Míriam Tirado (Manresa, 1976), periodista especializada en maternidad y paternidad, consultora de crianza consciente y madre, publica Los mil colores del hilo invisible (B de Blok, 2024), ilustrado por Núria Aparicio. Se trata de la segunda parte de su exitoso cuento El hilo invisible (B de Blok, 2020), que cuenta con más de 150.000 ejemplares vendidos y cuyo musical se estrenará en noviembre en el Teatro Goya de Barcelona y que posteriormente irá a Madrid.
El cuento para leer en familia habla de los vínculos que unen a unas personas con otras y de los diversos tipos de formas, tamaños y colores que toma ese amor. Para la autora de cuentos como El círculo (Carambuco Ediciones, 2021) o Sensibles (B de Blok, 2022) y libros como Sentir (Grijalbo, 2023) o Maternidad a flor de piel (Grijalbo, 2022), es importante dar a conocer que cada relación es diferente para poder valorarla, cuidarla y no dar nada por sentado. “Además, resulta esencial descubrir cómo queremos que sean nuestras relaciones para empoderarnos y para averiguar que podemos hacer cosas para mejorarlas”, destaca Tirado.
¿Cuál es la clave para conectar con nuestros hijos?
Estar muy presentes, en cuerpo y alma, y no es fácil porque solemos estar a mil cosas a la vez. Si actuamos de ese modo podemos detectar cómo está nuestro hijo, en qué punto se encuentra, cómo se siente, y nos será más fácil conectar.
En la crianza consciente, el adulto se responsabiliza de cosas suyas que debe trabajarse y que se manifiestan en la crianza y la educación de sus hijos, como heridas que no están sanadas, dificultades, expectativas, miedos...
Como experta en crianza consciente, ¿cómo explicaría a las familias su objetivo?
Supone ayudarnos a padres y adultos a conectar desde otro lugar y ser conscientes de lo que hacemos, de por qué y desde dónde lo hacemos. En la crianza tradicional se educaba y criaba desde un lugar de poder: esto es, “yo mando, tú obedeces, y yo no me trabajo nada mío”. Esto permitía ser arbitrario, autoritario y carente de coherencia.
En la crianza consciente, el adulto se responsabiliza de cosas suyas que debe trabajarse y que se manifiestan en la crianza y la educación de sus hijos, como heridas que no están sanadas, dificultades, expectativas, miedos...
¿Seguimos muy absortos en el adultocentrismo? ¿Cómo podemos cambiarlo?
Todavía sí y para cambiar deberán pasar muchas generaciones. El paradigma de crianza, al igual que otros paradigmas que están cayendo hoy en día en muchos campos, no se cambia de la noche a la mañana.
Hemos sido criados de un determinado modo en casa y en el colegio, y cuesta mucho dar lo que no has recibido. Precisa de un trabajo personal muy importante que no todo el mundo está dispuesto a hacer ni sabe cómo hacer.
Actualmente, es verdad que encontramos evidencia científica de lo que producen los castigos, por ejemplo. Con lo que ahora sabemos podemos evolucionar y quien lo haga tiene mérito. También hay que encontrar el término medio entre lo que era antes y lo de ahora. Alguien puede ser consciente de las necesidades de su hijo, pero si están en un lugar público como un restaurante, le pondrá límites porque vivimos en sociedad y hay que respetar a las otras personas.
Miedos y más miedos invaden a diario a los padres, ¿qué nos posibilitaría estar más seguros para transitar por la crianza?
Nos ayuda el trabajo personal, el revisarnos y, si nosotros solos no sabemos o nos cuesta, podemos buscar ayuda profesional para cuestionarnos y sanar nuestras propias heridas. También hemos de pararnos y ser conscientes de qué tipo de vida estamos llevando, si va acorde con la que queremos llevar, si nos posibilita tener tiempo con nuestros hijos, si estamos conectados, presentes...
También ayuda y da herramientas la información, todo lo que sepamos sobre la etapa en la que se encuentra nuestro hijo.
En Los mil colores del hilo invisible, se habla sobre echar de menos a amigos o familiares, personas importantes, por la distancia física... Gracias a la explicación del hilo invisible que los une se entiende perfectamente. ¿Puede el niño considerar también los hilos que le unen a un ser querido aunque haya fallecido?
Debemos quitar el tabú en temas donde hay dolor. Justamente cuando hay dolor es cuando hay que hablarlo y va a ayudar a los niños y a los adultos a encajar la pena y la añoranza a causa de la pérdida del ser querido. Estos dos cuentos pueden contribuir mucho a hacer el duelo de una forma muy bonita, conectando con quienes nos han dejado y teniéndolos con nosotros.
Es normal el dolor y sentir el vacío de la presencia física, pero hay que encontrar la presencia espiritual de esa alma en nosotros, hallar a la persona fallecida en uno mismo.
Un niño necesita sentirse acompañado y conectado emocionalmente a sus adultos de referencia. Esto le dará una sensación de ser amado, se sentirá seguro consigo mismo. Cuando has recibido todo ese apoyo y sostén, te sientes capaz de afrontar la vida
Los menores lo naturalizan más y lo hablan sin tapujos; es más, se comunican con personas que han muerto y les cuentan cosas, especialmente cuando nosotros también lo vivimos de una forma natural asumiendo que nada termina. Hay mucho en esta vida que no se ve y no se toca y no significa que no exista, como el amor.
Notar la presencia de un ser querido fallecido en uno da mucha paz, fuerza y aliento. Poder hablar de todo esto leyendo el cuento y permitiendo espacio a la conversación que pueda surgir es esencial.
El que los niños dibujen esos hilos, esas conexiones y hablen de ello, ¿cómo les puede hacer sentir?
Les da paz y los conecta con la creatividad, que es una forma preciosa de poder expresar el dolor o el amor. Cualquier cosa que sintamos dentro a través del arte ayuda mucho, es casi terapia.
¿Qué tan importante es para usted la educación emocional y el acompañamiento en la familia?
Muy importante. Un niño necesita sentirse acompañado y conectado emocionalmente a sus adultos de referencia. Esto le dará una sensación de pertenencia, de ser amado, se sentirá seguro consigo mismo y en relación a las demás personas que le cuidan. Cuando has recibido todo ese apoyo y sostén, te sientes capaz de afrontar la vida y merecedor de eso. Por consiguiente, es positivo para la autoestima y la relación con los demás.