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Narcotizados, depresivos y eufóricos: lo que el modelo económico empresarial esconde

Trabajadores de la construcción.

Ricardo Chiva Gómez

Catedrático de Organización de Empresas en la Universitat Jaume I —

Una de las principales características del modelo económico empresarial existente en nuestro país es que provoca una calidad del empleo extremadamente baja, de hecho, es de las más bajas de la OCDE, lo cual se observa en los abusos de modalidades de contratación temporal y de falsos autónomos, salarios ridículamente bajos, jornadas reales de infarto, escasa seguridad laboral, y en general, condiciones laborales pésimas que conducen a una brutal desigualdad económica y social. Todo ello permite a las empresas reducir sus costes laborales y probablemente en el corto plazo incrementar sus beneficios. Pero ¿qué efectos tiene en los trabajadores? Eso parece que importa poco, al menos a los que han fomentado y creado este modelo económico empresarial.

Lo primero que podemos decir es que trabajar en entornos laborales donde se dan estas características suele ir de la mano de ambientes tóxicos, poco o nada motivantes, y autoritarios o poco participativos. Ante esta situación, las personas tienen pocas alternativas. La primera de ellas es desistir, vivir narcotizados, asumir la situación; y se asume porque nos van enseñando poco a poco a hacerlo. Tal y como explica Marvin Harris en su libro sobre antropología general, la aceptación de la desigualdad económica depende mucho más del control del pensamiento que de la pura fuerza represiva. Así pues, se nos enseña que el principal obstáculo que nos impide alcanzar una vida laboral decente somos nosotros mismos, nuestros escasos méritos intelectuales o baja voluntad de competir. Por lo tanto, la culpa es nuestra, y así dirigimos nuestro resentimiento contra nosotros mismos, los que están en el mismo escalafón o incluso inferiores. De ahí, entre otras cosas, sentimientos de culpa, enfermedades mentales, rechazos a inmigrantes, o desencanto con grupos políticos que defienden nuestros intereses. Como decía José Luis San Pedro nos educan mal, nos educan para ser súbditos, no para tener pensamiento propio. Y el miedo es la emoción que nos transmiten.

La actitud narcotizada conlleva conformidad y pasividad, porque se acepta que las cosas son así, las empresas y la economía es así, y hay que aceptarlo. Por eso, cuando nos ofrecen un puesto de trabajo con un salario miserable y un horario real penoso lo aceptamos y hasta estamos agradecidos.

Por otro lado, y a pesar de la moda del mindfulness o atención plena, lo que predomina en estos entornos laborales es lo opuesto: el mindlessness o piloto automático, que surge porque estos trabajos son repetitivos, con poca autonomía y donde raras veces se puede aprender. En ese estado dejamos de estar presentes, en la actividad, y nos evadimos, la cabeza se va, nos aburrimos, nos volvemos apáticos o incluso ansiosos, por los miedos, todo lo cual puede llevar también a depresiones. Al final nuestra salud se ve afectada.

Pero estar mal no acaba de convencer a los defensores del modelo, así que en los últimos años ciertos planteamientos empresariales más centrados en la eficacia, los objetivos, los indicadores o el logro han dado paso, junto con la denominada psicología positiva y cientos de charlatanes, al “tú puedes, si quieres puedes, sé positivo, todo va bien, pero lucha a tope que puedes”. Así que muchos trabajadores eufóricos se animan mutuamente para sacar fuerzas de donde no las hay para seguir adelante y encima mostrar una sonrisa mientras soportan condiciones laborales deprimentes.

En definitiva, este modelo empresarial y el modelo económico neoliberal que lo sustenta conlleva graves consecuencias en el bienestar de las personas, o mejor dicho malestar. Malestar que se agrava por la poca inversión en salud y educación. Como decía Anita Botwin (eldiario.es 27/1/2018) recientemente es el sistema, el modelo económico y empresarial, el que está enfermo. Y ¿no hay nada que hacer?

Obviamente este modelo no es el único; a pesar de que nos hagan creer que sí. Existen otros modelos económico empresariales que fomentan una elevada calidad del empleo porque consideran que la innovación empresarial es clave. En dichos modelos, las personas reciben salarios justos, tienen autonomía, aprenden, y por supuesto generan valor añadido en la empresa y en la sociedad, lo que repercute en mayor bienestar. Dichos modelos se ven sustentados por políticas económicas que invierten en salud, educación, investigación e innovación, y que defienden y aplican sistemas fiscales justos y progresivos. Ojalá podamos despertar pronto de esta narcosis sistémica, y dejemos atrás el modelo económico empresarial vigente, tan perjudicial para la gran mayoría.

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