Que nadie secuestre el Big Data
A pesar de lo que sabemos acerca de cómo los big data se emplean para espiarnos, manipularnos, mentirnos y controlarnos, todavía hay personas que se emocionan por el bombo generado por las redes “sociales”, el machine learning y el business intelligence. En el otro extremo del espectro se habla de que necesitamos convertirnos en anacoretas digitales, parte de sectas cibernéticas secretas y aisladas.
Soy una gran fan de la encriptación y las redes privadas virtuales. Y sí, los CEO de las corporaciones tecnológicas tienen más recursos que los gobiernos para comprender las realidades sociales e individuales. La consecuencia está clara: la ciudadanía pierde su capacidad de acción frente a los poderes privados.
Precisamente por los desequilibrios y las prácticas del dataveillance –como José van Dijck ha llamado a la vigilancia masiva— es vital considerar formas alternativas del uso de los datos que permitan a las personas actuar con autoridad y responsabilidad. El debate sobre los big data ha sido secuestrado por tecnoutópicos y tecnopesimistas y las historias de su progreso, por el sector privado. Pero existen muchas personas y organizaciones del tercer sector que están creando, acumulando y utilizando datos para generar historias alternativas y sus propios diagnósticos y soluciones.
Mi nuevo libro Data activism and social change habla sobre cómo las personas y las organizaciones están utilizando la infraestructura de datos como un instrumento fundamental en sus estrategias. Estas personas incluyen investigadores e investigadoras con vocación activista y activistas con amor por los números que están creando nuevos mapas, plataformas y alianzas para un mundo mejor. Y al hacerlo muestran un alto grado de ingenio, contra todo pronóstico.
En medio de la polémica por el escándalo de Cambridge Analytica y el papel de Facebook en él, este libro habla sobre la interacción entre los datos, la tecnología y las prácticas comunicativas, por un lado, y la participación democrática y la movilización social, por el otro. Aborda el surgimiento del activismo de datos, un nuevo fenómeno que surge como una reacción a la dataficación y la vigilancia masivas, y que hace uso de los big data para el cambio social y la protección de los derechos humanos y del medioambiente.
El libro acude a entrevistas con expertos y expertas, activistas y representantes del mundo de la investigación, y a la observación empírica de más de cuarenta organizaciones y casos que hacen de los datos el centro de sus actividades. Los y las treinta activistas que entrevisté y cuarenta organizaciones que examiné dieron lugar a una clasificación: existen aquellas organizaciones especializadas en transferir habilidades, como DataKind, que coloca científicos y científicas de datos en las organizaciones no gubernamentales para trabajar en proyectos conjuntamente. Otras, como Medialab-Prado y Civio, crean plataformas y herramientas y generan oportunidades para que diferentes partes colaboren en proyectos de datos con fines sociales.
Un segundo grupo –organizaciones catalizadoras como Open Knowldege Foundation— patrocina algunos de estos esfuerzos. Las organizaciones que producen periodismo de datos, como el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación, proporcionan análisis que pueden apoyar las campañas.
Finalmente los y las activistas de datos van más lejos, asegurando en archivos protegidos información vital sobre abusos contra los derechos humanos (por ejemplo, The Syrian Archive); recreando historias de sufrimiento y abuso de los derechos humanos (“Liquid Traces” de Forensic Architecture); rastreando la pesca ilegal y vinculándola a cuestiones de desarrollo (“Western Africa’s Missing Fish”, codirigido por mí en el Overseas Development Institute); visualizando desalojos y movilizando a la gente para detenerlos (por ejemplo en San Francisco y España); visualizando crisis humanitarias y emergencias (por ejemplo, con la “Ayuda Ecuador” de la plataforma Ushahidi), por mencionar solo algunas.
El texto propone una tipología de activismo de datos, que puede resultar interesante a la hora de crear proyectos nuevos o de estudiar más casos.
Sabemos que los datos y los algoritmos no “hablan” por sí mismos y que no son neutrales. Los datos no pueden ser “crudos”, como dijo Nancy Gitelman. Tom Boellstorff escribe sobre cómo los datos y metadatos están “cocinados” en procesos que también “cocinados”. Es decir, los big data no son recursos naturales, inevitables y espontáneos, sino recursos culturales. Y el hecho de que la infraestructura de datos se emplee en buenas causas no elimina los prejuicios y las asimetrías presentes en los conjuntos de datos, algoritmos, hardware y procesos de datos. Pero incluso usando tecnología defectuosa, estos y estas activistas obtienen resultados emocionantes.
Pero, ¿de dónde obtienen estos activistas los datos? Porque los datos pueden ser difíciles de encontrar...
¿Cómo los activistas tienen acceso a los datos?
Las corporaciones generalmente no regalan los datos y el nivel de apertura de los gobiernos no es fantástico. “Es difícil (o incluso imposible) de encontrar datos en línea, los datos a menudo son fácilmente utilizables, y las licencias abiertas son una práctica poco común”, dice el último informe del Global Open Data Index.
Cuando los gobiernos y las empresas no abren sus bóvedas de datos, las personas y las organizaciones generan sus propios datos. Este es el caso de “Rede InfoAmazonia”, un proyecto que mapea la cantidad y calidad del agua en comunidades brasileñas del río Amazonas. El mapa emite alarmas a la comunidad cuando los niveles o la calidad de agua rebasa ciertos límites.
Sobre la base de los casos, he identificado también cinco formas en las que los y las activistas obtienen datos de forma alternativa. Del método más sencillo al más complejo, 1) alguien (por ejemplo, un o una denunciante) puede ofrecerles los datos; 2) también se puede acceder a datos públicos (por ejemplo, señales del sistema de identificación automática AIS de buques capturadas por satélites) o datos abiertos; 3) se pueden crear comunidades para recabar datos ciudadanos (es decir, crowdsourcing); 4) se puede recurrir al scraping de datos; y 5) se pueden lanzar drones o colocar sensores para recolectar imágenes u obtener datos a través de la investigación primaria (por ejemplo, a través de encuestas). Esta taxonomía se ofrece como una herramienta para examinar casos reales.
El crowdsourcing puede ser un proceso muy poderoso. El mapa del terremoto de Haití en 2010, utilizando la plataforma Ushahidi, abordó “vacíos de información clave” en el período inicial de la respuesta antes de que las instituciones humanitarias estuvieran operativas, proporcionaron datos geolocalizados a pequeñas organizaciones no gubernamentales que no tenían presencia sobre el terreno, y ofrecieron información situacional rápida con alto grado de precisión a la ciudadanía para la toma de decisiones, según una evaluación independiente de la iniciativa. El mapa de Haití marcó la transición hacia un cambio de paradigma en cómo se abordan las emergencias y las crisis, dando lugar al humanitarismo digital.
Otras formas de obtener datos son bastante impresionantes también. Por ejemplo, “Liquid Traces”, de Forensic Architecture, empleó señales AIS, señales de calor y de radar, y otras tecnologías de vigilancia para demostrar que fue indiferencia, no la incapacidad de localizarlas, la razón por la que no se rescató a un grupo de 72 personas que el 27 de marzo de 2011 habían sido forzadas a bordo de una lanza en Libia. Solo sobrevivirían nueve. Otra organización, WeRobotics, ayuda a comunidades de Nepal a analizar y mapear su vulnerabilidad a las avalanchas y a los impactos por el cambio climático.
Alianzas, mapas e hibridación
A partir de la observación de cómo funcionan estas organizaciones, he identificado también once características que definen activistas y organizaciones de datos. Entre ellas, una característica común interesante es que los y las activistas de datos tienden a trabajar en alianzas. Esto suena bastante lógico. O los casos a los que se enfrentan son demasiado grandes para abordarlos de forma unilateral (por ejemplo, casos de abusos de los derechos humanos) o los datos que deben analizar son demasiado big (por ejemplo, “Western Africa’s Missing Fish” y los “Papeles de Panamá” procesaron terabytes de datos). No puedo pensar en ningún proyecto de datos que no incluya alguna forma de colaboración.
Otra cualidad es que los y las activistas de datos a menudo confían en los mapas como herramienta para el análisis, la coordinación y la movilización. Los mapas han sido siempre objetos dotados de conocimiento, poder e influencia, y el auge de la cartografía digital, la tecnología móvil, el crowdsourcing de datos y los sistemas de información geográfica hacen de los mapas más poderosos aún. Esto ocurre en coincidencia con un interés creciente en el mapeo de crisis, una práctica que combina las capacidades de la geoweb con la asistencia humanitaria y las campañas. En manos de personas y organizaciones, los mapas han sido una forma de contrapoder político. El empleo de mapas es tan útil que lo he identificado como una variedad del activismo datos que he llamado geoactivismo. InfoAmazonia, una organización dedicada a temas ambientales y derechos humanos en la región amazónica, es un ejemplo de organización especializada en la visualización de datos geolocalizados.
Además, los y las activistas de datos generalmente no tienen reparos en mezclar métodos y herramientas de otros sectores. No sólo muchas organizaciones son híbridas porque cruzan las líneas que separan el periodismo, la investigación, el humanitarismo y el activismo, sino que también combinan repertorios de acción de diferentes áreas. Un ejemplo es “Los vagabundos de chatarra”, un proyecto que incluye cómics, periodismo, un libro, mapas interactivos, vídeos y un sitio web para contar las historias de las personas que sobrevivieron la crisis económica en Barcelona recogieron y vendiendo chatarra. Otra organización híbrida, Civio, practica el periodismo, alberga proyectos de datos, defiende temas como la transparencia, e investiga los incendios forestales. “España en llamas” es un proyecto incubado en Civio que, por primera vez en España, presenta una imagen completa de los incendios. Civio también abre los datos detrás de estos proyectos.
Los valores que motivan el activismo de datos incluyen la colaboración, compartir datos y conocimientos, aspirar al cambio social y la justicia, descubrir y proporcionar pruebas indiscutibles de abusos, fomentar la acción colectiva, y transformar la indignación y acción proactiva. Estos y estas activistas merecen más atención.