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AstraZeneca y las mujeres

Dosis de AstraZeneca administradas en el Hospital de Basurto.
3 de abril de 2021 21:44 h

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Buena parte de la ciencia se basa en la acumulación de datos sobre el sexo masculino. Se partía de la base de que estudiar al varón era estudiar a la especie

Carmen Valls, 'Mujeres invisibles para la medicina'

Últimamente me confieso mucho con mis lectores. No creo que sea para paliar mi ateo abandono de otros sacramentos. Yo lo achaco más bien a reblandecimiento emocional. A saber. Les había contado ya que estuve a punto de morir, pero no que en parte fue por ser mujer, o sea, por el sesgo médico de sexo y de información. Tardé en pasar a urgencias, nunca hubiera pensado que mi corazón me estaba jugando una mala pasada. No me dolía el brazo izquierdo, no tenía vértigo ni opresión en el centro del pecho. A mí me ardía la parte alta del abdomen, como si alguien me estuviera además oprimiendo con ambas manos, y tenía los tobillos hinchados y molestias en el cuello y la espalda. Pasé a urgencias y viajé a la UCI sin solución de continuidad. Tenía una endomiocarditis de Loeffler, una cosa rara, que tiene que ver con esa enfermedad también rara que me debutó a los 45, pero que no deja de ser un problema grave de corazón cuya sintomatología en una mujer no se parece a la que siempre nos contaron para un hombre.

El sesgo de la ciencia médica con las mujeres en el transcurso de la historia no admite discusión. La objetividad de la ciencia ha pensado durante siglos que estudiar al varón es estudiar a la especie y cada vez resulta más obvio que no es así. 'Mujeres invisibles para la medicina', de Carme Valls, les ilustrará mucho mejor que yo al respecto. La cuestión que me ocupa ahora, y que está relacionada, es el hecho evidente de que las extrañas trombosis –que son atípicas y no trombos normales– que se están produciendo en todos los países relacionadas con la vacuna de AstraZeneca se producen mayoritariamente en mujeres, es más, casi exclusivamente en mujeres, los casos de varones son una excepción. Sobre eso quiero incidir en un escrito –reitero porque estamos en los tiempos de la excusa preventiva– de una mujer que cree profundamente en la ciencia y en la necesidad de una vacunación masiva y rápida. Una mujer que quiere vacunarse pero que no por ello ha perdido su discurrir lógico ni su sentido crítico.

Insiste la EMA (Agencia Europea del Medicamento) en que los beneficios de la vacuna son mayores que los riesgos y utiliza, obviamente, los grandes números estadísticos que muestran la baja prevalencia de estas extrañas “coagulaciones intravenosas diseminadas”. Extrañas, oigan. No los trombos normales que estadísticamente muchos me sacan a pasear. Me permito añadir la circunstancia de que esta baja incidencia porcentual sería mayor, sin duda, si la estadística en lugar de sobre la totalidad de las personas inoculadas se hiciera sobre las mujeres inoculadas.

Y es que esto está resultando claramente una contraindicación que afecta a las mujeres. No solo los trombos y las muertes, que sí, sino los efectos secundarios. De los casos en estudio en España de efectos secundarios vacunales, 3 de cada 4 corresponden a mujeres.

No dudo de la ciencia, exijo toda la ciencia para las mujeres.

Karl Lauterbach, epidemiólogo de un país que ha dejado de vacunar a menores de 55 años, Alemania, lo tiene muy claro: “Se puede dar el caso de que los riesgos sean más altos para ciertos grupos de pacientes, como las mujeres jóvenes”. Y es que, aunque la EMA diga que “no se ha podido establecer ninguna relación de causalidad”, lo cierto es que ese es el problema, no haberlo podido establecer aún, pero no quiere decir que no exista. Los noruegos, sin embargo, lo tienen claro: “Hay que dejar claro que no existe ni hemos hallado ningún otro factor desencadenante ni común en los casos que no sea la vacuna”. Holanda ha suprimido, quizá con brocha muy gorda, toda vacunación con AstraZeneca.

Necesitamos que la población confíe en las vacunas mas para ello no necesitamos de tutelas o silencios o restricciones informativas sobre lo que sucede sino de una verdadera acción de investigación de por qué están muriendo mujeres jóvenes tras vacunarse con AstraZeneca. Es un drama y el hecho de que no sea afortunadamente masivo no lo hace menor para aquellos que lo sufren ni produce menos ansiedad en la llamadas a vacunarse. Necesitamos urgentemente saber por qué hay mujeres menores de 60 años que “están sufriendo una acumulación específica de una trombosis venosa muy inhabitual y asociada al déficit de plaquetas” . En Francia los familiares de una de ellas han presentado una querella para que se analice exhaustivamente las causas de esa muerte. Cada vida reviste toda la importancia para quien la disfruta y para sus allegados, aunque sea una minucia estadística.

Hay dudas respecto a la relación de estos casos con tratamientos hormonales (anticonceptivos, tratamientos sustitutorios en la menopausia y otros), hay dudas respecto a las características del sistema inmune femenino y hasta hay médicos en Francia que lo relacionan con un error al administrarla pinchando una vena que atraviesa el deltoides.

Sea lo que sea, deben averiguarlo. Es la mejor forma de dar seguridad al resto de la población. De facto, si es usted hombre debe relajarse bastante porque no parece que esto le afecte. Lucía Gallego, microbióloga e inmunóloga, recuerda que “puede que no se hayan valorado del todo, al 100%, los factores de riesgo en las mujeres respecto a los hombres en los ensayos” teniendo en cuenta que las mujeres han estado tradicionalmente infrarrepresentadas en los mismos.

La ciencia debe averiguarlo y las autoridades sanitarias deben tomar decisiones adecuadas, reflexionadas y valientes si fuera necesario. Eso nos hará confiar más que si nos dicen que no valen para nada las mascarillas por el mero hecho de que no tienen para darnos. Eso fue muy fuerte. Sabemos que AstraZeneca es la vacuna de la que más dosis se manejan, más fácil de conservar y más barata pero también que Agnès Pannier-Runacher, la secretaria de Estado de Industria gala, se ha dejado oír diciendo que a partir de junio la UE hasta podría pasar de ella, porque tendremos muchas de otras marcas. Hay que valorar también si mientras tanto AstraZeneca presenta algún riesgo adicional para las mujeres de un rango de edad o con un determinado tipo de antecedentes hormonales y, en ese caso, sustraerlas de esa vacunación. Eso no va a perjudicar al índice de vacunación sino que, por el contrario, lo va a asegurar. Es mucho más tranquilizador que de una vez por todas fijen las contraindicaciones y las apliquen que seguir hacia adelante en un ejercicio de grandes números epidemiológicos mientras se sucede un pequeño pero constante chorreo de trombos y muertes.

Es preciso que sepan no si el beneficio-riesgo es superior en general sino si el beneficio-riesgo es superior en las mujeres y si el beneficio—riesgo es superior también en un rango determinado de edad en las mujeres. Esto no es caiga quien caiga, aunque pueda parecerlo a tenor de la indiferencia social que parece cundir sobre las continuas muertes por COVID que se siguen produciendo. Las vidas importan, también las de aquellos que, queriendo protegerlas contra un virus, pudieran caer fulminadas por un efecto indeseado.

Yo pienso mucho en esas mujeres que han muerto pensando que se iban a poner a salvo de la muerte. Yo quiero que los científicos y los políticos piensen también en ellas. Si no son capaces de proteger específica y objetivamente a aquellos grupos que puedan ser objeto de contraindicaciones, estarán abonando el campo para que cada individuo pretenda hacerlo por sí mismo y eso será el caos.

Porque, les pregunto, si ustedes tuvieran trombocitopenia de forma habitual y esos antecedentes míos, ¿se inyectarían una vacuna que produce trombos relacionados con el descenso de plaquetas? Esa es mi pregunta personal, aunque creo que la que deben contestar cuanto antes es la genérica de toda la población: ¿hay algún grupo de mujeres que por edad o tratamientos hormonales deba ser preferiblemente vacunada con otra marca?

Preguntar no es ofender ni mucho menos dudar.

Preguntar es buscar respuestas y eso es lo que hace la ciencia que yo sepa.

Preguntar por la salud de las mujeres es una obligación que no pienso soslayar.

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