Expresión cultural, constitutiva de la singularidad de los pueblos a lo largo de la Historia, la Arquitectura tiene un impacto directo en nuestra calidad de vida. A través de ella, nuestro entorno edificado, con sus viviendas, sus edificios y los espacios y equipamientos públicos, construye y define nuestra identidad individual, pero colectiva, pues determina la manera en la que interactuamos y refleja los valores de una sociedad, que, mediante la arquitectura, transmite prioridades y también su fuerza.
En un contexto europeo con una tendencia progresiva y generalizada a la pérdida de calidad tanto en el entorno construido, como en los paisajes abiertos, hace justo un año, la aprobación de la Ley de Calidad de la Arquitectura situó a nuestro país en una posición de vanguardia dentro del conjunto de la Unión Europea, al reconocer el interés general de Arquitectura y sus valores inapelables para avanzar hacia un mundo mejor, más justo y sostenible.
Ante los cambios profundos y acelerados que se están produciendo en todos los niveles, nos recordaba, en consonancia con la Declaración de Davos, la Nueva Bauhaus Europea, las Agendas Urbanas y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU, que es el momento de apostar por aquello que garantiza la perdurabilidad, la sostenibilidad del planeta y la dignidad de las personas, promoviendo políticas públicas que sitúen la calidad arquitectónica y la defensa del espacio construido en el epicentro de las transformaciones urbanas actuales.
Frente a la banalización de la construcción, el aumento de la dispersión urbana, el uso irresponsable de los recursos naturales y una globalización que tiende a pautas comunes y homogéneas que no tienen en cuenta el lugar y que nos llevan hacia una cultura estandarizada, una arquitectura de calidad debe permitirnos mantener los valores culturales que generan sentimientos de arraigo y pertenencia. Y ello no solo en el espacio construido o en los pueblos y ciudades, sino en el paisaje y el entorno que, desde la infancia, cada persona recuerda y estima en función de sus vivencias.
En esa posición de liderazgo que ahora tiene nuestro país en Europa gracias a la Ley de Calidad de la Arquitectura, las obras galardonadas en los Premios ARQUITECTURA demuestran un compromiso excepcional con la creación de espacios e iniciativas que no solo inspiran con sus diseños, sino que también mejoran la calidad de vida de las personas y contribuyen a construir un futuro mejor para todos como legado que vamos a dejar a las generaciones futuras.
En un momento en el que la sostenibilidad y la conciencia medioambiental son cruciales, y en el que uno de los principales retos para conseguirlo es la gestión de los fondos europeos y que la ola de rehabilitación de viviendas y edificios se ejecute con una mirada integral que optimice recursos y dé respuesta a las necesidades de la población a corto, medio y largo plazo, la arquitectura española destaca por su enfoque sostenible. Está presente desde el uso de materiales locales y técnicas de construcción respetuosas con el medio ambiente hasta la implementación de energías renovables. Las arquitectas y arquitectos de nuestro país lideran el camino hacia un futuro más verde y muestran la capacidad transformadora de una arquitectura y un urbanismo que cuidan de las personas, de su salud, de su bienestar y de su seguridad, poniendo en el centro lo que importa.
Ese es el capital que hemos mostrado al mundo hace unas semanas en el Congreso de la Unión Internacional de Arquitectos, que tuvo lugar en Copenhague, donde también presentamos el primer Atlas Global de la Vivienda y la imagen y bases del Congreso que, dentro de tres años, en 2026, volverá a atraer sobre Barcelona, Catalunya y España la mirada de todo el mundo, como centros de producción y pensamiento de la arquitectura y del diseño urbano contemporáneos.
La arquitectura española vive un momento prometedor, de alcance internacional, como referente de calidad ante los principales retos del siglo XXI. Desde los tesoros arquitectónicos del pasado hasta las creaciones innovadoras y comprometidas con la sostenibilidad del planeta del presente, España ha dejado y está dejando una huella indeleble en el panorama arquitectónico europeo. Ahora es el momento de celebrarla y reconocer su importancia para dar respuesta, de una forma integral, a las necesidades de la población y a los desafíos económicos y medioambientales.