Hace apenas unos días, con ocasión de un curso de verano organizado por la Fundación FAES, el presidente de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE), Juan Rosell se preguntaba retóricamente cómo es posible que en España tengamos una tasa de paro del 26% y no haya una explosión social.
La respuesta de Juan Rosell estuvo plagada de despropósitos sobre la EPA y el mercado laboral. Tantos y de tanto calado que uno se pregunta si detrás de tan desacertadas palabras hay desconocimiento o intoxicación premeditada. Quizás el presidente de la CEOE sólo trataba, inconscientemente, de acomodar la realidad a su deseo.
En su explicación a la tasa de paro, Juan Rosell afirmó, entre otras cosas, que “en los últimos años, alrededor de un millón de amas y amos de casa se han apuntado al paro, cosa que antes no hacían. Ahora creen que apuntándose al paro hay alguna oportunidad de percibir algún tipo de subsidio”.
La verdad es que la frase, sacada de contexto, se presta a ser manipulada. Uno podría pensar que el Tea Party hablaba por boca del presidente de la CEOE, sugiriendo que las mujeres se queden en casa cuidando niños y dedicándose a 'sus labores'. También podría interpretarse que ese millón de amos (12%) y amas (88%) de casa son unos oportunistas.
Juan Rosell ha querido matizar estas declaraciones exponiendo sus argumentos en un artículo publicado en el diario El Mundo que lleva por título “Población inactiva y labores del hogar”. Como él mismo dice, “nada mejor que analizar y explicar los datos sin tergiversaciones intelectuales ni demagogia”. El problema es que su análisis tiene bastante de tergiversación intelectual.
En primer lugar, el presidente de la CEOE restringe su análisis a la población entre 25 y 64 años (fuera el paro juvenil, fuera los jubilados) y toma como punto de partida el hecho de que la población activa en este grupo de edad se ha incrementado en 1,5 millones de personas entre 2007 y 2013.
De acuerdo con la EPA, la población de activos entre 25 y 64 años era de 21,3 millones a finales de 2013 frente a 20,1 millones a finales de 2007, lo que supone un incremento de 1,2 millones de personas. Para encontrar un aumento de los activos como el que señala Juan Rosell hay que irse al segundo trimestre de 2007, en el que se estiman 19,8 millones de activos.
El segundo trimestre de 2007 no es cualquiera, sino que corresponde al mínimo más reciente de la tasa de paro (7,93% de la población activa total). Es razonable el periodo de análisis que parece proponer el presidente de la CEOE. Aceptemos, por lo tanto, el incremento de 1,5 millones de activos con edades comprendidas entre los 25 y los 64 años.
El problema consiste en que, ciñéndose a este grupo de edad, Juan Rosell está pasando por alto un pequeño detalle: que la población activa de 16 a 24 años se ha reducido en 802.200 personas en el periodo (la población activa de más de 64 años se ha incrementado en apenas 8.000 individuos), con lo que el incremento de la población activa total se estima concretamente en 716.800 personas en lugar de 1,5 millones.
En segundo lugar, el presidente de la CEOE afirma que la población entre 25 y 64 años de edad se ha incrementado en “casi 570.000 personas” entre 2007 y 2013. De acuerdo con la EPA, la población entre 25 y 64 años a finales de 2013 era de 26.362.800 personas frente a 25.840.400 personas en el segundo trimestre de 2007, lo que supone un incremento de 522.400 personas.
Restringiendo el tamaño de la muestra Juan Rosell pasa por alto, nuevamente, que el resto de la población en edad de trabajar se ha incrementado en 276.900 personas en el periodo. Es decir, que el incremento de la población en edad de trabajar es de 799.300 personas en lugar de 570.00.
De este modo, el presidente de la CEOE confronta un incremento de la población en edad de trabajar de 570.00 personas con un aumento de la población activa de 1,5 millones, lo que le lleva a concluir que existe un trasvase de población inactiva a población activa de aproximadamente un millón de personas.
Si esto fuera cierto debería observarse un incremento significativo de la tasa de actividad total (por definición, la población en edad de trabajar es la suma de la población activa más la población inactiva), que sin embargo es mínimo: 59,23% en el segundo trimestre de 2007 y 59,86% a finales de 2013. Juan Rosell pasa por alto este dato, que debería haberle hecho sospechar que “algo falla” en su diagnóstico.
¿Qué ocurre entonces con el millón de amos y amas de casa al que alude el presidente de la CEOE? Siempre según la EPA, el descenso de la población inactiva en el grupo de edad que interesa a Juan Rosell se cifra en 988.600 personas de las que 901.600 corresponden, efectivamente, a la categoría de labores del hogar.
Lo que ocurre es que, al limitar el perímetro de su análisis, el presidente de la CEOE se está dejando fuera nada menos que 1,071 millones de nuevos inactivos (de los que 304.300 son nuevos amos y amas de casa). El número total de personas dedicas a las labores del hogar ha disminuido en 597.300 personas (240.300 amos de casa más y 837.600 amas de casa menos), no en un millón, y la población inactiva total no ha disminuido sino que se ha incrementado en 82.500 personas.
Así pues, cuando se considera el mercado laboral en su totalidad, se tiene un incremento de la población en edad de trabajar de 799.300 personas, de las que 716.800 son nuevos activos y tan sólo 82.500 son nuevos inactivos. En algo lleva razón Juan Rosell, y es que la proporción de nuevos activos sobre la nueva población en edad de trabajar es exageradamente elevada, el 89,68% (frente a una tasa de actividad del 59,23% en el segundo trimestre de 2007).
Esto nos permite hacer un pequeño ejercicio de economía-ficción, similar al que el presidente de la CEOE propone en su artículo. Si esas 799.300 personas se hubieran distribuido entre activos e inactivos al 59,23% en lugar del 89,68%, habríamos tenido 473.425 nuevos activos y 325.875 nuevos inactivos. La diferencia entre los “inactivos verdaderos” y los “inactivos ficticios” permite cifrar ese trasvase teórico de inactivos a activos en 243.375 personas.
Sustrayendo esta cantidad al número de parados estimados por la EPA y, por lo tanto, al número de activos en el denominador de la tasa de paro, ésta habría sido 24,9% en el último trimestre de 2013 en lugar de 25,7%: el “efecto Rosell” se queda en 0,8 puntos… Los mismos cálculos para el último trimestre disponible, el primero de 2014, dejan el efecto Rosell en 0,3 puntos.
En resumen, es cierto que desde el inicio de la crisis existe un trasvase de inactivos a activos en el grupo de edad de 25 a 64 años y que ese trasvase afecta especialmente a las amas de casa (no a los amos, cuya dinámica es de sentido opuesto). Probablemente el presidente de la CEOE no esté muy desencaminado cuando afirma que el deterioro de la situación económica ha empujado a muchas amas de casa a incorporarse al mercado laboral. Y a algunos parados a dedicarse a “sus labores”. Se trata de necesidad, no de oportunismo.
El análisis de Juan Rosell toma una parte por el todo, haciendo que su diagnóstico sea claramente tendencioso. Cuando observamos el mercado laboral en su conjunto, es evidente que nuestra economía se muestra incapaz (con una tasa de actividad casi constante) de generar empleo. No sobran activos, faltan ocupados.