Esta semana ha triunfado la moción de censura contra M. Rajoy y su Gobierno. No era la primera, era la segunda que se presentaba en esta legislatura. Antes de la moción presentada por el PSOE, Podemos presentó otra, en junio de 2017, que no prosperó, pues no contó con los apoyos suficientes. Entonces PSOE, PNV y PDeCAT se abstuvieron. A nuestra moción le faltaba un ingrediente, la gota que colmaría el vaso, la primera sentencia condenatoria del caso Gürtel. Una sentencia nada baladí; de efectos letales para el Partido Popular, como organización. La sentencia les reconoce conniventes con la corrupción, lucrándose de ella. Probada la caja B, las donaciones empresariales finalistas sirvieron para pagar gastos electorales del PP vinculadas a adjudicaciones irregulares posteriores de fondos públicos. Textualmente dice la sentencia: “un auténtico y eficaz sistema de corrupción institucional a través de mecanismos de manipulación de la contratación pública central, autonómica, y local”. Nada que ver con la falaz y feliz interpretación de la sentencia que estas semanas han hecho destacados dirigentes del PP, nada sospechosos de no saber leer sentencias, como el mismo M. Rajoy, registrador de la propiedad, o MªDolores de Cospedal, abogada del Estado. Pero esta vez no, esta vez la mentira repetida mil veces no ha surtido el efecto proclamado por Goebbels, el rey de las mentiras.
A raíz de esta decisiva sentencia, de la verdad probada en sede judicial, todo se ha precipitado en el sentido menos deseado por el PP y por Ciudadanos; todos los actores tuvieron que mover sus posiciones. Hubo bambalinas, trabajo bien hecho, terceras mociones anunciadas capaces de provocar elecciones inmediatas, pero sobre todo hubo generosidad y sentido de la responsabilidad por todas las partes, excepto por parte de Ciudadanos. Los de la bandera española de la regeneración política votaban NO a la moción. PNV inclinó definitivamente la balanza hacia la caída de M. Rajoy y su desgobierno inmerso en la corrupción.
Por eso, si te dicen que cayó, al puesto que tiene allí, créetelo. Cayó M. Rajoy, cayó con todo el equipo, cayó un modo de gobernar del Partido Popular bajo el manto del fraude y la corrupción, cayó un Gobierno déspota sin capacidad de diálogo ni de consenso social en sus decisiones. Lo hizo, no terminó la legislatura por primera vez en este país quién llegó dopado a tantas y tan importantes instituciones públicas. Por fin cayó, y lo hizo a manos de una democracia que ha gritado tanto y tan alto en las calles basta ya, así no, nunca más.
Este lunes, como una suerte de paradoja, M. Rajoy quién siempre será reconocido por su inmovilismo, será retirado también del Museo de Cera de Madrid. Dicen que se le podrá ver acompañado, vaya Ud. a saber por qué razón, de otras estatua como las de Iñaki Urdangarín o Isabel Pantoja.
Por eso este lunes no será un lunes cualquiera, aunque sólo sea porque respiramos un aire de esperanza y visualizamos un horizonte distinto. Sabemos que con firme voluntad política ese aire fresco es posible alcanzar. No será fácil, somos conscientes, pero nos vamos a dejar la piel. Confiamos en dar los pasos adecuados para que lleguen pronto todas y cada una de las medidas de progreso y avance político, social y económico que esperan millones de pensionistas, mujeres y jóvenes. Que esperamos todas. Deseamos que esa “suerte por el bien de España” que M.Rajoy lanzaba como reto en su despedida en el Congreso, se traduzca en el bienestar por derecho de los hogares españoles, de cada escuela y cada hospital público, de cada pequeña y mediana empresa, de cada ayuntamiento y de cada territorio. Si te dicen que cayó, lo hizo. Pudo con el Partido Popular la democracia misma. Muchas voluntades juntas, siempre pueden.