Las diosas no lo quieran, pero más de una cosa de la noche electoral del 28 de abril me devolvió al año 2015. Los números dan y no dan, los resultados son malos pero no tan malos y, desgraciadamente, de nuevo parecía abrirse el debate sobre las camisetas feministas de Inditex.
La actual vicepresidenta y ministra de igualdad en funciones, Doña Carmen Calvo, sale al balcón de Ferraz la noche electoral para celebrar su triunfo ( que en realidad no es tanto triunfo) con un traje de cuadros vichy rosa de Zara y una camiseta de Mango en la que se lee: Yes, I am a feminist. Tengo que decir que a mis 29, si yo fuese la vicepresidenta y ganase las elecciones, no descartaría salir con un modelito parecido al balcón de Princesa. Me gusta estética y políticamente. ¿Dónde está entonces el revuelo en la decisión de Carmen?
Ríos de tinta en Twitter y medios de todo el país han corrido rápidamente a detallar el asunto. Llama la atención el empeño en señalar su edad, como si una mujer de más de 60 años tuviese que pensarse dos veces lo que se pone. Es sorprendente también que una mujer que ostenta tal cargo de responsabilidad sea cuestionada por una camiseta de 17 euros de una firma catalana y no por lo demás. Carmen ha tenido que dar más explicaciones sobre sus decisiones de armario que sobre su postura frente al próximo gobierno. Qué país éste.
Pero que Inditex no nos impida ver el sol. No discutamos de nuevo sobre lo obvio: ni llevar ropa de Inditex nos hace más o menos feministas, ni tampoco Inditex tiene derecho a apropiarse de las mejores consignas de nuestras manifestaciones. Es evidente que el sistema de producción neoliberal genera terribles desigualdades y por eso y contra eso hacemos política. Pero escribo esto desde mi ordenador Mac, con un pijama de Oysho, viendo como entra el sol por la ventana en mi plácido barrio de Santa María en Pontevedra. Ninguna de la cuestiones anteriores me hace menos digna de defender mi posición política pero desgraciadamente parece que la última deriva moralizante de la política española no hace más que ponernos piedras en el camino en vez de horizontes. No se debe confundir el privilegio epistemológico con la urgencia política. Dicho de otro modo, y por poner un ejemplo evidente, menos mal que aspiramos a que no sólo las mujeres defendamos a las mujeres. Menos mal que ser feminista hoy no exige el cumplimiento de unas tablas de la ley donde se prohíbe terminantemente el uso de ropa producida de un modo neoliberal, porque no quisiera tener que ir desnuda a todas partes. Reapropiémonos de las mejores estrategias del adversario. Pongámonos camisetas de Zara, trajes rosas e incluso purpurina, o no, vistámonos de negro y con ropa prestada, pero sobre todo, sobre todo, por ejemplo, reescribamos el Código Penal.
Que la camiseta de nuestra pobre Carmen no nos impida ver al lobo. Una no es más o menos feminista por una camiseta, y desde luego, de ninguna manera esto puede suceder cuando quien la lleva es la vicepresidenta de un Gobierno en funciones que sigue sin tener números para gobernar en solitario. Y esto es que debería ser verdaderamente preocupante de esa foto en Ferraz para el feminismo.
Hacer feminismo sería cooperar en la construcción de un gobierno estable y feminista que pudiese poner orden en una España en la que los grandes consensos que deben sustentar una sociedad se han roto, entre ellos el pacto sexual. Ser una feminista hoy es poner por delante de las siglas de una organización la protección de los derechos de las mujeres que están en juego. Integrar, redistribuir, pactar; ejercer el poder de otro modo es la tarea más importante que el feminismo nos señala. Sí, un Gobierno que sumase a las fuerzas progresistas de este país y diese estabilidad, eso sí sería un gobierno feminista. Un Gobierno que llevase en su agenda económica una política pública de cuidados, un potente plan de igualdad retributiva o la derogación de las reformas laborales, sí podría decirse feminista. ¿Es Carmen Calvo feminista? Lo veremos los próximos días. De momento, por mucha camiseta que se ponga, no va por buen camino.