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Catalunya: el futuro ya no es lo que era

Algo profundo está pasando en la sociedad y en la política catalanas, tras el fallido intento del procés.

  • Los unionistas han perdido el complejo, con el apoyo del Estado y la Constitución. Opinan más abiertamente y se han movilizado, en sectores de clase media y obreros. Tradicionalmente abstencionistas en las autonómicas, ahora saben lo que está en juego. Le han perdido todo respeto a Puigdemont. No hay más que escuchar lo que se dice en algunos bares en Catalunya. Aunque se sienten tan españoles como catalanes, unionistas los hay de diverso tipo, incluidos de esos que algunos nacionalistas llaman “catalanes-catalanes”. Quizás les falten más complicidades entre ellos, que sí tienen los independentistas. Ya en 2015 acudieron masivamente a votar. Previsiblemente, esta vez aún más.
  • La experiencia del 1 de octubre, con las cargas policiales, ha producido una experiencia compartida de miedo en centenares de miles de personas. Esas cargas llevaron a más gente a acercarse a las urnas. Deterioraron la imagen de España fuera, e incluso tuvieron un negativo impacto económico. Está por ver su efecto.
  • Los independentistas han tenido una capacidad de movilización a través de la ANC y Omnium Cultural, que ha bebido en el tradicional asociacionismo catalán, más el apoyo de la Generalitat. Es una sociedad civil organizada. Los constitucionalistas se han empezado a organizar más tarde y menos, y son menos homogéneos.
  • Varios dirigentes independentistas han declarado no haber estado preparados para la independencia (¿Ni siquiera para el 1-O?). Cabe sospechar que no sabían lo que es un Estado (pese a esas “estructuras” que montaron y con las que ya no podrán contar). Pero tales reconocimientos, tal estulticia como bien la ha definido Joan Tapia, no han provocado, de momento,  una marcada indignación entre sus seguidores, pese a la frustración de estos. La autocrítica brilla por su ausencia entre los dirigentes y partidos independentistas. También en un gobierno central que con su inacción había dejado pudrirse la situación durante años.
  • Pase lo que pase el 21D, una parte del independentismo ha girado y las posibilidades de una independencia unilateral se han quebrado. Se plantea otro enfoque. Una mecha sigue encendida bajo la forma de un llamado “referéndum pactado”, que, sin embargo, no está en el horizonte. El apoyo de los no independentistas hacia esta salida ha empezado a reducirse. ¿Se avanzará hacia otra cosa?
  • El independentismo no tiene por qué ser acumulativo. Ha ganado mucho voto en estos años. Pero nada está escrito. En otros lugares, como Quebec, acabó retrocediendo.
  • El ecosistema informativo ha producido perversiones. La gente vive en burbujas sin contacto entre opciones. Son las cámaras de resonancia o, como las llama Cass Sunstein, de eco. Gracias al actual sistema de medios de comunicación y de información –incluidas las redes sociales-, cada cual solo escucha, ve o lee aquello con lo que está de acuerdo. No hay comunicación, no hay plaza pública. Se vive en universos paralelos. Es algo general, que se ha visto con especial fuerza en Catalunya y en España en este asunto. Si tan solo los medios públicos sirvieran de puente. Pero, en general, no. Todo eso genera unas credulidades que favorecen las manipulaciones, incluso por los troles rusos u otros. Hoy la manipulación es más fácil. Y mentir en las redes no conlleva coste para el que lo hace.
  • El procés ha dividido familias y amigos, expulsando del debate, de grupos de WhatsApp o de otro tipo de comunicaciones a mucha gente que piensa de otro modo. Se tardarán años en recomponer estos lazos de confianza social íntima quebrada que constituyen la trama de una sociedad. Y en lograr esa necesaria reconciliación que es una fase superior de la convivencia.
  • Se han perdido capacidades de establecer puentes entre Madrid y Barcelona, entre Catalunya y el resto o el conjunto de España, y en el seno de la propia sociedad catalana. Incluidos, con honrosas excepciones, muchas instituciones políticas o civiles que han hecho dejadez de esta labor.
  • A la espera de los resultados del 21D, ERC ha remplazado a Convergència (ahora PDECAT o Junts per Catalunya) como partido central del campo nacionalista. ¿Más republicano e independentista que de izquierdas? ERC no renuncia a nada. Ni siquiera a un pacto de izquierdas. En cuanto a Puigdemont, como señalaba un agudo observador, “es del PDECAT, piensa como Esquerra y actúa como si fuera de la CUP”. Los nacionalistas no independentistas de centro-derecha, lo que era una parte importante de la antigua Convergència, se han quedado sin opción. ¿Por quién votarán? ¿Por Iceta? En todo caso, el PSC parece recuperarse algo. Ha superado el riesgo existencial. Su enemigo es el independentismo. Su rival, Ciudadanos.
  • El 155, con una duración en principio intencionadamente mínima y con la convocatoria inmediata de elecciones (el gran acierto de Rajoy), ha cambiado las tornas. También el cambio de sede social y fiscal de centenares de empresas catalanas. El impacto económico de lo ocurrido es grave para Catalunya y el conjunto de España. Los nubarrones no se despejarán hasta que no se despeje la situación política catalana, lo que no está garantizado.
  • No solo los independentistas ven con recelo la permanencia en cárcel preventiva de ex miembros del Govern. Su previsible salida –si colaboran- antes del 21D puede contribuir a normalizar una campaña electoral centrada en proyectos antes que en programas.
  • El histórico europeísmo de los catalanes se está resintiendo de la mano de un independentismo que no ha logrado despertar complicidad alguna en la Unión Europea. Puede tener consecuencias para el conjunto de España en la UE.
  • La muy española ley electoral en Cataluña está desacreditada. Los nacionalistas nunca la quisieron cambiar porque les favorecía en las provincias menos pobladas. Bien lo experimentó Pasqual Maragall. Esta vez se van a contar los votos antes que los escaños. Aunque sean estos los que servirán para gobernar, aquellos marcarán cómo gobernar.
  • Pese a algunas tentaciones españolistas, el futuro, la solución en la medida que la hay, no pasa por menos autonomía para Cataluña, sino por más, siempre que se aclaren las reglas del juego y la lealtad constitucional. Ahora bien, el Estado de las Autonomías, como el federalismo alemán, no puede ser una vía de sentido único en el que la CC AA van añadiendo competencias y el Estado las pierde, sino que ha de ser históricamente flexible en ambos sentidos, y completarse con una mejor coordinación entre las Comunidades y Estado central. Se suele llamar federalismo.

Son apuntes contradictorios. Sí. Lo único claro es que, sea cual sea el resultado electoral –y será complejo y difícil de gestionar-, no se va a volver al pasado, con lo que el futuro tampoco es ya el que era. Pero el futuro deseable no se construirá solo. Habrá que provocarlo.