La banalización del racismo
Aunque es un problema minoritario en comparación con otros países de Europa, en nuestra sociedad existe el racismo y la xenofobia y debemos de estar alerta. Por eso encuentro que vaciar de contenido y banalizar el término “racismo” con el único objetivo de hacer una acusación gratuita a un rival político nos perjudica a todos. Banalizar nos hace olvidar lo que significa el verdadero racismo, lo que realmente significa odiar a alguien solo por que tiene un acento, un color de piel o unos orígenes diferentes.
Resulta paradójico que estos ejercicios de banalización del racismo los hagan políticos que quieren reducirnos a una sola identidad y niegan las diferentes identitades nacionales que hay en el estado. Resulta paradójico que acusen al Govern de Catalunya de racista.
El equipo de Govern de la Generalitat lo formamos personas con orígenes e historias de vida diferentes, somos personas de muchas procedencias, con distintas lenguas maternas y de diferentes tradiciones políticas y culturales. Somos un gobierno diverso en muchos sentidos. Pero es que además, el Govern de Catalunya no solo no es racista por su composición o por la tradición política y cultural de sus miembros.
No lo es por que defiende la aplicación de la cobertura sanitaria a todos los ciudadanos de Catalunya, aunque la legislación española intenta impedirlo y por que no negamos la identidad cultural, nacional, política o social a nadie. Aspiramos a formar un pueblo cohesionado, respetando las identidades de cada uno. El Govern de Catalunya no puede ser racista por que la sociedad a la que representa es la primera en ofrecerse a acoger refugiados, por que nunca ha querido echar a nadie. La aspiración que tenemos como catalanes de ser libres como pueblo no tiene nada que ver con pisar los sentimientos y las identidades de nadie.
Todas las personas tenemos múltiples elementos de identidad, algunas transmitidas por nuestra familia o por nuestros orígenes, otras incorporadas en otros espacios de socialización como puede ser el barrio, la escuela, el lugar de trabajo, la universidad o las entidades donde hemos participado. Nuestra identidad está siempre en construcción y no puede reducirse a quienes son nuestros padres o donde hemos nacido. Ver la identidad desde solo uno de sus elementos que la configuran es reduccionismo.
Reducir la identidad a la lengua materna o los orígenes familiares niega el hecho que podamos adquirir más elementos de identidad. Niega que podamos identificarnos con nuevos idiomas que aprendemos o que podamos adquirir nuevos valores y tradiciones culturales. De hecho, los políticos que banalizan el racismo lo que hacen es jugar con las identidades y confrontarlas con el único propósito de sacar beneficio electoral sin preocuparse que esto sí puede fracturar la sociedad.
Tendríamos que exigir que se deje de banalizar el término racista, que no se aproveche lo que es un reto político muy complejo -como es el de decidir el futuro que queremos en Catalunya- para reducirlo todo a una imaginaria confrontación de identidades que no existe. Para algunos la unidad de España o sacar una ventaja electoral vale más que la cohesión social de Catalunya y eso sí que es intolerable.