Todos somos constitucionalistas
Uno de los problemas más tóxicos de la derecha en España es la capacidad de convertir los conceptos que nos deberían unir en conceptos que nos separan. La patria, la bandera, el sentimiento de orgullo de pertenecer a un país… se lo quedó el franquismo, a base de torturar, esclavizar, exterminar o mandar al exilio a quienes tenían otro proyecto de España. Cuarenta años de régimen criminal no fueron suficientes para acabar con la “Anti-España”, pero sí para dejar en la izquierda el poso de que todo lo que suene a español es cripto-fascismo. Por si tuvieran poco con la apropiación de la identidad patriótica, ahora se apropian de la Constitución. Antes, todo lo que no le gustaba a la derecha era ETA, ahora, todo lo que no le gusta está en contra de la Constitución.
Y la izquierda ha aceptado perezosamente este nuevo diagnóstico de hablar de partidos constitucionalistas frente a los que no lo son. Pero a día de hoy, tan constitucionalista es Bildu como el PP, esa ha sido la gran victoria de nuestra democracia contra el terrorismo y contra los restos del franquismo, integrarlos. El escándalo de ver a Otegi en TVE debería ser similar al de ver al exministro franquista Fraga en su momento.
Mientras duró ETA se dijo que ningún partido que tuviese conexiones con ETA sería legal, y que sin armas ni asesinatos, todos tenemos cabida en la Constitución. El debate no es entre constitucionalistas y los que quieren acabar con España, sino entre centralistas, federalistas e independentistas. Y las tres ideologías tienen cabida en la Constitución. De la misma forma que hay partidos a los que les gustaría cambiarla para re-centralizar el poder político, o acabar con las diputaciones, hay otros partidos que la quieren cambiar para que haya referéndums secesionistas. Solo podemos decir que no hay presos políticos si estamos dispuestos a aceptar que tanto el centralismo como el independentismo son defendibles por medios pacíficos y cumpliendo la ley.
Aquí llegamos a otro punto interesante, que le encantaba a Rajoy, con su proverbial desidia: hay cosas que no se pueden hacer porque no caben en la Constitución. Pero para eso está el poder legislativo, para cambiar las leyes. Cierto es que la Constitución es una ley especial, que necesita de más consensos para cambiarse, pero por eso mismo la Constitución nunca puede ser el criterio para que no exista una ley, lo será la falta de voluntad política. Con voluntad política se puede modificar, y dar cabida a otras formas de organizar el Estado, incluso sus fronteras. El consenso centralista en España junto con la dificultad técnica para modificar ciertas partes de la Constitución ha desplazado el debate de lo político a lo policial. Es decir, en vez de hablar de quienes somos, a dónde queremos ir y con qué leyes lo vamos a hacer, mandamos barcos de Piolín llenos de policías.
Podemos prohibir los partidos independentistas, encarcelar a sus militantes, es más, ya puestos para escarmentarlos, podemos torturarlos, asesinarlos o mandarlos al exilio… ¡Oh!, ¡vaya!, ahora que lo pienso esto fue lo que ya intentó la derecha de este país durante 40 años... Si la crueldad franquista no acabó con el nacionalismo catalán, ¿por qué piensan que en esta ocasión la respuesta policial será suficiente?
Como se decía en la lucha contra ETA, todo cabe si es por medios pacíficos y legales, y por eso, si alguien cree en serio que en el Congreso hay partidos anti-Constitucionales, su labor no es crear un cordón sanitario, sino denunciarlo al Tribunal Constitucional, como se hizo en los tiempos de Herri Batasuna. Lo otro es dejar una vez más que la derecha patrimonialice lo que es propio de la soberanía popular: la Constitución, la bandera, la idea de España…