LOMLOE: ¿son las competencias básicas la solución o el problema educativo?
Las autoridades educativas han realizado un diagnóstico (sin que se conozcan los estudios que lo fundamentan) de las carencias de nuestro sistema educativo: el modelo actual de enseñanza está basado en la acumulación enciclopédica y memorística de datos, por lo que no sirve para el nuevo paradigma social y productivo en el que lo que cuenta es el desarrollo de una serie de capacidades generales que el alumnado debe adquirir como preparación para su futura vida laboral. Este enfoque se enmarca en las ‘nuevas’ propuestas pedagógicas (surgidas hace un siglo): John Dewey—aprendizaje como proceso de autoconstrucción a través del estudio de problemas de la vida diaria—, William Kilpatrick —aprendizaje por proyectos— y Jerome Bruner-aprendizaje por descubrimiento—. Estas ideas han inspirado las vigentes organizaciones curriculares de Canadá y de varios países de la OCDE. Como regla general, se afirma que la enseñanza debe ser democrática, permitiendo que se estructure en torno a los intereses del alumnado, que es el auténtico protagonista al aprender de forma autónoma por descubrimiento; el profesorado, en consecuencia, debe tener un papel auxiliar al no tener como misión la impartición de contenidos. Ahora lo importante es el desarrollo de una serie de capacidades que los alumnos van a adquirir en su estudio de la realidad, de forma independiente a cualquier tipo de conocimiento, que pasa a ser secundario. Las distintas materias se van a sustituir (en la Comunitat Valenciana ya es obligatorio) por ámbitos que resultan de la integración de varias disciplinas (rompiendo el principio de especialización docente), ya que las asignaturas se conciben como compartimentos estancos que fragmentan la realidad.
El ‘nuevo’ marco educativo ha resultado ser un ave Fénix que ha ido resurgiendo de sus cenizas (fracasos) a través del tiempo (por ejemplo, en la crisis educativa originada por el satélite ruso Sputnik o más recientemente con el movimiento STEM) bajo diferentes denominaciones (aprendizaje por descubrimiento, basado en problemas y experimental). Actualmente, esta visión está siendo muy cuestionada por estudios publicados en revistas de educación por prestigiosos investigadores: McComas, Reynante, Zeidler y Zhang (Estados Unidos), Sweller (Australia), Jerrim y Oliver (Reino Unido), Sahlgren (Finlandia), Haeck (Canadá), Wennström (Suecia) y García-Carmona y Toma (España). Llaman la atención las críticas realizadas sobre las supuestas bondades de los sistemas educativos de países (Finlandia y Canadá) que hace unos años se citaban como ejemplos de éxito. Se concluye que capacidades como la resolución de problemas o el pensamiento crítico no son capacidades generales de pensamiento, sino que se desarrollan efectivamente cuando se asocian a los conocimientos particulares perfectamente organizados y jerarquizados de cada una de las materias. Pero no solo no se consiguen los pretendidos objetivos del aprendizaje inductivo por descubrimiento, sino que además se ha demostrado que los alumnos que trabajan este tipo de metodología disminuyen su rendimiento escolar en ciencias y matemáticas, acrecentándose singularmente los problemas de lectoescritura en los estudiantes más necesitados de apoyo. Este bajo rendimiento se produce por un limitado aprovechamiento del tiempo escolar en el que el alumnado debe aprender en un contexto demasiado abierto, escasamente acotado por su profesor, lo que además sobrecarga continuamente su memoria de trabajo y, en consecuencia, restringe la adquisición de conocimiento. Cuanto mayor es el tiempo que se expone a un alumno a esta forma de aprendizaje, más acusada resulta la merma de su rendimiento escolar. En concreto, los alumnos generan importantes lagunas de conocimiento y cuando sí que lo construyen, lo hacen de forma confusa y desordenada, desarrollando en paralelo importantes errores conceptuales.
La decantación hacia las denominadas capacidades generales, vacías de contenido, por minusvaloración del conocimiento y la asignación de un papel poco relevante al profesorado especialista y cualificado (garante de que los conceptos y procedimientos de cada materia se imparten y se aprenden adecuadamente), producirá futuros ciudadanos sin una base de razonamiento bien estructurada y robusta que les permita pensar de forma crítica. Los distintos autores mencionados previamente también coinciden en que los planteamientos de la ‘nueva’ pedagogía van a dificultar enormemente el ascenso social, perpetuándose las diferencias existentes de partida. ¿Se está propiciando privar a la mayoría del alumnado de conocimiento para que solo la parte más pudiente lo posea en exclusiva? ¿Será el alumnado menos favorecido por circunstancias socioeconómicas el más perjudicado al no tener medios para compensar lo que la escuela no le va a proporcionar?
30