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Cuando lo breve no es dos veces bueno

Lo bueno, si breve, dos veces bueno. Lo dijo Baltasar Gracián, que también añadió “y aun lo malo, si poco, no tan malo”. Pedro Sánchez debe ser más de lo segundo que de lo primero, a tenor de los escasos once minutos de reloj que le llevó la presentación de su campaña electoral, la del “Ahora, sí”. ¿Y antes, no?, sería lógico preguntar. El “Ahora, sí”, sostiene el candidato del PSOE, es “por ellos, por ellas, por nosotros y por ti”. Por todos, claro, no va a ser por unos cuantos.

“Ahora, Constitución”. “Ahora, justicia social”. “Ahora, un proyecto común”. Será que el presente no guarda relación con el pasado, lo cual en política es algo habitual. Lo del tiempo siempre fue relativo. No digamos ya el principio de contradicción y las frases hechas. Qué más da. Importa el ahora porque la memoria es corta y no alcanza más que al último eslogan. Total, la actualidad devora la última propuesta y hay cosas que es mejor no recordar.

Sánchez prefiere mirar al futuro e imaginar una España sin pobreza infantil, una España sin brecha salarial, una España con mujeres seguras y libres, una España donde el SMI sea del 70% del salario medio nacional, una España volcada en recursos y medios para la Educación, una España que deje atrás la angustia del paro, una España en la que Catalunya haya superado su crisis de convivencia… Y quién no. La diferencia entre él y los demás es, según dice, que solo el socialismo tiene proyecto y equipo porque el resto, “sólo consume su tiempo en atacar al PSOE e impedir que gobierne”.

Todos contra el PSOE sería el segundo claim de esta campaña en la que Sánchez se llena la boca de España, España para formar parte de la competición de españolismo en la que ha entrado el llamado constitucionalismo como consecuencia de la crisis catalana. El caso es que el presidente en funciones entiende que en esta campaña de frases cortas y discursos breves le basta y le sobra con situar en el mismo bando a las tres derechas, a los independentistas y a “una pretendida izquierda” - en alusión a Unidas Podemos- que “une sus votos a la derecha y a la ultraderecha para que no gobierne el PSOE”.

No hubo más en la presentación exprés de una campaña en la que a Sánchez se le empieza a notar la desgana y el deseo de acabar antes de haber comenzado el arranque formal. Quedan 13 días para votar y la sensación en los territorios es que el presidente ni moviliza ni emociona como requeriría la ocasión para lograr esa mayoría más amplia que le permita, no ya formar un gobierno, sino para gobernar con cierta estabilidad. Si las encuestas no yerran, el PSOE se quedaría más o menos igual que en abril. La suma de la izquierda no sería suficiente para investirle y necesitaría el apoyo del independentismo, que es lo que pretendía evitar con la repetición electoral. Una abstención del PP le dejaría en precario al día siguiente de la investidura y no habría forma de aprobar una sola ley en el Parlamento. Los datos no auguran, hasta el momento, un mejor escenario para la gobernabilidad del país del que salió el 28-A, pero en La Moncloa niegan la mayor y aguardan al “milagro Tezanos” para demostrar que 18.000 encuestas no son 1.800, que las empresas demoscópicas se han puesto de acuerdo en corregir en favor de un PP que no crecerá tanto como dicen y que, si se confirma el porcentaje superior al 30% de voto que dan por seguro para el PSOE, los sociólogos habrán tenido un patinazo clamoroso a modo del que tuvieron en 1993 al pronosticar una victoria de la derecha de Aznar que no se produjo.

El CIS traerá este martes buenas noticias para los alicaídos socialistas y una ventaja sobre el PP de más de 10 puntos. Acertó en abril y nadie sabe si volverá a hacerlo en noviembre. Pero hasta que llegue el momento, un Tezanos vale más, entre la parroquia socialista, que una breve intervención de Pedro Sánchez que no fue, ni de lejos, dos veces buena. Si acaso, que diría Gracián, “no tan malo” por poco.

Esperen a la contrarreloj, advierte el gurú Iván Redondo, para ver al candidato del PSOE convertido en el Indurain de la política subido al podio, pese a un recorrido adverso. Es el pronóstico. ¿La realidad? Próximamente, en sus pantallas.