Cuando el jefe te llame a su despacho y te diga eso de “las cosas van cada vez peor, me veo obligado a despedirte”, pregúntale: ¿dónde está el dinero, jefe?
Cuando en la nómina descubras que ganas un 20% menos, corre a buscar al director y que te responda: ¿dónde está el dinero, jefe?
Cuando el banco pida ayuda pública, recapitalización, compra de activos tóxicos, dinero barato del BCE o nacionalización, presentémonos en el consejo de administración y soltémosle al presidente: ¿dónde está el dinero, jefe?
Cuando el ministro de turno nos diga que se ve obligado a reducir gasto social, meter tasas judiciales o cerrar servicios públicos; cuando el consejero autonómico nos asegure que la sanidad no se verá afectada por el recorte; salgamos a la calle con una pancarta donde se lea bien grande: ¿dónde está el dinero, jefe?
Sí, ya sabemos la respuesta que nos darán unos y otros: “la crisis es terrible…”, “las ventas se han hundido…”, “los anunciantes se retiran…”, “la demanda ha caído…”, “estamos en números rojos…”, “hemos entrado en pérdidas…”, “si no ingresamos no podemos gastar más…”, “las cuentas no salen…”. Cuando hayan terminado la habitual retahíla, repitamos la pregunta: ¿dónde está el dinero, jefe? Es la gran pregunta de esta crisis/estafa, casi la única pregunta válida.
Gobernantes y empresarios suelen explicar los recortes con un ejemplo tópico: “esto es como una familia; cuando no entra dinero en casa, no se puede gastar.” Sí, vale, pero si aceptamos la metáfora, falta algo: las familias, antes de tomar decisiones drásticas o incluso dejar de pagar hipotecas, primero echamos mano del famoso “colchón familiar” hasta agotarlo: gastamos los ahorros de toda una vida, vendemos el coche y la casa, recurrimos a familiares.
La pregunta es: ¿por qué las empresas, sobre todo las grandes empresas que despiden de cien en cien, no tienen colchón? ¿Lo tenían y ya lo agotaron? ¿Nunca lo tuvieron? ¿Lo han escondido a buen recaudo? Y lo mismo vale para el Estado, las administraciones: ¿por qué no aprovecharon los años buenos para rellenar ese colchón que amortiguaría la caída cuando llegasen los años malos? O dicho con la fórmula anterior: ¿dónde está el dinero, jefe?
Es cierto que hay empresarios, sobre todo pequeños empresarios, que lo han intentado todo y han quemado su capital y hasta su patrimonio personal para sacar adelante la empresa; conozco unos cuantos. Pero ¿qué pasa cuando una compañía ha tenido gigantescos beneficios durante décadas, y basta un solo año en números rojos para despedir en masa y recortar sueldos? ¿Y las empresas que no han tenido pérdidas, sino que han visto reducidos sus beneficios (pero siguen teniendo beneficios, incluso muy importantes), y también despiden y recortan? Y no hablemos ya de las que ni siquiera han visto caer el beneficio, ganan más pero también despiden y recortan como medida preventiva. En todos esos casos, ¿dónde está el dinero?
Si hablamos de grandes empresas, ¿qué son pérdidas? Si miramos el corto plazo, el último ejercicio, o incluso los últimos tres o cuatro años, puede que aparezcan números rojos. Pero, ¿y si tomamos como referencia los últimos quince o veinte años? ¿Cuál es el balance acumulado de pérdidas y beneficios del período? Y eso cogiendo las cuentas declaradas, sin tener en cuenta la habitual ingeniería contable y la extendida afición a los paraísos fiscales.
Varios ejemplos, entre muchos: el diario El País. Después de treinta y cinco años de beneficios ininterrumpidos, 850 millones de euros en la última década, y números positivos todavía en los primeros meses de este año, ¿es aceptable que despida a 129 (y con indemnización mínima) y baje el sueldo al resto?
Otro, que me toca más cerca: el extinto diario Público. El propietario justifica el cierre por las pérdidas (reales, aunque cada vez menores), manda a los trabajadores al Fogasa y nos deja a los colaboradores sin cobrar varios meses. ¿Es admisible esa patada en el culo por parte de quien se ha enriquecido durante años con sus negocios? No digo ya que mantuviese el periódico abierto (que también), pero ¿no podía al menos rascar para dar una indemnización digna a los trabajadores?
Tercer ejemplo: Telefónica. El año pasado anunció un recorte de plantilla del 20%. Y lo hizo el mismo día que prometía dividendos en efectivo de 8.000 millones a sus accionistas, y sólo un año después de batir el récord de beneficios de una empresa española.
En estos y otros casos, después de décadas de enriquecimiento, con tasas de beneficio de dos dígitos, ¿no tienen colchón para aguantar el mal momento? O dicho de otra manera: ¿su único colchón son las nóminas de sus trabajadores? ¿Tienen estos que pagar los errores de gestión, los juegos de casino y la codicia de los directivos? Si el beneficio era sólo para propietarios, accionistas y directivos, ¿por qué no también la pérdida? ¿Dónde está el dinero, jefe?
Y lo mismo con los gobernantes públicos: durante los años de bonanza hicieron generosos regalos fiscales, malvendieron las empresas públicas, privatizaron servicios y recursos que no sólo eran gasto, sino también fuente de ingresos futuros; y eso sin contar lo fundido en despilfarro y corrupción, y que hoy siguen haciendo la vista gorda con el gran fraude fiscal y renuncian a otras vías de ingresos. ¿Dónde está el dinero, jefe?
Esa es la pregunta de esta crisis/estafa. Y la respuesta nos la pueden dar ellos mismos, si son capaces de contener la risa: “el dinero sois vosotros, pardillos”. Así es: el dinero para que siga la fiesta somos nosotros. De eso se trata: una masiva transferencia de riqueza desde los trabajadores hacia el sector financiero, el gran capital y las rentas altas. Nuestros sueldos, nuestro trabajo abaratado, nuestro patrimonio público privatizado, nuestro bienestar desmantelado y nuestro dinero para socializar sus pérdidas. Un gran saqueo.
Nosotros somos su colchón, siempre lo hemos sido. Y mientras descansen cómodamente en este colchón, ni se molestarán en contestar a la pregunta, pero por si acaso repitámosela cada día: ¿dónde está el dinero, jefe?