Hermana, yo sí te creo, España también, pero el Gobierno, no

Hoy he abierto mi cuenta de Facebook y me he encontrado el mensaje de una mujer que nos agradece el trabajo con el Pacto de Estado y se me confiesa víctima. Me habla de su maltratador y del riesgo que corre su vida y la de sus hijos mandándome ese mensaje. Ya ha denunciado, pero sigue sin poder salir de esa situación, no tiene dinero. No es el primero que me mandan así, y siento al leerlo frustración, una enorme tristeza, antesala del miedo. Yo sigo sintiendo miedo con estas cosas, miedo por su vida, pero sobre todo por nuestra libertad. Muchas noches vuelvo del Congreso a casa pensando si estaremos haciendo todo lo posible para evitar esas vidas infelices, para ser libres. Me esfuerzo en ello. Pero tengo la certeza de que este Gobierno no lo hace. Aquí una explicación.

Este verano dijimos que el Pacto de Estado, no era suficiente para cambiar la vida de las mujeres, porque no estábamos de acuerdo con el concepto de violencia machista que en él se transmitía, porque no había en él ningún tipo de garantía de ejecución presupuestaria ni legislativa al respecto, porque no se incorporaba al movimiento feminista. Es odioso tener razón esta vez, pero se han cumplido todos nuestros pronósticos.

Cuando discutimos las medidas del informe, ningún partido de la cámara estuvo de acuerdo con nosotras en la creación de un observatorio independiente para la incorporación del movimiento feminista (Tampoco el Partido Socialista, por cierto). Dos meses después de la aprobación del informe, y gracias a los obstáculos del Partido Popular, ha sido imposible poner en marcha la comisión de seguimiento de dicho informe, que sería la herramienta parlamentaria pertinente y acordada para su fiscalización. Esta inacción contrasta brutalmente con una calle que grita feminismo, llena de mujeres que han hecho que fuese evidente la necesidad de un nuevo acuerdo contra el machismo. Si hay Pacto, es por ellas.

Acertamos también cuando dijimos que ni las garantías presupuestarias ni las de ejecución legislativa estaban garantizadas. No solo no se ha puesto ni una sola medida en marcha por parte del Gobierno, aunque casi ha expirado ya el plazo para ello, sino que, además, y ante una inminente prórroga presupuestaria, sería lógico que hubiese una modificación de crédito para financiar dichas medidas, de lo que tampoco tenemos noticia. No es que este crédito extraordinario fuese a salvar vidas, apenas supondría unos 1000 euros por municipio al año, pero al menos le exigimos al gobierno que cumpla con el compromiso adquirido. Está claro que la inacción del gobierno es una irresponsabilidad, pero, además, con lo aprobado encima de la mesa, nos tocará debatir también si esta falta de compromiso por su parte es una forma más de violencia machista, institucional y económica. Su falta de acciones en este momento son una forma más de discriminar a las mujeres por el hecho de serlo, a todas las mujeres de este país.

Dijimos también que no compartimos el concepto de Violencia de Género implícito en el Pacto, que queríamos un giro copernicano. No solo es por el género, es el machismo. No somos las mujeres, son los machistas. En esto también España va por delante de sus gobernantes. Todo el país ha entendido ya lo sucedido con Juana Rivas a lo que dice Sostres en RTVE; o que, del juicio de la manada a la brecha salarial, hay el mismo problema: machismo. En cambio, nuestras leyes son más pobres, no reconocen esa causa común. Pacto y Gobierno siguen limitando la violencia machista a aquello que sucede en el ámbito de la pareja o la expareja. Para muestra de ello, lo único que ha hecho el Gobierno en estos dos últimos meses. Una campaña en la que responsabilizan a familiares y amigos de las víctimas de sus asesinatos, como si un gobierno no pudiese hacer nada. Lo cierto es que el Gobierno sí que puede.

Hermana, yo te creo, España te cree, pero el Gobierno no. Con otras leyes, las víctimas de las violaciones podrían acogerse a medidas de protección de las que ahora mismo solo pueden disponer las víctimas de violencia machista en el ámbito de la pareja, como, por ejemplo, tener en cuenta el domicilio de las mismas a la hora de celebrar los juicios o tener todo tipo de acompañamiento psicológico y jurídico durante todo el proceso judicial.

El pacto puede ser otro, y sobre todo puede ponerse en marcha. Mientras esto no suceda, se rompe el acuerdo social e institucional al que llegamos las fuerzas políticas y nos reivindicaba el feminismo.

Pero, sobre todo, si hay un acuerdo roto, es el que el Gobierno tenía con las mujeres. Mientras nosotras ya estamos haciendo nuestra parte de este acuerdo, pagamos nuestros impuestos, nos formamos, cuidamos, trabajamos, ponemos denuncias, salimos a las calles; nuestros gobernantes no pueden garantizar nuestras vidas, como el ministro Zoido reconocía el otro día.

Aún con todo, nos quedan ganas de imaginar un país en el que quepan las mujeres, una constitución que garantice un orden social con nosotras dentro, que nos garantice el derecho a vidas libres de violencias machistas. Ya para siempre, democracia e igualdad van de la mano. Como decían Carmena y Colau el otro día, la España del futuro es feminista. Si este Estado no sirve para garantizar nuestras vidas, transformémoslo. Si nuestra Constitución no sirve para garantizar nuestra libertad, hagamos otra. Si nuestros gobiernos no garantizan nuestras vidas, pactemos las mujeres, vayamos con la gente, sigamos esa senda de las que hoy hacen que nos podamos sentir orgullosas de nuestro país, cojamos el testigo de las que acordaron entre ellas para que hoy podamos votar y abortar. Pactemos las mujeres, porque nosotras nos creemos, #yotambién, ‘nosotras también’ y por eso sabemos que la otra también. Que pare ya, que cambie ya.