La Ley de Enseñanzas Artísticas favorece (también) a la universidad
El 16 de enero de 2024 es un día de celebración no solo para estudiantes, docentes y personal de los centros superiores de enseñanzas artísticas, sino también para nuestra sociedad y para la educación superior en su conjunto (también la universitaria). De nuevo se presentó en el Consejo de Ministros el Proyecto de Ley de Enseñanzas Artísticas, que, por apenas unos días, no pudo aprobarse en junio del año pasado por el adelanto electoral.
Algunos medios de comunicación vuelven a hacerse eco de declaraciones de ciertos decanatos de facultades de Bellas Artes que exigen airadamente su retirada. Este punto de vista particular, que no se corresponde con muchas facultades universitarias con quienes tenemos una excelente relación, busca tirar por tierra una norma que los conservatorios y las escuelas superiores de enseñanzas artísticas de Arte Dramático, Artes Plásticas, Danza, Diseño, Conservación y Restauración o Música, venimos demandando desde hace demasiado tiempo (¡existimos en nuestro país desde 1830!). Hay que agradecer que en los últimos años se han venido desarrollando labores en muchos frentes, como resultado del desarrollo del Estatuto del Artista, para, por fin, regular adecuadamente las profesiones creativas. En esa misma línea, esta Ley persigue ayudar a que el trabajo de base que realizamos en los centros de formación artística se realice en unas condiciones menos precarias que las actuales. No es un paso de gigante, ni mucho menos. Sino la primera piedra de un camino de baldosas amarillas que los centros artísticos superiores es insoslayable que andemos casi dos siglos después de nuestro nacimiento.
Ya lo explicamos el pasado 12 de marzo de 2023 en un comunicado que emitimos desde la Asociación Española de Centros Superiores de Enseñanzas Artísticas (Acesea), que incluye a 69 conservatorios y escuelas superiores, pero parece de nuevo necesario que insistamos y reitere los argumentos que en él recogimos.
Son lamentables las declaraciones que se están vertiendo en los medios con un tono furibundo, ausente de toda empatía y, por qué no decirlo, clasista, hacia unas enseñanzas artísticas superiores que simplemente rogamos que se nos trate en condiciones de cierta igualdad con los centros universitarios con quienes, por mucho que a unos pocos les pese, compartimos el espacio de la educación superior. Lamentablemente, como ya ocurriera el año pasado y ha sucedido con otros avances legislativos, parece que sigue habiendo fuerzas retrógradas a quienes encoleriza que se alcancen derechos que quieren reservar solo para unas élites privilegiadas.
Para no dejarse llevar por los bulos que se están difundiendo y sacar conclusiones propias, basta leerse el Proyecto de Ley para tener claro que su objetivo es ayudar a la mejora de las condiciones de estudiantes, docentes y personal de los centros de Enseñanzas Artísticas Superiores, sin perjudicar a nadie y, mucho menos, a la Universidad. De hecho, la favorece.
No es una novedad, como se ha dicho intentando confundir a la opinión pública, que los estudios de los centros de enseñanzas artísticas superiores sean equivalentes a los universitarios. Esto es así, afortunadamente, desde la LOGSE de 1990. Alarma ver que desde algunos decanatos de Bellas Artes se intente ahora retroceder 34 años en el tiempo. ¿Qué pretenden? ¿Convertir en papel mojado las titulaciones superiores oficiales, equivalentes a Grado y Máster, de las personas que nos hemos venido egresando en los centros artísticos superiores en estas décadas? ¿O es que no se han enterado de que el hecho de que nuestras titulaciones lleven siendo todos estos años equivalentes a las universitarias ha permitido un feliz tránsito e intercambio de estudiantes entre nuestro ámbito y el universitario? No me tengo que ir muy lejos: mi título superior de enseñanzas artísticas de la RESAD, al ser equivalente a la entonces licenciatura universitaria, me permitió doctorarme hace casi dos décadas en Comunicación Audiovisual en la Universidad Complutense y, afortunadamente, mi caso es una pequeña muestra de todas las personas que dichosamente transitamos entre ambos espacios, en uno y otro sentido, completando nuestra formación como estudiantes o desarrollando una carrera docente e investigadora.
La novedad de la Ley en relación a los títulos es, simplemente, que, ahora sí, los títulos de Grado en Enseñanzas Artísticas Superiores, ya que en el caso de los Másteres en Enseñanzas Artísticas Superiores ya sucedía, deberán pasar procesos de verificación y evaluación similares a los universitarios. Algo que parece que se ha obviado desde posiciones malintencionadas, como también parece que ha ocurrido con el hecho de que las y los aspirantes a ingresar en nuestros centros artísticos superiores, además del Bachillerato, deben superar unos exámenes específicos mucho más exigentes que las pruebas de acceso a la Universidad.
Desde hace ya muchos años son numerosos los congresos, jornadas, publicaciones, o incluso, profesorado y personas dedicadas a la investigación y a la creación, compartidos entre las Enseñanzas Artísticas Superiores y la Universidad. Esto ha sido gracias a un respeto y a una complicidad mutuas, que ahora no se pueden menoscabar. En esa línea, una de las vías de colaboración que esta Ley abre es la de los doctorados específicos, que los centros artísticos superiores deberán realizar obligatoriamente en colaboración con las universidades. El tercer ciclo se convertirá, de esta manera, no solo en un punto de encuentro provechoso a nivel académico, sino en una fuente ingente de estudiantes que irán de los grados y másteres de enseñanzas artísticas superiores a estos nuevos doctorados universitarios.
Nuestro país puede enorgullecerse del elevado nivel de las y los profesionales que se dedican al arte, pero no debemos de olvidar que quienes mañana crearán, ahora están en nuestras aulas y solo demandan poder formarse en condiciones dignas. En unas condiciones que no podemos permitirnos que empeoren aun más, si aspiramos a seguir fortaleciendo una sociedad libre, igualitaria y fraternal que no dé la espalda a las creadoras y creadores del futuro.
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