En mi grupo de WhatsApp “Acción Mojitos” se me lanzó un guante a la cara: no has hablado del sexo en tiempos de confinamiento. Es probable que me lo dijeran de una manera más bruta, pero, aquí, seré elegante.
Como este es un diario personal con cierta vocación colectiva, o al menos de estar a la escucha, cuando no pongo la oreja, hago preguntas. Por expandir mis fuentes más allá de este estrujadísimo grupo, así como evitar poner en un aprieto a mis amigas, que en algunos casos han sido ya reconocidas por algunos lectores avispados, me he ido a recolectar a campo abierto, a lo salvaje, a amigos y desconocidos, a los que pasaban por mi Twitter y a los que miran mi estado del WhatsApp. Quiero creer que todos estos relatos son veraces pero no me extrañaría si se colara algo de ficción pues la exageración forma parte del sexo. La conclusión, me temo, es la misma a la que llegó Javier Gallego en su programa Carne Cruda sobre este mismo tema: no hay término medio. Los que viven estos días con lógica tristeza, impactados directamente, entregados al trabajo o, incluso, afectados psicológicamente, y también económicamente, por esta situación tan extrema, no quieren ni oír hablar del sexo. En estos días, murió la hermana de una persona que me ha escrito: “¿cómo me reencuentro con mi cuerpo si solo estoy triste? Es imposible pasar el duelo en esta situación tan atípica”. Había perdido el deseo.
En el extremo contrario, hay historias de amor furtivo, autoplacer salvaje, ligoteo desenfrenado y redescubrimientos inesperados. Me gustaría comenzar por la historia de los amantes del Mercadona. Él se enamoró de ella un par de meses antes de que se decretara el confinamiento. Sufrieron mucho pero tuvieron una idea: asombrosamente coincidirían en el Mercadona haciendo la compra el mismo día a la misma hora. No se acercaban mucho, pero se miraban. Y, algunas veces, no se iba cada uno a su casa.
Esta no es la única historia que me ha llegado del amor rompiendo reales decretos. Sé de alguien que de noche se escabullía a la casa de su amante recién cazado, apenas unos días antes del 14 de marzo. La desobediencia a este nivel entiendo que ha sido bastante impresionante, pero no tenemos datos que lo avalen, solo rumores. En este sentido, os hablaré de Missire quien, pese a saltarse el confinamiento, lo hizo con todas las medidas de higiene previas. Es decir, no todo tiene que ser sexo sucio, también lo hay higiénico. Missire se siente menos culpable porque su amante ya había pasado el coronavirus tiempo atrás y ella había sido “una estricta cuarentenista”. En sus cálculos, la posibilidad de contagio se había reducido al mínimo. Hay una parte de morbo de lo prohibido, esto es así, como hacerlo en la calle o lo que hacía Phoebe Waller Bridge en la segunda temporada de Fleabag (para quien no lo sepa, que lo busque). Más allá del calentón, a Missire se le ha hecho especial “la posibilidad del tacto, la cercanía, la excitación por compartir un espacio íntimo y privado antes de salir a la calle” y volver a quedar separados por dos metros y una mascarilla. Las mascarillas, como he sostenido aquí y ha sido refrendado ampliamente por los comentaristas, son sexys.
Hay a quien el real decreto del estado de alarma le dio unas ganas enormes de follar. Como si en el texto dijera una cosa pero en el subtexto, otra. Esta persona se acordó entonces de una charla sobre presas en la que había estado. Al parecer, la actividad sexual entre ellas crecía debido al encierro, más libidinosamente que si hubieran estado en libertad. Pero, con los días y en la práctica, no notó tanta diferencia, “ni a nivel cualitativo ni cuantitativo” porque quizá, opino yo, en realidad las rejas eran invisibles, y quizás un poco blandengues. “Me salté el estado de alarma —me confiesa anónimamente— para encontrar a mi amadx. No pude aceptar una limitación de mi esfera afectivo-sexual por parte del Estado”. Por otro lado, me gusta la energía de S. M. que, a la pregunta que encabeza este artículo, admite que “¡fenomenal”: “más tiempo para disfrutar que antes del confinamiento, y menos estrés de vida”. Además, añade, el sexo ayuda a llevarlo mejor. Bien por S. M. Y por Masus, que no perdona ni en mitad de una pandemia el sexo de todos los domingos a la hora del vermú. Igual de entusiasta se muestra una mujer que apreciar tener más tiempo para disfrutar y sentir a su pareja. Ella se siente “más liberada de las preocupaciones exteriores” y “bien mentalmente, lo que también favorece que la relación sea más plena”. “En definitiva: sexo en cuarentena, ¡sí! Más y mejor”, me cuenta.
Son divertidas todas las experiencias relativas a las relaciones sexoafectivas medidas por la tecnología. Desde la mecánica a la electrónica. Una persona “cuidadosa pero solo un poco” tenía miedo de dejarse el Zoom abierto y que le vieran su “culo pandémico en la call de la oficina”. Es decir, “lo que viene a ser marcarse un Merlo's”. En determinados círculos viciosos corren las invitaciones a orgías por Zoom: limpio, cómodo, sin riesgos, generoso, ¿qué más se puede pedir? Julián me contó que como este momento histórico le ha pillado sin pareja, le toca masturbación a saco“: ”ya no soy capaz de usar mi imaginación y recurro al porno en internet“. Ya lo anunciaron las principales webs de contenido para adultos del mundo, que aprovecharon para dar la noticia a bombo y platillo a finales de marzo: en España, el consumo de pornografía se había disparado hasta un 61% por encima de la media desde que se decretó el estado de alarma. De lo que no tengo datos es sobre la evolución diaria y esa es una curva que sí me gustaría ver. Julián lo piensa y me confiesa que, ahora mismo, le da pereza ponerse a practicar sexo con una persona nueva. ”Quiero volver a hacerlo, pero que sea con alguien conocido“, admite.
Sigamos hablando de masturbación, todo un trending topic del confinamiento. N. N. lo vive solo, así que ya sabe lo que hay. “Personalmente —me dice—, el estrés me sube la libido y lo alivio masturbándome”. Esto es buena noticia, porque de estrés hemos tenido y seguiremos teniendo, mucho en estos días. “El confinamiento y perder el trabajo produce bastante estrés”, dice. “Como en el sexo con otra persona, pienso que en la masturbación también hay buen y mal (o regular) sexo. Y depende de la motivación y el desempeño”. En esta técnica, N. ha tenido momentos de “salir del paso”: algo rápido para relajarse antes o después de acometer una tarea. Pero luego hay otras… “otras en que le he dedicado mimo, durante horas, junto a otro persona al otro lado de una pantalla”. N. me habla de amateur.tv, “una plataforma donde gente emite y otra observa, mayormente relaciones sexuales, pornografía. Hay dinero de por medio, y cosas turbias, pero también hay gente que se lo toma como puro entretenimiento, no paga por ver y no emite para cobrar”. Para él, esa web era un lugar en el que disfrutar de la pornografía, hasta que conoció más a fondo a una webcamer: “la relación traspasó esa frontera y ahora nos hacemos compañía diariamente en el confinamiento”. Hay sexo pero también hay chistes, confidencias y series. N. no sabe todavía dónde llegará su relación, pero tampoco hay que apresurarse, queda cuarentena para rato.
Es una época dorada para los masturbadores de todo tipo. Las jugueterías sexuales que han podido vender online han hecho buenos números. Aunque no todo son novedades, los viejos amigos, como Lucas, también se mantienen fieles. Lucas es el “aparatejo” de Cristina. “Me recuerda que mi cuerpo es capaz de regalarme grandes momentos”, recalca. Justo antes del confinamiento, Cristina tuvo un amante, “pero era del todo incompetente emocional”, por lo que la cuarentena le ha venido fenomenal para desengancharse de él. Antes de entregarse en cuerpo y alma a Lucas, Cristina intentó un “algo virtual” con uno de sus match de la vida anterior que de pronto reaparecen en esta tensión apocalíptica, dos veranos después. El tipo, de Boston, le dejó caer un “hope everything is going well out there” y lo que pasaba es que Cristina convive sola con un niño de 6 años y la diferencia horaria con Boston no hacía fácil el tipo de conversación que ella habría querido tener con el americano. Las apps están que echan fuego, me cuentan. “Sembrando”, como dicen. Toribio dice que está entregado al sexting “como un quinceañero” y añade “pero bien”.
Ahora vamos con situaciones menos desenfadadas. A un hombre, a quien mantendremos en un discreto anonimato, el confinamiento le ha mitigado casi totalmente las ganas de sexo. “Me masturbo más por aburrimiento que por ganas”, confiesa. Él convive con su esposa y sus tres hijos. “Le achaco las faltas de libido a la convivencia con el mundo infantil y el gran hermano al que nos vemos sometidos. ¿Puede haber algo menos sexy?”. Voy a hacer un poco de Elena Francis: amigo mío, cerrar la puerta para que no entren los niños y mandar al gran hermano a freír espárragos con algún pequeño e inofensivo acto de desobediencia civil, aunque sea meterse mano en el ascensor del Mercadona, sí puede ser muy sexy.
“¿Sexo? ¿Eso qué es?”, me pregunta una olvidadiza Alicia. “Lo recuerdo de una vida pasada”, añade. También están Raúl, Yolo y X. O. (no se conocen entre ellos, creo), que me cuentan que “fatal”; nada más que añadir. I. C. M. se ríe y me dice que también se le ha olvidado lo que era aquello. A estos cuatro estoy por mandarles a un cursillo de despertar sexual o bien mandarles a la web que le gusta a N.
Por último, hay historias de evolución. Como la de Jimena, que tuvo un arranque de confinamiento muy íntimo con su marido, de gran erotismo, tipo novios que acaban de irse a vivir juntos, en un momento en el que el mundo parecía que se había detenido. Pero los hijos estaban en la misma casa, robando intimidad, y la fantasía de los novios duró una o dos prórrogas del estado de alarma, no mucho más. Una persona más, a quien también mantendremos oculta su identidad, vivió algo similar las tres primeras semanas pero el no poder andar le fue generando muchas contracturas y lo último que le apetece es hacer aeróbicos en la cama. Querida amiga, los fisios ya atienden pacientes. Yo ahí lo dejo.
La situación actual de hoy, lejos de estos asuntos mundanos, es la de 228.691 contagiados en España. 1.717.483, en Europa y 4.098.018, en el mundo. Quedaos en casa, aguantad las ganas pues llegarán tiempo en el que el mundo exterior nos aburra y volvamos a nuestras habitaciones.