Algunos de los acontecimientos políticos que se han producido a lo largo de la crisis sanitaria que vivimos nos muestran una polarización del escenario político muy poco edificante, que puede traducirse en un mayor desafecto por la democracia en diferentes sectores sociales. Mientras la ciudadanía se organiza en redes solidarias para ayudarse a salir adelante en común, muchos representantes políticos se dedican a fomentar la crispación y el miedo para sacar rédito político. Un espectáculo bochornoso.
El movimiento 15M ya había marcado un antes y un después en el escenario político español. Miles de personas se movilizan para exigir no solo demandas sociales concretas, sino lo que es más innovador, nuevas formas de participación democrática más reales, cercanas y directas.
Los partidos políticos convencionales, muy desgastados y dominados por el bipartidismo, y los sistemas de participación establecidos, son fuertemente cuestionados y se plantean nuevas formas de organización democrática. Surgen nuevos partidos, plataformas y organizaciones políticas que rápidamente irrumpen en las instituciones, incluso en gobiernos, a través de iniciativas de carácter municipalista que, recogiendo parte de esas aspiraciones, entraron con fuerza en el ámbito institucional y de manera muy destacada en el ámbito local.
Sin embargo, tras aquel cuestionamiento y aparente quiebra del bipartidismo, parece que asistimos a una reproducción de este bajo la forma de un polo progresista y un polo conservador con fuerte tufo reaccionario. Es muy parecido, pero no es lo mismo.
La diversidad de los ingredientes con que se vayan conformando esos grandes polos marcará el rumbo que tome la política en nuestro país en los próximos años. Una composición diversa y con elementos novedosos aporta a que la configuración de dos polos no se traduzca en la restauración del viejo bipartidismo.
Hoy vuelve a hacerse patente la necesidad de nuevas formas de organización con una participación real, que sirvan como vehículo de la ciudadanía para la defensa de sus intereses y necesidades, para gobernar desde la empatía, la cercanía y la escucha impulsando una nueva relación entre la ciudadanía y la institución. Una nueva concepción de lo público como espacio, que va más allá de lo estatal y se reconfigura desde el protagonismo compartido con la sociedad civil organizada y desde la cooperación público social.
Estamos hablando de herramientas, procesos políticos y de objetivos que exigen de un paciente trabajo de construcción a largo plazo, desde todos los ámbitos, lejos de las urgencias del ciclo electoral y más allá de los límites del terreno institucional.
Algunos de esos ingredientes los estamos intentando aportar desde el espacio político de Más Madrid, en un proceso de construcción y debate colectivo que, no exento de dificultades, está tratando de dar respuesta a esas aspiraciones de construcción de un nuevo espacio político. La exigencia democrática de la comunidad política que en este momento conforma Más Madrid es elevadísima y se expresa en un proceso vivo y complejo que se ha extendido a lo largo del último año.
Un proceso en el que se ponen de manifiesto cuestiones como la necesidad de un espacio político radicalmente democrático y transparente, que no reproduzca las fórmulas tradicionales de la política partidista y sea capaz de organizarse y funcionar sin abandonar la deliberación, la toma de decisiones colectivas y el control democrático de los órganos de dirección y de representacion política. Un espacio político que no parece configurarse en torno a una ideología precisa y cerrada, sino que va perfilando su identidad, desde una aspiración a la transversalidad, en torno a ejes clave como la ecología, el feminismo y la justicia social.
En este sentido, es interesante pensar en la posibilidad de formas políticas con más capacidad de diálogo y más permeables a lo que hay en sus entornos. Espacios políticos no limitados por fronteras cerradas, sino por lindes abiertas que permiten un mayor intercambio y diálogo. Una organización política que nos permita también afrontar tareas a largo plazo, procesos que precisan del fuego lento que requieren las transformaciones sociales de calado que hoy son imprescindibles.
El paso por las instituciones nos aporta la experiencia directa sobre la enorme importancia de algunas de ellas, como los municipios, escenario clave a la hora de plantear un proyecto de transformación democrática de la sociedad. Aunque hay que decir que la identificación del municipalismo (no como localismo aislacionista sino como proyecto vertebrador) con la democratización de nuestro país no es novedosa, entronca con una larga tradición federalista y libertaria de hondas raíces en la historia de nuestro pueblo.
Estamos entonces en un momento apasionante de construcción colectiva de un nuevo espacio político, que se apunta como radicalmente democrático, ecologista, feminista, municipalista y solidario. Que pretende recoger buena parte de las aspiraciones democráticas ampliamente extendidas en nuestra sociedad y que no han contado ni cuentan en el binomio izquierda/derecha ni en el sistema tradicional de partidos con el protagonismo que merecen.