En España, cada cuatro horas, un profesional de la salud se sienta delante de una mujer para comunicarle que padece cáncer de cuello uterino. Aunque no lo diga, este profesional sabe que, aproximadamente, dos de cada seis mujeres a las que da la noticia no lo superarán. ¿Sería posible reducir, cuando no evitar, estas escenas?
En su búsqueda de respuestas, el profesional puede que recuerde lo importante que sería disponer de unos programas de cribado más extensos, y también en la necesidad de concienciar a la población sobre las medidas de prevención existentes. Esta imagen de la soledad del profesional y de la angustia de la paciente ante la cruda realidad debe superar esas cuatro paredes, salir a la luz y situarse en el centro del debate sobre qué sanidad pública queremos. No se puede seguir postergando la salud de la mujer en la agenda pública, pues junto con la atención a la tercera edad y la infancia, es uno de los tres pilares que sostienen la sanidad pública en un Estado del Bienestar digno.
En materia de salud de la mujer, el cáncer es uno de los principales problemas que debemos combatir: según el informe anual “Las cifras del cáncer en 2023”, de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), en España el año pasado se diagnosticaron 2.326 nuevos casos de cáncer de cuello uterino –también llamado de cérvix–. Debemos a esta patología, originada en la mayoría de los casos por una infección por virus del papiloma humano (VPH), el fallecimiento de cerca de 700 mujeres el año pasado. Y eso que este es uno de los tipos de cáncer relativamente poco frecuentes: en su variante más extendida, el de mama, sólo en 2023 se detectaron unos 35.000 nuevos casos en nuestro país, es decir, 96 nuevos casos cada día.
Contra el cáncer, y especialmente en la prevención del cáncer en mujeres, la estrategia más sólida, efectiva y exitosa es el cribado poblacional. Los cribados son clave para reducir los fallecimientos, pues ayudan a mejorar considerablemente las tasas de supervivencia a la enfermedad al detectarla a tiempo.
Un estudio del Gobierno canario cuantificó, ya en 2015, cómo y hasta qué punto las pruebas y cribados de cáncer de mama resultan mucho más efectivos con relación a su coste que otras intervenciones rutinarias cuando se realizan con la amplitud y calidad necesarias. Este informe ponía de manifiesto que, para maximizar sus beneficios, es necesario impulsar un programa de cribado poblacional no solo a nivel autonómico, sino nacional.
La mujer española ha avanzado mucho en cuanto a concienciación y prevención, y hoy podemos decir que el cribado es ya una práctica habitual: hasta el 92% de las mujeres en España de entre 50 y 69 años participa, al menos una vez cada dos años, en programas de pruebas para la detección de cáncer de mama. Aunque se trata de una tasa superior a las de países vecinos como Francia, Italia, Bélgica o Alemania, todavía distamos de seguir las recomendaciones de la Unión Europea (UE), que aconseja ampliar el alcance de estos programas de cribado de cáncer de mama a las mujeres de entre 45 y 74 años.
Mientras el cribado a través de mamografías regulares constituye una excelente estrategia para su detección temprana, en prevención de cáncer de cérvix avanzamos de la mano de una doble estrategia preventiva que combina la vacunación poblacional y los cribados. El Documento de Consenso sobre la modificación del programa de cribado de cáncer de cérvix, de 2023, recomienda adelantar la edad de cribado primario para determinar el virus del papiloma humano de alto riesgo (VPH-AR) de los 35 a los 30 años, en línea con las recomendaciones del Consejo de la UE y de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Pero mientras perfeccionamos las estrategias preventivas en cáncer, encontramos que la auténtica alarma que enfrenta hoy la salud de la mujer son las infecciones de transmisión sexual (ITS).
Si bien tanto el cáncer de pecho y de útero son viejos conocidos de la salud pública, las ITS, en España y en todo el mundo, están alcanzando proporciones epidémicas, sobre todo entre mujeres jóvenes. Dos ejemplos: los casos de gonorrea en mujeres se han disparado un 766% desde 2012, mientras que los casos de clamidiasis han crecido un 366% desde 2016 entre las más jóvenes.
Parte de la explicación de este incremento es que España aún presenta tasas bajas de pruebas médicas: solo el 5% de las mujeres españolas se ha sometido a una prueba de detección de ITS en el año previo, según recoge el Índice Global Hologic de Salud de las Mujeres, publicado en 2023. Este porcentaje contrasta con el 8% de media entre los países de la Unión Europea y el promedio mundial del 10% que recoge este estudio realizado junto con el instituto Gallup.
Resulta evidente que el cribado de ITS en materia de Salud de la Mujer debería pasar de recomendable a preceptivo; al menos hasta alcanzar las tasas de participación de nuestros vecinos europeos. Fortalecer la prevención es una estrategia indispensable en el cuidado de la salud de la mujer. Ha funcionado con el cáncer y debería funcionar con las ITS. Trabajando juntos, los profesionales de la medicina, las administraciones, las pacientes y la sociedad conseguiremos incrementar las tasas de cribados entre las mujeres y, por tanto, mejorar la salud del conjunto -hombres incluidos- de la población española.
Así como las mujeres hemos interiorizado que nuestra salud no sólo nos beneficia a nosotras mismas, sino también a nuestros seres queridos, las mujeres deberíamos poder encontrar también el hueco en nuestras agendas para que nuestro cuidado sea la primera de nuestras responsabilidades. Es por ello que el conjunto de la sociedad, empezando por el Estado y la Administración, debe entender que, en materia de salud, la prevención nunca sobra.