La mujer apuñalada ayer por su pareja había denunciado y conseguido una orden de alejamiento.
Que no estamos solas es una frase que se repite mucho, al igual que el “Denuncia” o el “Hay salida” del tuit del presidente. Es como un comodín que usan las autoridades para decirle a la sociedad que el tema les importa y que han creado mecanismos para proteger a las mujeres de la misoginia que impregna a toda la sociedad. Pero es mentira. Desde el momento en que las mujeres que denuncian también son asesinadas, desde el primer caso en el que un juez le da la custodia de una niña a un hombre ya condenado por abusos o desde que un padre con una orden de alejamiento tiene derecho a ver a sus hijos como si nada pasase (así es como ha sido asesinada la mujer que abre este artículo: apuñalada en el centro donde tuvo que dejar a su hijo para que lo recogiera el padre, ya ven), de ahí en adelante, todos los “Denuncia” y todos los “No estás sola” no sólo son mentiras institucionales, son mentiras institucionales que asesinan. Y que asesinan a mujeres.
Que políticos e instituciones animen a las mujeres a denunciar a su agresor antes de asegurarse de que se les asegurará toda la protección que necesiten, debería conllevar responsabilidades penales y políticas. No se le puede hacer creer a una víctima de violencia de género que denunciando habrá acabado su calvario cuando la realidad es que, en incontables ocasiones, depende más de la suerte que tengas y/o de que tu ex pareja no ponga demasiado empeño en hacerte daño.
No se puede presionar a las víctimas de violencia de género a que sean “valientes” y den un golpe en la mesa, cuando ya hemos perdido la cuenta de los casos de mujeres asesinadas tras denunciar a sus agresores. Si no se ponen los mecanismos para asegurar la vida de las víctimas, paren con el “No estás sola” y paren con el “Hay salida”, porque ya ven cuál es la salida para muchas de ellas.
Ni peritos ni jueces ni sanitarios están formados para atender y proteger a las víctimas. No tienen perspectiva de género, ni se hace nada para que la tengan. Porque la violencia de género no sólo se ve como un problema menor sino también como algo inevitable, algo que ha pasado siempre, algo motivado por la biología masculina, un impulso incontrolable. Pero sí es evitable, porque matar a mujeres nada tiene que ver con una pulsión atávica del hombre ni con sus cromosomas; es un constructo social, es un problema educacional y cultural. Es tan cultural que nos matan y ni la clase política se pronuncia, ni la prensa les pregunta. Por no pronunciarse no dedican ni un tuit.
Y sí, es evitable. Sería evitable si a la Guardia Civil y la Policía no tuvieran tan fácil el poner en tela de juicio a las víctimas. Sería evitable si los peritos fueran suspendidos cuando se basan en un síndrome sin base científica para favorecer que se les dé la custodia a padres ya acusados de abusos sexuales. Sería posible si los jueces fueran inhabilitados cuando preguntan a una víctima de violación si cerró bien las piernas para evitar que la penetraran. Sería evitable si todos los que componen las instituciones estuvieran formados y sensibilizados con una forma de violencia que se ejerce únicamente porque somos mujeres.
Pero vamos a seguir siendo asesinadas, maltratadas, humilladas y violadas, porque la clase política se seguirá dedicando únicamente a parchear esta sangría. Y si es así es porque, como sociedad, tampoco estamos interesados. Ni a los hombres les importamos ni nosotras mismas somos conscientes de que nos matan por ser mujeres.
¿Por qué si no la violencia de género iba a estar en la cola de nuestras preocupaciones en la lista del CIS, con sólo un 1'6% de concienciados?
¿Por qué si no el 40% de españoles culparía a la mujer de sufrir violencia por su género?