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Una moción que anuncia escenarios

El candidato a la Presidencia del Gobierno, Ramón Tamames, acompañado del líder del partido, Santiago Abascal.

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El martes, cuando Santiago Abascal suba a la tribuna del Congreso de los Diputados a defender la segunda moción de censura que presenta en esta legislatura, seguramente para la mayoría de españoles de a pie pasará totalmente desapercibida, vista como una pieza más de ese inmenso puzle de ruido del “y tú más” en que se ha convertido la vida política y parlamentaria en nuestro país. Los que seguimos la actualidad política de una manera más intensa, sin embargo, tendremos una poderosa sensación de dejà vú, de algo ya vivido.

Estamos ante la sexta moción de censura de la democracia. De 1978 a 2016 se presentaron dos —Felipe González a Adolfo Suárez (1980) y Antonio Hernández Mancha a González (1987)— y, de 2017 a 2020, tres —Pablo Iglesias a Mariano Rajoy (2017), Pedro Sánchez a Rajoy (2018) y Santiago Abascal a Sánchez (2020)—. Tras un periodo de relativa calma, y seguramente condicionado por la cercanía de la cita electoral del 28 de mayo, Vox vuelve a intentar derrocar a Pedro Sánchez, a través de una herramienta constitucional que puede utilizar cada diputado firmante (se necesita la rúbrica de un mínimo de 35 diputados para presentarla) solo una vez cada periodo de sesiones.

En la anterior, el candidato fue el propio Abascal, pero el rotundo fracaso de la misma ha llevado a que, en esta ocasión, el partido ultraderechista presente un aspirante independiente, el economista y exdiputado Ramón Tamames, de 89 años. Queda por ver si ahora el Gobierno vuelve a salir reforzado, consciente como es de que, con la foto del hemiciclo actual, no existe alternativa a la coalición gobernante. O lo que es lo mismo: intentando convertir, en el relato político, los noes a Abascal en síes a su Gobierno.

En esta ocasión, el discurso de Vox tampoco ha servido para encontrar demasiados aliados en otras fuerzas políticas (si acaso, algún grupo minoritario), pero sí parece haber conseguido un cambio de posición en el principal partido de la oposición, el PP, que va a pasar del no rotundo de su grupo parlamentario en la moción de censura debatida en 2020 (cuando el partido lo lideraba Pablo Casado, cuyo discurso de posición en el debate destacó por su dureza con el proponente) a la abstención.

En este caso, el PP volverá a ser crítico con la maniobra de Vox, pero la portavoz popular, Cuca Gamarra, introducirá en su intervención la petición al presidente del Gobierno de que disuelva las Cortes y convoque elecciones generales. Su anunciada abstención es un mensaje a Vox, en el sentido de que, de igual manera que su no en la anterior moción de censura mostraba la disposición de los populares a protagonizar en solitario la oposición al Gobierno PSOE-Podemos, ahora abre la puerta, si fuera necesario, a llegar a algún acuerdo con los de Abascal para gobernar este país tras las próximas elecciones generales (y en los casos autonómicos y locales en los que fuera indispensable —al modo de Castilla y León, a pesar de las evidentes tensiones en ese Gobierno—). Es importante recordar que en la moción que presentó Podemos al PP en 2017 el PSOE no votó en contra, sino que se abstuvo y eso desembocó, años después, en la formación de un Gobierno de coalición entre ambas fuerzas políticas. 

Habrá que estar pendientes, también, de cómo le sienta la moción al partido de Abascal. De las cinco anteriores, una salió adelante y de las cuatro restantes sólo una sirvió para reforzar al candidato propuesto (González, en 1980). Las otras tres se acabaron convirtiendo en un problema para sus promotores. La moción presentada por Hernández Mancha hundió completamente su figura política y acabó con su carrera pública y la de Iglesias en 2017 emborronó su figura como candidato real a liderar la izquierda y, por ende, a ser un candidato con verdaderas opciones de ser presidente del Gobierno. De hecho, la presentó cuando tenía 71 escaños y, dos años después, en las elecciones generales de 2019, ya solo consiguió 35 asientos en el Congreso de los Diputados. En el caso de la moción anterior de Vox, los de Abascal no consiguieron reforzar sus opciones electorales, más bien al contrario. Desde ese momento, la mayoría de sondeos le otorgan un apoyo menor al 15% que obtuvo en 2019. La mayoría absoluta del PP en Andalucía fue la plasmación práctica de esa tendencia, cuando Vox aspiraba a condicionar el Ejecutivo andaluz y pasó a ser irrelevante (llevándose por delante a Macarena Olona, lo que podría ser el germen del vuelco ideológico mostrado por la exdiputada en sus últimas apariciones públicas).

La moción de censura se convierte, así, en un primerísimo mitin electoral, dentro de lo que hemos venido a llamar en LLYC “La Gran Campaña”. Menos de dos semanas después se disolverán los parlamentos autonómicos correspondientes (todos, menos Andalucía, Castilla y León, Cataluña, Galicia y País Vasco) y comenzará, de facto, la precampaña. Estaremos ante unos meses (nueve) en los que alcanzar cualquier acuerdo será muy complicado, ya que cualquier entendimiento tendrá que pasar por el tamiz de una maquinaria, los partidos, que ya solo tienen un objetivo en la cabeza: los votos de los españoles.

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