El caso del Máster falso de Cifuentes no sucede en un momento cualquiera. En un importante artículo del lúcido periodista conservador José Antonio Zarzalejos se definía la situación de España como de “perplejidad” ante la coincidencia de cuatro crisis que construyen la imagen de colapso institucional: el Caso Cifuentes, que podría llevarse por delante al PP, la presentación de unos Presupuestos Generales del Estado por parte de Rajoy sin tener garantizada su aprobación, la denegación de la justicia alemana de la extradición de Puigdemont e incluso el vídeo de la bronca entre la reina Letizia y su suegra y predecesora Sofía. “España navega con el piloto automático, no hay comandante en la aeronave y no se sabe si pasamos por un tramo de turbulencias o caemos en picado”, concluye Zarzalejos. Todo ello ocurre tras un primer trimestre de 2018 en el que por primera vez desde finales de 2013 vuelve a crecer la movilización social gracias fundamentalmente a mujeres y pensionistas.
En términos sociológicos las crisis que tenemos delante afectan directa o indirectamente a prácticamente toda la población española:
El Caso Cifuentes viene a recuperar la sensación de que nos gobierna una élite sin ningún tipo de escrúpulos cívicos que son capaces de hacer trampas en todos los ámbitos de la vida. Y en este caso, además, es especialmente fácil que irrite a millones de personas, muy especialmente a los jóvenes, que entienden perfectamente el caso: no es fácil entender qué es un testaferro o una malversación, pero que te regalen un título universitario que no has cursado es una barbaridad que entiende todo el mundo y millones de personas están muy familiarizadas con la burocracia universitaria como para tragarse excusas de baratillo.
La causa feminista ha puesto en pie a la mitad de nuestra población llevando incluso a torcer radicalmente el discurso al PP y muy especialmente a Ciudadanos, que ha pasado a disfrazarse de morado feminista tras decir que la mayoría de las denuncias por violencia machista son falsas y proponer eliminarla del Código Penal para tratarla como violencia común, como “violencia doméstica”. La pobreza de las pensiones afecta a los millones de jubilados que tiene nuestro país, pero también a sus hijos (que han pasado en poco tiempo de pedir ayuda a sus padres pensionistas a intentar sacar algo de su nómina para ayudarles sin que su nómina haya aumentado) y aterroriza a quienes aspiramos a ser pensionistas en el futuro.
Es decir: el colapso indigna a jóvenes, mujeres y mayores de forma directa. Y a las familias de los jóvenes, de los mayores e incluso a los hombres que comprendemos la causa feminista como propia de forma extremadamente cercana. Una notable mayoría de los sectores populares vuelven a verse atacados por una élite de caraduras que les arruinan la vida, las expectativas y el fruto de sus esfuerzos.
Una consecuencia de esto venía latiendo en las encuestas que, tras un periodo de estabilidad, han vuelto en los últimos meses a ciertas turbulencias en las que todos los partidos suben o bajan como mínimo tres puntos de un mes a otro. Y ninguna refleja aún el patético papel que ha decidido jugar Ciudadanos en el Caso Cifuentes que le puede costar muchos votos en su disputa del voto por el centro con el PSOE y del voto joven con Podemos. Es de suponer que los votantes que vieran a Ciudadanos como un partido que ayudara a sanear las instituciones estarán al menos sorprendidos de que tras no poder sostener más a Cifuentes (tres semanas han tardado en darse cuenta de su ocaso) decidan apostar en primer lugar por el candidato que proponga el partido que en las últimas ocasiones ha propuesto para la presidencia de la Comunidad de Madrid a Esperanza Aguirre, Ignacio González y Cristina Cifuentes. Ningún votante de Ciudadanos puede creer que mantener al PP-Madrid en el gobierno obedece a un deseo de decencia sino sólo a cálculos electoralistas que perjudican a los madrileños.
Para este ciclo contamos con la ventaja de que en estos años Podemos sí ha hecho propuestas en las instituciones en defensa de mujeres, jóvenes, pensionistas… siempre con la oposición de la alianza PP-Ciudadanos: como ejemplo más reciente, el último pleno en la Asamblea de Madrid antes de estallar el Caso Cifuentes fue en el que un error de la propia Cifuentes permitió que se tramitara la Ley de Universidades redactada por Podemos frente a la del PP y Ciudadanos.
La nueva sensación de colapso del país vuelve a repartir también las cartas en lo político-electoral. Jóvenes, mujeres, mayores… reflejan una idea común que parecía olvidada y que merece ser recuperada como eje de la disputa de la partida que se reabre: ese conflicto entre los de arriba y los de abajo, que es el conflicto entre la falta de pudor y la sinvergonzonería y la decencia y el esfuerzo. Vuelve a haber partida. Y debemos escoger bien las cartas: las de las mujeres, la juventud, las personas mayores, las de la gente común, decente y esforzada que no se va a dejar tomar el pelo, la de los de abajo.