¿Y si Cristina Cifuentes regentara un bar?
Entramos en agosto. Cada cual conocemos el plan veraniego propio, pero todos sabemos el de Cristina Cifuentes. Ella no se cogerá vacaciones. Para algunos, el debate sobre esta decisión era tan solo un arma arrojadiza de la izquierda contra la presidenta madrileña. Fuego cruzado. Las sí vacaciones refrescantes de Alberto Garzón polemizaban días después en los foros digitales. Debate interesante cuanto menos, pero para abordarlo viene bien recordar que el derecho al descanso es conquista de los antecesores políticos de los de la piscina. Conquista que necesita seguir batallándose culturalmente: hace unos días conocíamos que el 50% de los españoles se sentían culpables por irse de vacaciones. Pero quienes batallan por este derecho parecen olvidarse de nuevo de 3,2 millones de trabajadores que exentos de una jubilación digna, o una prestación por desempleo, tampoco tienen derecho a vacaciones.
Las no vacaciones de Cristina Cifuentes plantea un debate sobre la obligatoriedad de las mismas. La base de discusión son las relaciones de poder que establece el mercado laboral, que insta a la obligatoriedad del descanso para poder equilibrarlas entre empleadores y empleados. Pues bien, ¿qué ocurriría si Cristina Cifuentes regentara un bar? Que no habría debate. Si quieres descansar un poco, dejas de ingresar y listo. Parece ser que el autónomo es un sujeto aislado de las relaciones de poder del mercado... y nada más lejos de la realidad.
El problema del trabajador autónomo es que las relaciones de poder que padece no están instituidas o personificadas en un actor concreto. No hay patrón, no hay jefe. Pero eso no quiere decir que no exista. El mercado capitalista, la competencia, la mercantilización de las necesidades básicas, el consumo...
Un autónomo que no llega a fin de mes decide no descansar ni una semana al año para poder darle una vida más digna a sus hijos, ¿es que esa decisión no está motivada por las lógicas del mercado y del consumo? Es que un hostelero/comerciante que ya hace tiempo se olvidó del descanso dominical ¿no está sometido al poder de las grandes corporaciones que abre sus macrocomercios los domingos, y por supuesto, los 12 meses del año?
Señalando el origen del problema, parece que damos justo con el escollo para encontrar la solución. Y es que la ausencia de una figura que encarne las relaciones de poder del mercado nos impide encontrar quién se puede hacer cargo del coste de las vacaciones de un autónomo. ¿El Estado quizá? Su espíritu es el cuidado colectivo. Quizá sí, es quien debe asumir tal responsabilidad. Bonificar el coste de la empleabilidad de un sustituto para el negocio. Prestaciones según ingresos correspondientes a 18 días de vacaciones. Son posibles soluciones que encuentra otras tantas dificultades, principalmente de universalidad de la medida: hay una enorme heterogeneidad en el colectivo autónomo, tanto por sectores como por la disparidad de ingresos. Vincular esta cuestión -y las cotizaciones- a los ingresos es indefectible para solucionar este y otros tantos problemas del sector.
Desde luego que el primer paso para una conquista es poner el debate encima de la mesa social. Si la regente del bar donde desayuno fuera Cristina Cifuentes, como trabajadora, tiene que tener derecho a sus vacaciones. Y si decidiera no cogerlas, ya discutiremos sobre ello los vecinos del barrio.