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Biden sepulta la era Trump: siete claves de un discurso para la historia

El presidente de EE.U.U., Joe Biden, ofrece su primer discurso tras jurar a su cargo durante una ceremonia hoy, en Washington (EE.UU). EFE/EPA/Patrick Semansky
21 de enero de 2021 22:09 h

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Para el mundo de la comunicación política, el discurso de Joe Biden tras su toma de posesión como 46º presidente de los Estados Unidos fue un momento imborrable. Dadas las circunstancias que rodearon al evento, la intervención se convirtió en una pieza de enorme valor histórico. Cada párrafo, cada frase, cada palabra tuvo que ser necesariamente medida y analizada para abarcar todas las necesidades que debía cubrir. 

El discurso de Inauguración de la administración Biden apostó decididamente por una estrategia: aportar el máximo contraste posible con el estilo Trump. Para el equipo que diseñó y elaboró esta trascendental aparición pública, no había mejor manera de sepultar el legado del expresidente republicano que dar notoriedad a un fondo y forma radicalmente opuesto al suyo.

Ron Klain, el nombre clave 

Detrás del discurso, se encontraba todo el equipo estratégico de Joe Biden, dirigido por Ron Klain. Él es en la actualidad el hombre más poderoso de la Casa Blanca tras el Presidente. Ocupa el puesto de Jefe de Gabinete de la Presidencia. En la práctica, el puesto equivale casi a una especie de Primer Ministro ya que es el que coordina toda la agenda política del Presidente y su relación con los diferentes secretarios de Estado que conforman el gobierno. Klain es un veterano colaborador del Partido Demócrata. Ya trabajó con Biden cuando era vicepresidente con Obama. Se trata de un abogado experto en el trabajo en la Administración Pública. 

Curiosamente, fue nombrado por Obama Coordinador de Respuesta al Ébola en 2014. Realizó una magnífica gestión. Obama llegó a decir de él que había hecho frente a “un desafío que muchos consideraban insuperable”. Va a ser sin duda, dada su experiencia, la figura fundamental en el diseño de la acción política en la lucha contra el COVID-19. Los norteamericanos y el mundo entero van a poder observar un radical cambio en la desastrosa gestión llevada por Trump y que, según se muestra en muchos estudios realizados, ha sido uno de los elementos clave que han provocado la derrota republicana en las urnas.

Ron Klain es un extraordinario experto en comunicación política, lo que va a garantizar una etapa en la que esta disciplina va a tener un gran importancia. Es un obseso de la preparación y del entrenamiento. Está considerado como el mayor especialista demócrata en la preparación de debates electorales. Sus tres reglas de oro en el debate político no ofrecen duda alguna: “Practicar, practicar y practicar”.

El escritor del discurso

El responsable de escribir el texto final es Vinay Reddy. Ocupa el puesto que ha desempeñado el polémico Stephen Miller, un conocido propagandista de ideas ultraconservadoras y supremacistas. Reddy nació en Estados Unidos, en Ohio. Su padre había llegado en la década de los 70 a estudiar Medicina, procedente de una aldea llamada Telangana Pothireddypeta, en la provincia de Karimnagar, en la India. Estos días, Vinay Reddy ha vivido su momento de gloria en su país de procedencia familiar, a raíz de conocerse su trascendental participación como redactor del histórico discurso.

Reddy ya colaboró con Biden en la campaña electoral y, anteriormente, en su etapa como vicepresidente en la era Obama. Ahora ha sido reclutado de nuevo como director del equipo de redacción de discursos del Presidente. En estos últimos años, había abandonado la política y trabajaba como uno de los máximos responsables del área de comunicación de la NBA, la liga de baloncesto norteamericana.

La dicotomía Biden-Trump

La imagen de Trump y de Biden son radicalmente diferentes como líderes políticos. Posiblemente, la mayor virtud del nuevo presidente desde la perspectiva de su capacidad comunicativa es su radical contraste con lo que ha significado Trump. Joe Biden nunca ha destacado como un gran comunicador pero tiene dos grandes virtudes. Por un lado, es disciplinado y temeroso de cometer errores. Tiene fama de trabajar bien en las sesiones de preparación y entrenamiento y ser muy cuidadoso en el cumplimiento de sus objetivos. Esto le hace aparecer habitualmente tranquilo y reposado. Transmite siempre una sensación de sosiego y serenidad. Pero, lo más importante, es que esas características posiblemente sean las más apropiadas para el reto que tiene ante sí. 

La estrategia mostrada hasta la fecha en la tarea de suceder a Donald Trump como líder mundial tiene en apariencia un fin principal: marcar el máximo contraste posible con su predecesor. Todo lo que significa hacer lo contrario que Trump parece haberse convertido en un valor. De tal manera que los rasgos fundamentales de la imagen pública de Biden, visto lo visto, van a cimentarse en mostrar un personaje en las antípodas del populismo, el matonismo, la mentira, la frivolidad, la provocación, la confrontación, la amenaza, la violencia, la ofensa, el insulto, el sarcasmo, la insensibilidad, el autoritarismo, la furia, la incultura, el desprecio, la opulencia, el exabrupto, la hipérbole, la arrogancia, el machismo, el racismo, etc. 

Un discurso con un objetivo claro

El histórico discurso de Joe Biden de este miércoles tenía en consecuencia que ofrecer una alternativa completa a todos estos rasgos distintivos. El nuevo presidente intentó desde el primer momento ofrecer un mensaje claro de integración, unidad y confraternidad. Desde el arranque se apoyó en bullets (frases muy cortas en forma de titular de prensa) muy directas para asentar las ideas medulares que querían transmitir. 

La intervención estuvo repleta de carga emocional. No contenía cifras y huía de acercarse a asuntos concretos. Buscaba trazar una motivadora panorámica de unos Estados Unidos que miran al futuro con ilusión como alternativa al periodo de sombras vividos en los últimos tiempos. En su desarrollo, todos los asuntos abordados se plantearon desde la diferenciación con una etapa que por fin puede empezar a superarse.

Democracia vs. golpismo

El mismo arranque del discurso daba ya respuesta a todo lo que había significado Trump, la violenta ocupación del Capitolio y la herida abierta en una América dividida y enfrentada. Sin una sola acusación contra nadie, sin confrontar con nadie y sin ofender a nadie. La idea estaba fijada: La democracia ha sido amenazada. Estados Unidos ha resistido el ataque. No olvidemos lo frágil y preciado que es lo que tenemos. Hemos ganado.

“Este es el día de la democracia”.

“Estados Unidos ha sido puesto a prueba de nuevo y Estados Unidos ha estado a la altura del desafío”.

“Hoy celebramos el triunfo no de un candidato, sino de una causa, la causa de la democracia”.

“Se ha escuchado la voluntad del pueblo y se ha prestado atención a la voluntad del pueblo”.

“Hemos aprendido de nuevo que la democracia es preciosa”.

“La democracia es frágil”.

“Y a esta hora, amigos míos, ha prevalecido la democracia”.

Respeto institucional vs. falta de decoro 

Durante la intervención no dejó de abordar los asuntos que estaban en la mente de todos. Siempre los trató con elegancia y delicadeza evitando la agitación y el enfrentamiento directo. Respecto a la ausencia del derrotado candidato republicano el texto de Vinay Reddy incluyó hasta un toque de fina ironía ignorando por completo el desprecio planteado por Trump :

“Agradezco a mis predecesores de ambos partidos su presencia aquí. Se lo agradezco desde el fondo de mi corazón”. 

Paz vs. guerra

Otro de los rasgos que más pesó en la intervención fue el de la ilusión frente al enorme reto que se avecina y que sólo puede superarse si se dejan atrás rencores y divisiones. Era un lenguaje de paz después de una batalla fratricida:

“Seguiremos adelante con rapidez y urgencia, porque tenemos mucho que hacer en este invierno de peligros y posibilidades. Mucho para reparar. Mucho para restaurar. Mucho para curar. Mucho por construir. Y mucho que ganar”.

Unidad vs. división

El discurso fue, por puro contraste, mucho más duro de lo que pudo parecer. La clave fue el tono apacible que aporta la figura venerable de Biden y un texto que apostaba más que por enfangarse en los problemas existentes, en ofrecer una ilusionante solución mágica despreciada estos cuatro años: la unidad.

“Pocos períodos en la historia de nuestra nación han sido más desafiantes o difíciles que en el que estamos ahora. Un virus que ocurre una vez en un siglo acecha silenciosamente al país. Se ha cobrado tantas vidas en un año como Estados Unidos perdió en toda la Segunda Guerra Mundial. Se han perdido millones de puestos de trabajo. Cientos de miles de empresas cerraron. Un grito de justicia racial desde hace unos 400 años nos conmueve. El sueño de justicia para todos ya no será aplazado. Un grito de supervivencia proviene del propio planeta. Un grito que no puede ser más desesperado ni más claro. Y ahora, un aumento del extremismo político, la supremacía blanca, el terrorismo interno que debemos enfrentar y derrotaremos. Superar estos desafíos, restaurar el alma y asegurar el futuro de Estados Unidos, requiere más que palabras. Requiere lo más esquivo de las cosas en una democracia: Unidad. Unidad”.

Diálogo abierto vs. manipulación y mentira 

El deterioro del debate público fue otro de los puntos culminantes. El discurso abordó la cuestión en positivo, proponiendo un cambio radical de las reglas de juego impuestas por el trumpismo al que aludió, sin citarlo directamente, como un “fuego furioso que destruye todo a su paso”. En el mismo apartado incluyó una cuidada referencia al fenómeno de las fake news y de la fabricación de hechos alternativos:

“Nunca, nunca, nunca, nunca hemos fracasado en América cuando hemos actuado unidos. Por eso hoy, en este momento, en este lugar, empecemos de nuevo absolutamente todos nosotros. Empecemos a escucharnos unos a los otros otra vez, oigámonos unos a los otros, mirémonos unos a los otros. Mostremos respeto a los demás. Los políticos no tenemos que ser un fuego furioso que destruye todo a su paso. Cada desacuerdo no tiene que ser causa de una guerra total y debemos rechazar la cultura según la cual los hechos son manipulados e incluso fabricados” 

Abierto al mundo vs. autarquía

Como oposición a la Administración Trump, el nuevo Presidente incluyó un nítido mensaje en defensa de unos Estados Unidos abiertos a continuar su papel como líder del mundo libre, integrado en los retos del futuro en colaboración con sus aliados:

“El mundo está mirando hoy. Así que aquí está mi mensaje para quienes están más allá de nuestras fronteras: Estados Unidos ha sido probado y hemos salido más fuertes por ello. Repararemos nuestras alianzas y nos comprometeremos con el mundo una vez más. No para enfrentar los desafíos de ayer, sino los de hoy y los de mañana. Lideraremos no solo con el ejemplo de nuestro poder, sino con el poder de nuestro ejemplo. Seremos un socio fuerte y confiable para la paz, el progreso y la seguridad”.

Lucha contra COVID vs. negacionismo

Hasta el último momento de su mandato, Trump se ha negado a plantear la lucha contra el coronavirus como una prioridad. Su falta de respeto por la opinión científica, su negativa a usar mascarilla, la acusación a China de haber creado el virus o la falta de preocupación por las víctimas afectadas por la pandemia han sido una constante. Biden se detuvo por la vía emocional en el asunto:

“Hemos pasado por mucho en esta nación. Y, en mi primer acto como presidente, me gustaría pedirles que se unan a mí en un momento de oración silenciosa para recordar a todos los que perdimos el año pasado por la pandemia. A esos 400,000 compatriotas estadounidenses: madres y padres, esposos y esposas, hijos e hijas, amigos, vecinos y compañeros de trabajo. Los honraremos convirtiéndonos en el pueblo y la nación que sabemos que podemos y debemos ser. Digamos una oración silenciosa por los que perdieron la vida, por los que dejaron atrás y por nuestro país”.

Conclusión: compromiso vs. irresponsabilidad

El final de la intervención, siguiendo un esquema narrativo clásico, sirvió para resumir las principales ideas que había querido transmitir. Quizá el único aporte añadido en la recopilación de objetivos buscados fue el de incluir en primera persona su compromiso individual por llevar adelante esas ideas. Frente al tono altivo e impositivo de Trump basado en el autoelogio y la grandilocuencia, el equipo de Biden apostó por la humildad, por la entrega personal y, sobre todo, por la búsqueda de la unidad de la sociedad:

“Defenderé la Constitución. Defenderé nuestra democracia. Defenderé a América. Daré todo lo que esté a su servicio pensando no en el poder, sino en las posibilidades. No de interés personal, sino de bien público. Y juntos, escribiremos una historia estadounidense de esperanza, no de miedo. De unidad, no de división”.

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