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Las trágicas consecuencias de la indiferencia

Personal de la guardia costera griega traslada el cadáver de un migrante tras el naufragio en el Mar Jónico de un pesquero con cientos de personas a bordo. EFE/EPA/YANNIS KOLESIDIS

Duccio Staderini / Sonia Balleron / Sonia Balleron, coordinadores generales de Médicos Sin Fronteras en Grecia

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Tras el trágico naufragio frente a las costas de Pylos (Grecia) que se cobró la vida de unas 600 personas, los dirigentes de la Unión Europa siguieron, sin pudor, el mismo guion de siempre ya familiar durante los últimos años. Mientras expresaban su profunda tristeza, seguían abogando por mantener las mismas medidas: luchar contra los traficantes, fortificar las fronteras y financiar a terceros países para impedir las salidas. Políticas que permiten muertes y sufrimiento en lugar de rescate y acceso a protección. Sin embargo, mientras corean una y otra vez sus hipócritas discursos, las tragedias en las fronteras europeas se suceden sin cesar, exponiendo el desastroso fracaso del enfoque europeo de la migración. El naufragio más reciente es solo el último de una serie de innumerables tragedias que podrían haberse evitado. En lo que llevamos de 2023, han muerto 1 871 personas en el Mediterráneo. Estas muertes no se producen a pesar de las políticas fronterizas de la UE sino precisamente como consecuencia directa de ellas.

Las políticas fronterizas restrictivas de la UE no han desmantelado las redes de contrabando, sino que han reforzado la brutalidad de este mortal negocio en detrimento de quienes huyen de los conflictos, la violencia y la miseria y buscan protección en Europa. La ausencia de vías legales y seguras para llegar al continente empuja a las personas desesperadas hacia rutas más peligrosas y letales que enriquecen a los traficantes. La creciente criminalización de los migrantes en la que insisten las autoridades griegas y las instituciones de la UE es otro intento retórico de desviar la atención de un análisis crítico y en profundidad de la conducta de todas las partes responsables de esta tragedia.

La negativa inquebrantable de los dirigentes de la UE a establecer una operación específica de búsqueda y salvamento, junto con sus persistentes intentos de desmantelar y obstruir los esfuerzos civiles de rescate, no elimina el impulso de las personas a emprender peligrosas travesías para escapar de la violencia, las crisis o la muerte. Por el contrario, el resultado de la política migratoria de la UE, centrada en erigir muros, centros de detención y procedimientos de asilo acelerados, está fomentando el sufrimiento de las personas, la violencia institucional y la privación de su derecho a solicitar asilo.

Los dirigentes de la UE son plenamente conscientes de estas realidades pero, más allá de sus palabras, sus acciones delatan una auténtica falta de preocupación. Escudados en un velo de indiferencia, en años de deshumanización de migrantes y refugiados y en una abrumadora sensación de fatiga de la compasión de gran parte de la opinión pública europea, persisten en aferrarse a las mismas soluciones violentas.

Lamentablemente, hace unos días se propusieron cambios en el Pacto de Migración de la UE que dificultarán aún más el acceso de las personas a la seguridad y la protección, reforzando el énfasis en la disuasión, los procedimientos fronterizos rápidos y la detención de facto, y las devoluciones aceleradas. Nuestra experiencia en las fronteras europeas nos enseña que este tipo de políticas no prioriza los derechos y el bienestar de quienes buscan ayuda, seguridad y protección en Europa, sino que, por el contrario, provoca devoluciones y rechazos cada vez más violentos, rutas migratorias más peligrosas y, en última instancia, más muertes en el mar.

En nuestros años de trabajo en varias fronteras europeas, Médicos Sin Fronteras (MSF) ha sido testigo de esta tragedia continua. Nuestros trabajadores humanitarios se ven cada día más impotentes en un entorno cada vez más difícil.

En Pylos, como recientemente en Cutro, nuestros equipos médicos y psicológicos han prestado asistencia a los supervivientes de los naufragios, escuchando las historias habituales de violencia en Libia y de dramáticas experiencias en el mar. 

“No bebí agua durante dos días, pero lloré tanto que no sentía sed. Cuando el barco volcó, me agarré a una barandilla metálica para salvar mi vida. Pude ver cómo la gente salía despedida, cómo algunos eran aplastados contra partes del barco y cómo se precipitaban al mar. Día y noche, aún oigo los gritos de la gente y el sonido de las burbujas mientras se ahogaban y se hundían. Estoy aquí sentado contando esta historia mientras sus cuerpos alimentan a los peces”, nos ha contado uno de los 87 supervivientes a los que hemos atendido en el centro de registro de Malakasa.

Mientras tanto, nuestros equipos de búsqueda y rescate en el Mediterráneo central, que trabajan sin descanso para evitar tragedias similares, se enfrentan constantemente a barreras administrativas y legales, con el riesgo continuo de ser criminalizados por las autoridades de la UE por este acto fundamental de solidaridad humana. Resulta inquietante que en Grecia, donde MSF responde en los puntos de llegada de Lesbos y Samos, sigamos siendo testigos y escuchando relatos de personas desaparecidas, rechazadas a la fuerza y sometidas a abusos físicos por parte de agresores enmascarados. Al parecer, algunos de estos individuos se hacen pasar por médicos o incluso por representantes de MSF, explotando la confianza de personas vulnerables. Desde el inicio de nuestras actividades en Lesbos hace un año, 940 personas han desaparecido, probablemente devueltas por la fuerza a Turquía.

A lo largo de los años, nuestros continuos intentos de denunciar estas atrocidades y pedir acciones parecen inútiles y repetitivos. Es como si se hubiera construido un muro de silencio e indiferencia en las fronteras de la UE. Incluso cuando se pierden 600 vidas, se convierte en un mero parpadeo en el ciclo de noticias que ofrece a los líderes de la UE la oportunidad de expresar su pesar y luego seguir como siempre, mientras la lista de vidas perdidas en busca de refugio en suelo europeo sigue creciendo.

Este ciclo mortal de violencia, muerte, apatía y falta de asunción de responsabilidades debe cesar. Los dirigentes de la UE deben poner fin a su retórica tramposa y promover la rendición de cuentas mediante un escrutinio transparente de las muertes en el mar de quienes buscan seguridad y protección en las fronteras de la UE. La UE debe actuar con decisión para proporcionar vías seguras y legales para la migración y garantizar operaciones de búsqueda y rescate sólidas y coordinadas, basando su enfoque en los principios de dignidad humana y solidaridad.

Solo cuando hechos como el de Pylos se reconozcan, no como casos aislados, sino como tragedias sistemáticas e inducidas por las políticas, honraremos verdaderamente las vidas perdidas y allanaremos el camino para un enfoque más humano y eficaz de la migración en Europa.

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