Lo que parecía imposible hace escasamente un año se ha producido. La mesa de diálogo entre el Gobierno del Estado y el Govern de la Generalitat de Catalunya se reunió, por primera vez, el pasado miércoles. A nadie se le escapa que esta reunión no hubiera sido posible sin un gobierno del cual formara parte Unidas Podemos y En Comú Podem. La apuesta por el diálogo, criticada durante mucho de tiempo por muchos sectores diferentes, fue estratégica dentro de nuestra formación política y, como se ha visto, la única salida viable y efectiva al conflicto político que vivimos.
Se equivoca quien, cuando habla de la resolución del conflicto político con Catalunya, contrapone la reivindicación de la libertad de los presos y las presas y el derecho a decidir a la financiación, la inversión en infraestructuras o el blindaje del catalán. Como si hubiera espacios de negociación “de primera” o “de segunda” y como si todo lo citado anteriormente no formara parte de una misma agenda nacional. Es un consenso en el catalanismo y en el soberanismo que el conflicto tiene múltiples causas: la no aceptación de Catalunya como sujeto político, pero también los ataques a la lengua, a nuestra educación, cultura y, también, a la carencia de inversión. En este sentido, precisamente porque el conflicto tiene diferentes orígenes, su resolución no puede pasar por un acuerdo parcial.
Por este motivo, queda claro que cuando el president Torra y Junts per Catalunya afirman que en la mesa de diálogo solo se tiene que hablar de dos cuestiones (la amnistía y el referéndum), lo que están haciendo es demostrar su miopía en relación a una salida del conflicto que, para que pueda durar en el tiempo, tiene que contar con el apoyo de la mayoría de los catalanes y las catalanas. Torra y JxCat hace mucho tiempo que representan a una parte muy pequeña del país en la cual, incluso, ya no se incluye gran parte del independentismo; pero esta ceguera partidista no puede hipotecar la oportunidad de un acuerdo global que nos tiene que permitir construir un nuevo marco de estabilidad en el que seguir avanzando como país. Hace falta, pues, que la mesa de diálogo aborde todas las problemáticas que están en la raíz del conflicto y trabaje con el horizonte de un proyecto de país inclusivo que entienda la soberanía y el autogobierno en toda su dimensión.
En este sentido, el modelo de escuela catalana que queremos proteger a través de la futura ley estatal de educación que tiene que derogar la LOMCE y que llegará al Congreso muy pronto es fundamental. Las falsas acusaciones de adoctrinamiento archivadas por los tribunales, la utilización de la Alta Inspección para intentar modificar aquello que el Estatuto y la Constitución permiten o la amputación de la escuela pública con una doble red que fomenta la segregación socioeconómica son ataques que ha sufrido nuestro modelo educativo y que, sin duda, podría volver a sufrir si el gobierno de España vuelve a pasar a manos de la derecha.
Por eso, hace falta un modelo que blinde la inmersión lingüística, que sitúe la lengua vehicular como elemento de cohesión social y de igualdad de oportunidades entre un alumnado de origen lingüístico cada vez más diverso o que promueva la compensación en función de la realidad sociolingüística de cada territorio siendo el marco acordado entre Gobiernos. Y esto podría pasar en el contexto de una mesa de diálogo que es demasiado valiosa como para acotarla a un único tema. ¿Renunciaremos a un marco que dé estabilidad y seguridad jurídica a nuestro sistema educativo en un momento en el que claramente la derecha quiere utilizar la educación como arma para desgastar al gobierno de coalición? No se me ocurre que Junts per Catalunya colabore en una irresponsabilidad histórica de esta magnitud. En el actual modelo de escuela catalana tan importante ha sido el contenido en clave inclusiva de utilizar la lengua de forma compensatoria como el consenso previo con el que se diseñó el modelo. Un diseño que incluía fuerzas ideológicamente tan dispares como PSUC, PSC, ERC o CiU, y que tampoco suscitó el voto en contra del PP de aquel momento. Ahora, hay que volver a reformular los acuerdos de país de forma transversal y la mesa de diálogo es una oportunidad única.
La intención tendría que ser garantizar un marco estable que recomponga las confianzas políticas, aborde las soluciones desde un diálogo sincero y transversal y construya un proyecto de país inclusivo; para todos los catalanes y las catalanas, piensen lo que piensen. Una propuesta mayoritaria que nos facilite salir de las vías fracasadas actuales que han agotado la política como camino de resolución de los conflictos políticos, pero que, paradójicamente, nos han hecho evidente que la política es la única salida posible.