La COVID-19 ha provocado que además de ante una pandemia nos encontremos ante uno de los peores escenarios, en términos económicos, laborales y sociales, desde la Segunda Guerra Mundial. Gran parte de las personas que perdieron su trabajo no encontraron otro empleo y en otros muchos casos no tuvieron la oportunidad de reincorporarse debido al confinamiento de los distintos países, que en muchos casos se alargó durante varios meses. Ha afectado con especial dureza a las mujeres, los jóvenes y los migrantes.
En España, esta pérdida de empleos se ha visto amortiguada por los ERTES, pero esto no ha ocurrido en todos los países, tampoco en algunos geográficamente cercanos. Desde la Organización Internacional del Trabajo se indica que es necesario dar una respuesta a nivel político de forma rápida y coordinada a escala nacional y mundial, en el marco de un sólido liderazgo multilateral, a fin de limitar la incidencia directa del coronavirus en la salud de los trabajadores y sus familias, al tiempo que se mitigan los efectos económicos indirectos en la economía mundial.
Los paquetes de medidas económicas para proteger a las familias, a los trabajadores, a los autónomos y a las empresas (como ejemplo los RDL 7/2020) (RDL 8/2020) fueron consultados a los interlocutores sociales CCOO, UGT, CEOE y CEPYME. El diálogo social en España ha sido consistente durante este año. Los interlocutores sociales han habilitado también páginas web específicas para informar sobre el COVID19, proporcionar comunicados de posición, guías y herramientas.
Pero la nueva realidad ha supuesto un incremento notable de la incidencia sobre la salud mental de los trabajadores y trabajadoras. El teletrabajo ha influido a este aumento, ya que los trabajadores se encuentran aislados y a menudo tratando de conciliar la vida familiar y laboral y ninguna Ley de teletrabajo ofrece una solución integral que abarque todas las realidades. Los trabajadores esenciales se enfrentan también a muchas situaciones estresantes debido al paso de los meses. La OIT publicó una nueva guía para paliar los efectos de todo ello denominado “Gestionar los riegos psicosociales relacionados con el trabajo durante la pandemia de COVID-19”.
Una vez que pase la crisis, numerosos expertos han adelantado que se producirá algo parecido a lo ocurrido en los “felices años 20”. Después de una gran crisis como la actual, siempre viene la etapa de “recuperar el tiempo perdido”. Así lo ha indicado en varias entrevistas a diferentes medios Nicholas Christakis, que indica que “la gente buscará incansablemente las interacciones sociales”. La euforia que se desarrolló durante los años 20 del siglo pasado fue unida al consumo de toda clase de servicios y bienes, y a la aparición de nuevas formas musicales y al “glamour” del nuevo cine.
Es relevante que en 1924 la economía mundial conociera una etapa de expansión cuando justo se habla de 2024 como el año de inicio de auge de la cultura, viajes y gasto por parte de los ciudadanos. Esperemos que todos, Gobiernos y sociedad, hayamos aprendido algo y no pase como bien retrata “El gran Gatsby”, de F. Scott Fitzgerald, y pasemos de una etapa de consumismo desenfrenado a la gran caída de todo lo que supuso el sueño americano.
El diálogo social es la fórmula adecuada para elaborar medidas a largo plazo, sostenibles y en un plano internacional. La clave es precisamente la sostenibilidad de las políticas por parte de los diferentes Gobiernos. Como señala la OIT , varias crisis, entre ellas la Gran Depresión, pusieron de manifiesto que sólo podemos evitar el riesgo de que se produzca un círculo vicioso a la baja mediante la aplicación de políticas integradas y eso debe hacerse desde una reconciliación internacional y a todas luces desde políticas basadas no en austeridad, sino en estímulo de la economía y el alivio de la deuda , el respeto a los derechos humanos, en la solidaridad y en la protección social de los trabajadores y trabajadoras.