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Cómo ser un hombre de verdad

Barbijaputa

La masculinidad siempre está en peligro, es frágil, vulnerable. El ser tachado de poco masculino, de afeminado o de maricón, está siempre acechando tras la esquina y, como Hombre de Verdad que eres, has de evitarlo como evitarías ofrecerte a limpiar el baño.

Lo saben muy bien las marcas de cosméticos cuya clientela son mayormente mujeres pero que también tienen algunos productos para hombres que deben colocar como sea. Para ello, montan campañas como ésta de Nivea Men.

En él se ven a Hombres de Verdad, muy masculinos, con una canción rockera de fondo (todos sabemos que el rock n' roll es cosa de ellos) mientras juegan al billar en una taberna masculina llena de más Hombres de Verdad; echan un pulso masculino, luego se montan en un coche y esquivan un huracán. Está bien que antes de aplicarte la crema, hagas todas esas cosas, para darle contexto al acto de cuidarte e hidratarte la piel. Porque la masculinidad, aunque parezca muy poderosa, es muy frágil, y un día te descuidas, te pones cremita sin esquivar antes un tornado y se te queda el “maricón” para siempre en tu grupo de amigos, que son otros Hombres de Verdad. Y ésta es vuestra peor pesadilla: el no ser reconocidos como tales sino pertenecientes a esa otra clase de “hombres”, que no son de verdad, a los que no le gustan las mujeres pero sí hacer las cosas que hacen las mujeres, como echarse cremas constantemente mientras escuchan a Celine Dion.

Yo Tarzán, tú Jane.

Yo hombre, tú mujer.

Yo rudo, tú tranquilízate.

Echarse colonia, para un hombre, es una cosa muy chunga. Los Hombres de Verdad no compran perfumes, se lo regalan otras mujeres, que son las preocupadas por estas nimiedades de la higiene y los cuidados. Este anuncio de “Invictus” (“no vencido”), que viene a decirte algo así como: “te habrán convencido para que huelas bien, pero eso no significa que te hayan vencido”, representa a un Hombre de Verdad, con la cara manchada, porque viene de quitarse el casco de rugby o de arreglar la junta la culata. Se enfrenta a un campo entero lleno de entes mientras delicadas mujeres vestidas con gasas y vuelos lo miran extasiadas. Las gradas aplauden enfervorecidas. Las mujeres están tan extasiadas que, cuando el Hombre de Verdad llega a los vestuarios, sólo con su mirada, las desnuda, y los vuelos y las gasas salen disparados. A ver quién tiene el valor de llamarte a ti algo que no sea Hombre de Verdad al usar este perfume.

Pero no debes relajarte, ojo con perder el status de Hombre de Verdad, que es muy fácil, y podría tener consecuencias devastadoras como no seguirle el rollo al patriarcado y debilitarlo. Y, a fin de cuentas, ¿qué te haría superior frente a las mujeres si el patriarcado no existiera? Porque lo que de verdad importa en esto de la masculinidad no es tanto tenerla per se como perderla: no es tan importante el parecer masculino en sí como el no parecerlo y ser agrupado con otra clase de personas inferiores, como afeminado, mujer u homosexual que, quien más y quien menos, sabe que son otro tipo de personas no tan válidas como tú, Hombre de Verdad.

Virginia Woolf, una de esas mujeres que se creían más listas de lo que eran y se puso a escribir a principios del siglo XX, cuando escribir era algo exclusivamente masculino, dijo: “Las mujeres han servido durante siglos como espejos dotados con el mágico y delicioso poder de reflejar la figura del hombre duplicando su tamaño natural (...) Por eso Napoleón y Mussolini han insistido tanto en la inferioridad de la mujer, porque si no fueran inferiores a ellos, ellos dejarían de agrandarse. Esto explica en parte la necesidad que los hombres tienen de las mujeres”.

Un Hombre de Verdad necesita que la mujer siga siendo inferior, que siga siendo la que escucha canciones románticas y usa cosméticos en botes rosas. Necesita que siga haciendo todas esas cosas de mujer, para que a él, al hacer cosas de hombre, se le distinga bien, se perciba su dureza y su invulnerabilidad. Necesita seguir ridiculizando a los gays y seguir haciendo chistes homófobos que dejen claro quién parte el bacalao en esta sociedad. Porque si uno no tiene al lado a personas socialmente reconocidas como inferiores con quienes compararse... ¿dónde quedarían tus privilegios?

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