Cambio climático: una oportunidad perdida por la ceguera de los gobiernos
Una se pregunta cómo puede un Gobierno estar tan ciego ante las señales de alarma de un país o de un planeta. O lo que es más paradójico, cómo un Gobierno conservador y liberal le da la espalda al mercado y sus potencialidades. Incluso, cómo le da la espalda a las golosas cifras de creación de empleo en esta España del siglo XXI, donde el empleo sigue siendo un problema por su escasez y calidad.
Que el cambio climático representa una seria amenaza para el desarrollo y el progreso de los países, para la lucha contra la pobreza, para la salud del planeta y los derechos humanos o para la seguridad de la población mundial no debe ser un tema de discusión. Pase lo que pase y le pese a quien le pese.
No estamos en un momento en el que tengamos que explicar lo básico en materia de cambio climático. Ese ya pasó, aunque líderes que no están a la altura como Trump o Rajoy sigan mostrando su indolencia ante el problema.
Millones de personas en España, Inglaterra, Turquía, EEUU, Alaska, Perú, Guatemala, Filipinas, Irán, Mongolia, Uganda, Mali, Mauritania, Eritrea, Somalia, Siria, Palestina, etc. nos enfrentamos día a día a sus consecuencias.
Y sí, sus consecuencias cuestan vidas, cuestan miles de millones de dólares, y cuestan los intangibles de un futuro que estamos minando con nuestra inacción. Lo que viene a llamarse el “precio de la inacción”.
El deterioro medioambiental está íntimamente relacionado con las decisiones políticas que se toman. En España estamos en pañales en materia de transición energética. Por ejemplo, las primas a las renovables y posteriormente su penalización ha generado una gran inseguridad jurídica para inversores, efectos económicos negativos muy concentrados y la pérdida de competitividad de un sector industrial que España lideraba.
Junto a lo anterior, tampoco avanzamos en la descarbonización de nuestra economía, ¿qué dice el Gobierno sobre el Phase Out de Carbón y Nuclear? La verdad es que no mucho.
Que un país como Japón anuncie el cierre de varios de sus reactores nucleares y que en España el ministro Nadal hable abiertamente de prorrogar la vida del actual parque nuclear 10 años es tan vetusto y oscuro que deja la innovación del sector público en evidencia. Por si fuera poco, los presupuestos para 2018 – ahora aparentemente prorrogados, tampoco tienen en consideración la necesidad de generar alternativas al carbón en términos de empleo y transición justa. También en esto el Gobierno navega contracorriente pese a que tres de las economías del G7, Reino Unido, Canadá y Francia, han decidido eliminar el carbón, junto con otros seis países de la UE.
Como casi todo en esta vida, la lucha contra el cambio climático no sólo se juega en el lado de la oferta, sino también en el lado de la demanda y la regulación para tales fines.
La coyuntura actual, y el letargo del Gobierno pueden poner en peligro el proceso de elaboración de la futura Ley de Cambio Climático y Transición Energética o lo que es peor, rebajar los niveles de ambición de la misma.
Cuestionar el modelo energético, repensar la movilidad de un país, potenciar el progreso y el crecimiento en sectores económicos bajos en carbono en detrimento de los contaminantes, promover la innovación asociada a las industrias verdes, invertir en la adaptación de sectores como la agricultura o el turismo o avanzar hacia una fiscalidad verde… deberían ser los vectores de una Ley que asegure nuestro futuro y el de las próximas generaciones.
A este paso, tendrá que venir el señor Cañete, hasta hace poco “colega profesional” de nuestros actuales dirigentes, para exigir la adopción de las medidas que contempla y contemplará el denominado Paquete de Invierno. ¿tendremos que esperar hasta entonces para que España se dote de una Ley que haga frente a los retos de un país hipocarbónico?
Hagan números y sean responsables.
