde diferentes ópticas. ¿Era importante para usted recoger diferentes voces, en lugar de solo la suya?
Lo hice porque quería continuar con el mismo esquema que en Maternidades subversivas. Y es porque hay temas que me parece que son claves en la crianza, y qué mejor que las personas expertas para hablar de ellos. La mayoría de las mujeres son mis amigas, conocidas o personas a las que conozco a nivel profesional. Por ejemplo, ¿cómo voy a hablar de partos orgásmicos si yo no he tenido uno? Pues mejor que lo cuente quien sí lo ha vivido.
En la entrevista con la abogada Marta Busquets hablan de los derechos de la mujer embarazada. Uno de los temas más candentes ahora mismo es el de la violencia obstétrica. ¿Qué opinión le merece?
Yo no entiendo por qué a las mujeres se nos trata siempre tan mal. Y entiendo la violencia obstétrica como un tema más amplio que todo lo que rodea al embarazo y el parto. Tiene que ver con los problemas a los que nos enfrentamos las personas con útero: menopausia, sangrados, dolores menstruales, endometriosis, partos... Por ejemplo, yo últimamente he sufrido unas hemorragias muy fuertes que forman parte de la perimenopausia, he acudido a ginecólogas y he recibido condescendencia y cuestionamiento continuo. Y esto no es una excepción, es una norma. Además va más allá del trato físico, tiene también un componente psicológico. Lo cuenta Silvia Agüero en su entrevista: cuando ella fue a parir le comentaban de forma sarcástica que cómo les gusta a las gitanas parir jóvenes. Y luego si una mujer con más edad se queda preñada, también se la cuestiona. Parece que por tener útero se nos cuestiona todo.
Con Silvia Agüero habla de maternidades gitanas, y con Desirée Bela-Lobedde de maternidades racializadas. ¿Debemos escuchar relatos como los suyos para poder entender hasta dónde llega el racismo en nuestra sociedad?
Claro, es fundamental. No solo escuchar sino integrar e incorporar, estar abierta a otras ideas. Me pasó con Silvia Agüero: al hablarle sobre crianza en tribu ella me explicó que eso era racista. Y yo me había cansado de hablar de eso sin pararme a pensar en esas connotaciones. Ella me explicó que las gitanas crían en tribu desde siempre, y que ahora las payas hablamos continuamente del tema refiriéndonos a África o a civilizaciones antiguas, cuando lo hemos tenido al lado desde siempre. “A lo mejor lo que tendríais que hacer es gitanizar un poco vuestro mundo”, me dijo. Y a mí eso me pegó una bofetada de realidad. O cuando Desirée me dice en su entrevista: “Las mujeres feministas sois nuestros machistas”. Ahí dije: “Touché”; Yo puedo tener muchas fracturas de racismos, de machismos…. y tengo que estar continuamente revisándome y chequeándolos para ser mejor persona. Como todes. Los referentes los tenemos muy cerca, solamente tenemos que escucharlas para cuestionar nuestro propio machismo y racismo.
En su libro no hay temas tabú: la performer Sadie Lune habla de su experiencia compaginando maternidad y trabajo sexual, Erika Lust habla de porno y adolescentes mientras que Gabriela Wiener cuenta su vida como familia poliamorosa. ¿Cree que cada vez estamos más abiertos a las nuevas realidades?
Yo soy optimista y creo que sí, que las cosas van cambiando rápidamente. Hay ciertos temas tabú que solo por el hecho de que se pongan sobre la mesa una y otra vez, eso ya supone un cambio. Por ejemplo, Sadie Lune es una trabajadora sexual que hace cocrianza entre tres personas, dos padres y una madre. También habla de trabajo sexual Paula Ezkerra, que defiende que la sexualidad es un tipo de trabajo de cuidados más. Ella cuenta que la mayor parte de sus clientes buscan cariño, aunque se tienda a pensar que el trabajo sexual es solo sexo. En el caso de Erika Lust, me gusta mucho nuestra conversación sobre porno y adolescentes porque hace 20 años éramos “enemigas”, yo trabajaba desde el postporno y ella desde el porno feminista, pero ahora hemos confluído. Y eso me encanta, porque no me gustan nada las peleas dentro del feminismo. Me parece un absurdo.
Ha incluido un epílogo sobre la pandemia. ¿Cómo cree que ha afectado la crisis de la COVID-19 a los cuidados?
Lo incluí porque no podía dejar fuera algo tan fuerte como lo que había sucedido. No deja de ser un pequeño apunte, una pequeña reflexión final, pero para mí era importante meterla. Lo que hice fue hablar con las entrevistadas para ver cómo había cambiado su relación con los cuidados, y me lo pregunté yo misma también. Para mí supuso un cambio muy fuerte, ya que los primeros meses de confinamiento me fui a vivir con el padre de mi hijo. Me aterraba la idea de estar lejos de mi criatura o de que su padre no pudiera verlo. Hace muchos años que estamos separados, él vive con más personas y en aquel momento había más criaturas en la casa, así que en aquel momento mi forma de cuidarme y de cuidarnos fue esa.