Otra Andalucía
Un contexto político complicado como nunca hizo de las elecciones autonómicas andaluzas el centro de atención de la política española, dejando a la propia Andalucía fuera del centro y ofreciendo un debate muy pobre sobre sus problemas.
Desconozco Andalucía y sin embargo está ahí y me afecta y, de algún modo, me importa. Por ser gallego, y también por razones personales, siento familiaridad viajando por Zamora, León o el Norte de Portugal, cosa que no me sucedió en las ocasiones en que estuve por Andalucía. Por el contrario, sentí extrañeza ante un país y una gente tan distinta. Las personas somos todas muy parecidas, pero la gente varía de un país a otro aunque la televisión nos diga lo contrario.
Es tan evidente lo específico de ese lugar que existen estereotipos muy dibujados de “lo sevillano/andaluz”, pero por debajo del estereotipo existen rasgos muy marcados que desconciertan a quienes no somos de allí. La distancia y la diferencia la resumía el padre de un amigo mío: “Eu non sei o que son. Ou eles non son españois ou non o somos nós” (“Yo no sé lo que son. O ellos no son españoles o no lo somos nosotros”). Sí, afortunadamente hay lugares distintos y el mundo no se reduce a ser un gran centro comercial norteamericano.
También debería decir que el haber vivido, y seguir viviendo, en un estado donde se identifica el flamenco, las sevillanas, los toros, la arrogancia de señorito..., con “lo español” nunca hizo que me sintiese español precisamente. Desde la infancia nos acostumbraron a identificar todo eso como la cultura nacional del franquismo, cosa que les ocurre a muchas otras personas de mi edad por estos pagos. La apropiación de “lo andaluz” a través de sus tópicos por el españolismo sepultó a los andaluces.
Dicho lo cual no me pude resistir a la fascinación de algunas coplas cantadas por Imperio Argentina, con “El día que yo nací” abrí una novela (“Home sen nome”) y, a pesar de los prejuicios y la extrañeza, consigo asombrarme ante ese arte extraño que hicieron los gitanos andaluces con el canto árabe.
Precisamente acabo de ver el documental sobre Paco de Lucía, “La búsqueda” de Francisco Sánchez Varela, y encuentro no sólo un arte en si mismo, el flamenco, sino también la grandeza de un artista que nace y se alimenta de la humildad, de la dignidad y, también, del hambre. Eso también debe de ser Andalucía, me digo. Esa dignidad de la humildad fue lo que eché en falta en el fondo en la pasada campaña electoral andaluza.
Hay quien, defendiendo el modelo de estado que tan bien dibuja el trazado del AVE y el kilómetro cero de la Puerta del Sol critica las autonomías, aquel invento que reclamaron para si las nacionalidades históricas y que se extendió a todo el territorio estatal, pero desde el punto de vista histórico fue la salvación de Andalucía. La autonomía detuvo un proceso vertiginoso de vaciamiento demográfico de Andalucía y Extremadura, crearon nuevas oportunidades allí y permitieron fijar población. Es fácil ver y criticar lo que hay pero también es necesario calcular lo que habría sido, sin autonomía Andalucía sería hoy un territorio envejecido.
Van tres décadas de la autonomía andaluza, una autonomía con bastantes competencias y un buen presupuesto, ahora que es evidente que también allí se acabó un periodo histórico conducido por los socialistas le convendría a esa región hacer un balance de lo que fue. Como en todo balance habrá un “haber” y un “debe”, el “haber” lo conocen muchos andaluces en una mejora de las condiciones de vida, en cuanto al “debe”, una parte importantísima está a la vista: corrupción y clientelismo.
Pero hay otra parte que creo que pesa sobre la sociedad andaluza, durante estas décadas se fue creando una cultura regional que mezcla a partes iguales los sentimientos de inferioridad y la suficiencia del gracioso tópico. Y es que el populismo es el lenguaje que expresa y acompaña al clientelismo. No sé valorar lo que supuso de ganancia o de pérdida el fracaso del proyecto de un Partido Andalucista, ese espacio y ese papel fue ocupado por el PSOE que lo interpretó a su modo, ese modo.
Tengo la impresión de que falta un discurso autocrítico o no tiene donde expresarse. Antonio Muñoz Molina, discrepamos en tantas cosas, hizo el esfuerzo de criticar ese populismo forzado, un andalucismo impostado y reducido a volantes y lunares, que manipula las inseguridades y ansiedades de la gente. Creo que a Andalucía le conviene oír esas miradas críticas pero no bastarán, sobre la crítica es necesario un pensamiento creador desde allí, crear un discurso colectivo: crear política.
Imaginar una Andalucía más allá de lo que fueron estas décadas. Andalucía necesita más intelectuales humildes y de pensamiento libre, comprometidos con su tierra y que unan su destino a ella. Y que tengan donde expresarse y se les escuche. Pero eso es una impresión de alguien lejano y extraño.