De alimañas a especies protegidas: la otra transición española
La dictadura de Franco representó un período especialmente siniestro para la conservación de la naturaleza. Las tareas de persecución y exterminio de la fauna silvestre impulsadas por el gobierno franquista estuvieron a punto de acabar para siempre con buena parte de la fauna ibérica. En aquellos años los animales salvajes estaban clasificados en dos grandes grupos. Los que matamos nosotros: conejos, perdices, patos, liebres, palomas, truchas, salmones, etc; y los que nos mata la naturaleza: águilas, linces, zorros, lobos, nutrias, etc. De modo que, tanto si pertenecías a un grupo o al otro, tu suerte en el campo español estaba echada.
Para acabar con los pertenecientes al segundo grupo, el 11 de Agosto de 1953 entró en vigor la tristemente famosa “Ley de Alimañas”. Una estrategia del Ministerio de Agricultura impulsada por el propio dictador (quien también disfrutaba mucho dando muerte a los animales) y dirigida a proteger la “riqueza cinegética”: es decir, lo que nos corresponde matar en exclusiva y por gracia divina a nosotros.
A tal efecto se constituyeron las Juntas Provinciales de Extinción de Animales Dañinos y Protección a la Caza. Una especie de tribunales de la inquisición animal que, dependientes de la Dirección General de Montes, Caza y Pesca Fluvial, tenían entre sus principales misiones las de “procurar el suministro y distribución de venenos, lazos y demás medios de extinción de animales dañinos” y “premiar a los alimañeros y a cuantos demostrasen de modo fehaciente su aportación en la lucha para su erradicación”.
De ese modo, ya fuera a manos de unos u otros, todas las poblaciones de animales salvajes, cualquiera que fuera su condición, cayeron en picado en nuestro país.
En poco más de cinco años se exterminaron más de medio millón de animales que pasaron a ser considerados como alimañas. Entre ellos 2.000 lobos, 55.000 zorros, 50.000 cuervos, 3.500 gatos monteses, 4.000 jinetas, 5.000 águilas, 6.000 halcones y alcotanes, 11.000 milanos y 1.000 buitres. A todos ellos habría que sumar centenares de miles, tal vez millones de ejemplares de muchas otras especies de lo más variadas: desde nutrias a urracas; desde linces a lagartos.
Algunas pasaron de tener un estatus poblacional relativamente estable a situarse al borde mismo de la extinción. Algo que habría sucedido con toda certeza de no ser por la aparición de una figura fundamental para la conservación de la naturaleza en España: el Dr. Félix Rodríguez de la Fuente, quien no solo consiguió que los animales considerados alimañas dejaran de ser perseguidos y masacrados, sino que empezasen a ser reconocidos como especies protegidas, custodiados y amparados por la ley.
Una de aquellas especies salvadas in extremis fue el buitre leonado. Perseguido y aniquilado por los alimañeros, en los años sesenta la población de esta beneficiosa rapaz necrófaga, auténtico agente sanitario de nuestros campos, había caído hasta el punto de desaparecer por completo de la mayor parte de sus antiguos territorios.
Recuerdo una conversación con mi querido y admirado Hoticiano Hernando, guarda mayor del Refugio de Rapaces de Adena (hoy WWF) en Montejo de la Vega de la Serrezuela (Segovia), en la que me contaba como los alimañeros llegaban con el carro a la plaza de la iglesia y los jóvenes le iban trayendo buitres muertos a peseta el ejemplar.
En 1979, tras pasar de alimaña a especie protegida, el Primer Censo Nacional de Buitreras cifró en 3.240 parejas la población española de esta rapaz. Durante los años siguientes algunos grupos conservacionistas como WWF y SEO/Birdlife a nivel nacional o Fapas y Gurelur en Asturias y Navarra respectivamente realizaron valiosos esfuerzos para favorecer su recuperación.
Uno de los métodos más efectivos fue la instalación y el mantenimiento de comederos o muladares en las proximidades de las buitreras. El objetivo era garantizar el aporte alimentario a los carroñeros, que con la mecanización del campo y el abandono de la ganadería extensiva habían perdido la posibilidad de abastecerse con las reses muertas. Y los resultados no se hicieron esperar.
En el censo de 1989 se contabilizaron 8.000 parejas, marcando el inicio de una de las recuperaciones poblacionales más reveladoras de cuantas se han dado en la fauna ibérica en los últimos años. En 1999 la población alcanzaba ya las 17.000.
Elúltimo estudio poblacional llevado a cabo por SEO/Birdlife en 2008 arrojaba un espectacular aumento en el número de parejas hasta alcanzar las 25.000.
Actualmente, y a pesar del daño a los buitres causado por el uso del glifosato en el campo o por el cierre de muladares tras la crisis de las vacas locas, el número de parejas rondaría las 30.000, faltando tan solo en tres comunidades autónomas y con cerca de dos mil colonias de cría repartidas por todo el país.
El buitre leonado, una de las aves más espectaculares y beneficiosas de la fauna ibérica, dejó de estar amenazada cuando dejó de ser una alimaña, y ello se debió a la figura de Félix, padre de la transición hacia la conservación de la naturaleza en España. Una labor continuada por los grupos conservacionistas, a quienes seguimos adeudando el debido reconocimiento por su magnífica labor al respecto.