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Qué bien se está sin gobierno

Suso de Toro

Vivimos un período político completamente nuevo, sin Gobierno, sin parlamento, sin líderes, con la derecha política acorralada…Un vacío político aparentemente total y, al mismo tiempo, un frenesí escénico: pacta aquí y pacta allá, con uno, con otra, ningún matrimonio formal, relaciones esporádicas…, pero no hagan caso y disfruten del presente.

Va a ser que tenían razón los anarquistas, qué bien se está sin Gobierno. Por ahí vaga Fernández Díaz lanzando bocados furioso con su ángel custodio nervioso. Rajoy hace como que da ánimos a los suyos y a las suyas: “Rita, lo entiendo, sé fuerte. Mañana te llamaré”. Pero Rita, en la peluquería y la cabeza en el secador, no oyó la llamada. Ella es una indignada y Rajoy también, abandona el plasma y se lanzó a los platós. Va a donde lo llamen aunque en Pontevedra no lo reclamen. Y los ministros, ¿do van? ¿Dónde Montoro, dónde el fabricante y vendedor de bombas, dónde el locuaz Margallo ahora sin norte, dónde el ministro Catalá que legisló para recortar las instrucciones y aún así les descubren los delitos...? ¿Y Soraya? La princesa está triste, viendo que se pierde el reino. ¿Cuál es su papel, ahora que Rajoy va por las televisiones y el Gobierno no gobierna? Sí, se está bien sin Gobierno. Mejor aún con el Gobierno en la cárcel.

Rajoy y Cospedal siguen sueltos, asustados y atentos a que no los detengan, desarticuladas células en Valencia, Mallorca, Madrid… tanta detención en diferido. Simulan que todo es normal: todos los concejales menos uno de Barberá cometieron delitos pero por qué Rita va a ser culpable también. Todos los tesoreros del PP cometieron delitos pero por qué van a ser Rajoy y Cospedal culpables también.

Esperemos que la situación de desgobierno se prolongue y Rajoy no aproveche este tiempo de descuento para prolongar otros sesenta años la vida de alguna otra papelera que destroce una ría, como hizo con su 'querida' Pontevedra. O a detener sindicalistas o titiriteros. Recibidos y puestos a buen recaudo los sobres con dinero negro, saqueado el país, vaciada la caja de pensiones, prohibida la libertad de expresión, recortado el derecho a la justicia, apuntillada la sanidad y la escuela pública, desaparecidas las prestaciones sociales… poco queda por hacer.

Rajoy es todo un personaje, cualquiera en su lugar se habría retirado ya tras perder las primeras elecciones, tras perder las segundas, tras perder éstas y ser rechazado por todos, hasta por ese partido acobardado y amordazado, pero él sigue. Cuando le oyen decir que él va a volver a ser el candidato en las próximas elecciones debe haber algún suspiro de alivio de quien sueña con ese puesto pero no deseanir a ese matadero ahora y gritos de histeria de los cargos del partido ante la próxima escabechina electoral.

Capaz de mentirnos a la cara una vez y otra, sabiendo él que todos sabemos que está mintiendo. Y ahí está, capaz de acudir mañana a algún comedor decadente donde lo inviten sabiendo que está completamente fuera de lugar. Un político de una época que la sociedad está dejando atrás, aunque lo haga como suele, de un modo superficial. Su misma estampa rancia contrasta en el escenario con esa generación más joven y sport que bulle frenética a su alrededor buscando apartarlo y encontrar su propio lugar, empezando por el rey Felipe y siguiendo por Sánchez, Iglesias, Rivera, Garzón…

Lo mejor de todo es que estas semanas se sostienen gracias a una mentira absurda: si Sánchez fracasa en la investidura él se presentará. Como si él fuese el Jefe del Estado, como si a Sánchez no se lo hubiese encargado el Rey y como si éste estuviese obligado a encargárselo a él a continuación para prolongar este espectáculo otros meses más.

La realidad es que él declinó el encargo y le ofreció a Sánchez, al Rey y al sistema político, una oportunidad de oro: PP y Podemos querían nuevas elecciones de modo inmediato por razones evidentes, pero al encargarle el rey Felipe la investidura a Sánchez le dio una oportunidad, que está aprovechando, para dejar al PP fuera del juego y para cortarle en seco el avance a Podemos. Con astucia consiguió callar a su partido, situarse en el centro del debate político y prepararse para las próximas elecciones. Este guirigay permitió al PSOE recuperar centralidad para eso rescató de la penumbra a Rivera, que había quedado noqueado tras las elecciones, e incluso a IU a la que todos daban por amortizada. Por un pelo no llama a Rosa Díez.

Esta nueva situación retrata al poder político más desnudo y desacralizado que nunca. Ya nadie cree que un presidente de Gobierno vuelva a ser un César, como se creyeron Felipe o Aznar y perduran en su imaginación. En cuanto al presidente en funciones, sin comentarios.

Pero ¿quién será el próximo? ¿Sánchez? Puede ser o no, pero es plausible. Y en ese caso su poder político de dónde emana. Quien acabe gobernando, tras las próximas nuevas elecciones en junio, contarán con los votos pero tendrá que volver a ganar la presidencia repitiendo el juego de sillas y mesas que estamos viendo. El próximo presidente de gobierno nacerá de una partida de póker parecida a la que estamos viendo en varias mesas de las Cortes, ahora un casino.

Incluso el rey Felipe, que como es natural, flota y sobrevuela sobre ese paisaje tan ruidoso como poco serio, carece del aura a medias populista y a medias terrible que tenía su padre. Estos días se recuerda frívolamente, como siempre en España, el golpe de estado de Tejero y nos cuentan que fracasó, cuando realmente triunfó y se selló primero sobre un capó y al día siguiente en una reunión en Zarzuela. Allí fueron convocados todos los partidos menos los vascos y catalanes, y el rey les leyó la cartilla militar. El reinado de Felipe, en cambio ahora ya parece sencilla y afable y, cuando todos se mueven y dan vueltas, el rey parece tranquilo y perenne en su lugar. Qué cosas.

Mientras tanto, la vida sigue. Los parados no andan; los desprotegidos no pueden guarecerse; nos enredamos en tontería digital; los empresarios de este estado de ladrones, donde el Gobierno se levantó sobre la corrupción, no se acuerdan de su anterior presidente, que está preso, y se preocupan de que el nuevo gobierno sea bueno y prudente. Y los comisarios de la Unión Europea, entregado ya otro cacho de la Europa política a las insaciables fauces británicas, nos apuntan con el dedo.

Asistimos a un vodevil. Hoy parece una cosa, mañana parece otra. Visto y no visto. No hagan caso de lo que ven, es ilusionismo político. Tras las elecciones de junio hablaremos entonces del programa de gobierno,y no nos gustará.

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