Miles de personas han tomado durante el fin de semana las calles de muchas ciudades del mundo para reclamar a los líderes mundiales soluciones al cambio climático. El detonante de esta movilización ha sido presionar ante la reunión internacional de alto nível que comienza en Nueva York el 23 de septiembre. Ha sido precisamente en Nueva York donde la convocatoria ha congregado la mayor cantidad de gente: decenas de miles de personas desfilaron por las calles de Manhattan. También en España se han producido concentraciones y marchas en muchas ciudades aunque con menor participación.
La cumbre de jefes de Estado que comienza el día 23 organizada por Naciones Unidas busca que los líderes mundiales expresen cuál es su compromiso con el acuciante problema del calentamiento. Se trata de una reunión política, preparatoria de un posible acuerdo mundial que debería firmarse en 2015 en París. Coincide en fechas con la reciente publicación de los últimos datos sobre acumulación de gases de efecto invernadero: en el año 2013 se alcanzó un nuevo récord en la concentración de CO2 en la atmósfera, llegando a las 396 ppm de CO2 en la atmósfera.
Desde que en 2009 los jefes de Estado y de Gobierno fracasaron estrepitosamente en la Cumbre de Copenhague, la lucha global contra el cambio climático ha decaído al mismo ritmo al que se hacen visibles los efectos del problema en todos los rincones del Planeta. Las proyecciones ya indican que 2014 batirá nuevamente el récord de temperaturas, y será el año más cálido desde que se tienen registros.
Amenazada la producción de alimentos en un mundo cada vez más poblado, es inexplicable la falta de respuesta política ante el problema del cambio climático. Por fin parece que la ciudadanía ha despertado, y vuelve a salir a la calle para reclamar soluciones frente a la destrucción del Planeta. Y lo hace con especial intensidad en Estados Unidos, un país cuyo gobierno ha sido tradicionalmente reticente a un acuerdo internacional para salvar el clima, y donde el negacionismo climático ha tenido a sus máximos promotores y financiadores.
Ahora ya no valen las excusas habituales para no hacer nada. La gente está reclamando a los líderes políticos un cambio de rumbo, y esta vez no parece que la presión vaya a desaparecer de la agenda tan rapidamente como lo hizo después de Copenhague. Afortunadamente un movimiento civil internacional de protesta contra el cambio climático está tomando fuerza. El movimiento ecologista ha recuperado la calle, y no debe dejarla hasta que haya un compromiso global firme, vinculante y ambicioso para poner cerco al cambio climático.