Bruja
No es casual que un diputado de Vox, un pobre hombre al que se veía realmente abrumado y sin saber cómo reaccionar mientras le amonestaba el diputado que presidía el Pleno, y que sólo ha podido salir del paso gracias al amparo de manada que le han dado los diputados y diputadas de su grupo parlamentario, haya elegido precisamente ese insulto: bruja. Un tipo tan acostumbrado a la impunidad, que no era capaz de entender qué significaba la exigencia que le hacía la presidencia de retirar el insulto. Un tipo tan poco acostumbrado a asumir las consecuencias de sus malas acciones que ni siquiera ha sido capaz de entender el requerimiento de retirar el insulto, e incluso ha preguntado qué significaba lo que le estaban diciendo.
Bruja. Ha llamado bruja a una mujer digna, a una mujer socialista que estaba defendiendo una propuesta de reforma del Código Penal para que acosar a las mujeres que deciden libre, soberana y legalmente interrumpir el embarazo sea delito. Han explicado los que se oponen a la reforma propuesta por los socialistas que quienes insultan y acosan a las mujeres que hacen uso de su libertad ciudadana son en realidad piadosos cristianos que rezan por las almas de esas mujeres desviadas. Y se han rasgado las vestiduras con los ojos vueltos al cielo porque, por lo visto, se les quiere coartar la libertad de rezar.
Bruja. No es un insulto “random”, como dicen los jóvenes ahora. Las brujas eran mujeres que por diferentes motivos no se amoldaban a los cánones que la sociedad medieval les quería imponer. Uno de esos cánones impuestos era el de adorar al siniestro Dios judeocristiano que desde que creó al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza quiso mantenerlos en la ignorancia y por eso les prohibió que comieran del árbol del bien y del mal. De ninguna manera podían conocer por sí mismos el bien y el mal. Eso era cosa de Dios, y si se atrevían a comer del dicho árbol, serían expulsados del Paraíso. Curiosa voltereta de las palabras en que el Paraíso es el oscuro imperio de la ignorancia y la irresponsabilidad en la que los hombres y las mujeres viven como animales, ajenos a su dimensión moral. Y fue gracias a Eva, la primera bruja, que Adán comió la dicha fruta y ambos se hicieron dueños de sus vidas, inspirados por el verdadero dios bueno, que no es otro que Lucifer, el que convenció a Eva de que Dios sólo pretendía mantenerlos en la ignorancia.
Pero Lucifer había perdido la guerra, y la historia nos la contaron los cronistas del siniestro Dios que la ganó. Sin embargo, siembre ha habido mujeres valientes que han querido saber, que han querido ser capaces de distinguir por sí mismas el bien del mal, que no aceptaban el papel auxiliar que el Dios judeocristiano les reservaba en la sociedad. Esas mujeres eran las brujas, y a ellas se han opuesto siempre las iglesias cristianas, las mismas que se ha opuesto sistemáticamente a cualquier progreso científico: las que quemaron a Servet, las que obligaron a retractarse a Galileo, las que hicieron la vida imposible a Darwin... Por suerte, el cristianismo se ha secularizado y hoy día es relativamente sencillo vivir de espaldas a él, o al menos a su peor cara.
Pero de vez en cuando aparece su cara más antipática y siniestra. Hoy, esa cara ha sido la de los diputados y diputadas de Vox amparando en manada al diputado José María Sánchez, que ha decidido llamar precisamente bruja a una diputada socialista y se ha negado a retractarse. Bruja… “Te vamos a quemar”, le ha faltado decir.
Porque a las brujas se las quemaba…
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