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¿Quién tiene la culpa de la guerra de Ucrania?

Un soldado ucraniano se para sobre la bandera rusa en Izium, región de Járkov, Ucrania, septiembre de 2022.
19 de septiembre de 2022 22:43 h

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La pregunta parece ociosa. Como la guerra comenzó con la invasión rusa, la culpa es de  Putin. Ello se ha puesto en duda. Preguntemos ahora: ¿quién tuvo la culpa de la Guerra Civil española? Según cierta derecha, la culpa fue del gobierno de la República por sus  excesos: Franco se vio obligado a intervenir

Paralelamente, cierta izquierda española defiende que, aunque Putin ha desencadenado una guerra criminal al invadir Ucrania, el dictador ruso no es el culpable último de ella. Una parte de la culpa es de EEUU, por expandir la OTAN hacia el Este, y otra del gobierno de Ucrania, por incumplir los acuerdos de Minsk. Putin y su entorno han recurrido tales argumentos: es lo que quieren que creamos. 

Hay más. Según Putin, Ucrania no tiene derecho a existir: es un estado artificial sin identidad nacional. Ucrania oprimía el Donbás y, tras los acuerdos de Minsk, estaba sometiéndolo a un genocidio: había que intervenir. La izquierda referida ha coqueteado con estos argumentos, obviamente falsos, aunque rara vez abiertamente.  

Y un hecho poco conocido: el desprecio de muchos rusos hacia Ucrania, fomentado por Putin y su entorno. Es un sentimiento expresado por el adjetivo peyorativo “jojol”,  inspirado en el tocado cosaco, con el que descalifican a los ucranianos como un pueblo inferior. Vendría a equivaler a nuestro “cateto”.  

Una causa del éxito de tales argumentos radica en Russia Today, un medio de propaganda y desinformación creado por Putin. Su directora, Margarita Simonyan, estrecha colaboradora del dictador, ha destacado en canales rusos de máxima audiencia, junto a Solovyov, Popov, y otros personajes de similar catadura, en los ataques más feroces contra Ucrania. Según ellos hay que borrar del mapa el “ser ucraniano”, lo cual parece equivaler al exterminio del pueblo de Ucrania.  

De ahí procede una razón más realista del odio y el temor de Putin hacia Ucrania. Rusia es un país sin democracia ni libertades, mientras Ucrania se parece cada vez más a  Europa, con instituciones similares. El “mundo ruso” abomina de la libertad de expresión y prensa, de la libertad de partidos y de la libertad sexual. Muchos rusos que conocen Europa disfrutan de tales libertades, y podrían desear una sociedad similar.  Era necesario liquidar el régimen ucraniano, que podía convertirse en un modelo a imitar, por la cercanía y los lazos comunes. 

En artículos recientes he criticado las posiciones de cierta izquierda sobre la guerra de Ucrania, siendo el último “El dogmatismo y la OTAN”. Para ver cómo se continúan manteniendo tales posiciones, citaré un artículo de Vicenç Navarro, sobre “el conflicto entre la OTAN y Rusia”

Catedrático y asesor de gobiernos, el profesor Navarro colaboró con Podemos en 2014. Respeto su honestidad intelectual y su trayectoria, pero en esta ocasión voy a ser crítico. El artículo de Navarro es muy amplio, pero su núcleo radica en el papel de la OTAN en la guerra de Ucrania. Según Navarro, Kissinger y otros habían recomendado no expandir la OTAN hacia el Este, tras aceptar Gorbachov la unificación de Alemania: “Un acuerdo para que ello ocurriera fue precisamente que la OTAN no se expandiera hacia el Este lo cual no se respetó”. Es el primer argumento principal. 

No existió tal acuerdo. Ni mucho menos uno según el cual, a cambio de que la OTAN no se expandiera hacia el Este, la URSS aceptaría una Alemania reunificada. En el tratado de 1990 no se tocó el tema de la expansión de la OTAN, como Gorbachov (recientemente fallecido) admitió posteriormente y reconocen todos los comentaristas. El que, en ciertas conversaciones, alguien (como Baker) mantuviera que la OTAN no se expandiría hacia el Este, no cuenta como parte del tratado. Las opiniones off the record del secretario de Estado de un gobierno de EEUU no  comprometen a gobiernos posteriores. 

Noam Chomsky sostiene lo mismo: aunque admite que no hubo compromiso escrito, la existencia del supuesto acuerdo incumplido debe haber contribuido a que Putin  invadiera. En ello Navarro sigue a Chomsky. Ambos se equivocan: ni existió ese acuerdo, ni las razones reales de Putin para invadir Ucrania van por ahí, como he  señalado.  

Aunque Navarro culpa a Putin de una invasión criminal indefendible, acusa a la OTAN:  no se pueden negar “sus responsabilidades en haber creado las condiciones para que se realizara la invasión”. Es decir, sin la expansión de la OTAN no hubiera habido condiciones para la invasión, y por tanto no habría habido invasión. Discrepo absolutamente. 

Recordemos anteriores “hazañas” rusas: la invasión de Afganistán (en época soviética);  las terribles guerras contra Chechenia; los “mordiscos” a Moldavia (Transnistria) y  Georgia (Abjasia y Osetia del sur) y las matanzas que organizó Putin en Siria. Nada de  ello tuvo que ver con la OTAN, y lo mismo ocurre con la guerra de Ucrania. 

La agencia Reuters ha desvelado que Dimitry Kozak obtuvo en los primeros momentos  un documento del gobierno ucraniano que hacía innecesaria la invasión, si hubiera  estado motivada por la preocupación de una Ucrania en la OTAN. El documento ofrecía  garantías de renunciar a la Alianza Atlántica. Según tres testigos presenciales independientes, que no desean salir del anonimato, y a pesar de la insistencia de  Kozak, Putin rechazó firmar el documento. Según un testigo, adujo que era insuficiente, pues él se proponía anexionarse franjas del territorio ucraniano. 

Llegamos al segundo argumento principal. Navarro dice que, por culpa de EEUU y el gobierno de Ucrania, no se cumplieron los acuerdos de paz de Minsk: “La guerra podría haberse evitado si aquel tratado se hubiera respetado. Pero ni el gobierno ucraniano ni el gobierno de EEUU favorecían tal acuerdo.”

Los acuerdos de Minsk, impuestos al débil gobierno de Poroshenko por Alemania, Francia y Rusia, son de una brevedad y ambigüedad notables, y hubieran necesitado de complejas negociaciones para desarrollarse, que los separatistas (Putin), hicieron inviables. 

Uno de sus puntos básicos era la celebración de elecciones en los territorios ocupados,  en base a las leyes ucranianas, pero los separatistas (Putin) han hecho imposible todo intento al efecto: nunca han aceptado tales leyes. Otro de los puntos capitales era el  alto el fuego, pero Putin nunca lo cumplió: los separatistas siguieron disparando,  noche tras noche, durante ocho años, contra las tropas ucranianas, ocasionando gran  número de muertos, incluyendo civiles. Esto lo sabe cualquiera en Ucrania. Sin  embargo, con su eficaz propaganda Putin ha dado la vuelta a la realidad: era Ucrania la  que “masacraba” a los civiles de los territorios “liberados”. Finalmente, Ucrania debía  pagar las pensiones, pero nunca hubo, ni hay, un sistema bancario realmente utilizable  en tales territorios, que se han convertido en un agujero negro económico, donde los dirigentes separatistas están siempre dispuestos a apropiarse de cuantos fondos  lleguen. Aun así, los pensionistas han podido cobrar pasando a poblaciones  controladas por Ucrania, lo cual ha venido sucediendo durante todos estos años.  

Resumiendo: decir que la invasión ha estado motivada en parte por el incumplimiento  ucraniano de Minsk es un error, aunque eficazmente defendido por la propaganda  rusa. Putin era el más interesado en que Minsk no se cumpliera: no deseaba aceptar  solo un pequeño “mordisco” al Donbás. Al buscar excusas para invadir, mostraba su verdadera intención: ocupar todo el Donbás, como mínimo. 

Según Navarro hay países interesados en continuar la guerra, sobre todo EEUU y el Reino Unido. Entonces, ¿debe Ucrania rendirse y ceder los territorios ocupados? ¿Ha de abandonar a millones de ciudadanos en manos de Rusia, vistas las atrocidades que  están teniendo lugar? ¿No es Putin el primer interesado en continuar la guerra, al sostener que no se detendrá hasta lograr todos sus objetivos? Navarro ignora, u  olvida, que EEUU y el Reino Unido estaban comprometidos, por un tratado firmado junto con Rusia, a defender militarmente a Ucrania.  

Navarro escribe que, si los acuerdos de Minsk se hubieran cumplido, Ucrania habría  quedado protegida. Pero en 1994 se firmó en Budapest un acuerdo entre Rusia, EEUU  y el Reino Unido, según el cual, a cambio de que Ucrania cediese su armamento nuclear a Rusia, quedaba protegida militarmente de todo ataque contra su  independencia, soberanía e integridad territorial. Rusia se ha burlado de ese acuerdo, pero EEUU y el Reino Unido están demostrando ahora, aunque algo tarde, que desean cumplirlo, lo cual les exige ayudar a Ucrania a defenderse. De lo contrario serían  cómplices de Rusia en su traición al pueblo ucraniano

En vista del comportamiento de Putin, estaba claro para los ucranianos que no había que confiar en los acuerdos de Minsk, como no habría que haber confiado en el de  Budapest. ¿Es de extrañar que aspiraran a entrar en la OTAN, que veían como un paraguas militarmente efectivo contra Putin? El que tanto Suecia como Finlandia estén  en proceso de integración en la OTAN lo dice todo.

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