Las elecciones anticipadas son una mala noticia para quienes apoyaron una moción de censura que dejara atrás los recortes sociales, la represión policial, la falta de independencia judicial, la persecución a refugiados y migrantes, la xenofobia, la homofobia, la misoginia y la aporofobia; el odio a los “otros” que han cultivado y siguen cultivando las derechas.
Estaba claro que la debilidad parlamentaria por la que optó el Partido Socialista era un lastre para el Ejecutivo, y a ese lastre se ha unido, después, la eterna división del Psoe, la presión de los barones más rancios, la obsesión de los poderes fácticos por someter al gobierno, la falta de responsabilidad de una prensa favorable, en buena parte, a la disolución del pacto de izquierdas, los cortocircuitos entre el Psoe y sus aliados, la fractura errejonista, la tensión trifachita, el siempre postergado galimatías catalán, y un vergonzoso juicio a líderes catalanes en el que la fiscalía todavía mantiene el delito de rebelión.
Sin embargo, y aunque todo suma, no se puede negar que han sido los cálculos electorales de unos actores concretos los que han dado el tiro de gracia a esta legislatura. Por una parte, el bloque PP-Cs que, arrastrado por la extrema derecha, ha creído tener una oportunidad electoral, y, por la otra, ERC que lleva pedaleando demasiado tiempo para no caerse. Y esto, aunque es dudoso que el 28 de abril coloque a alguna de estas formaciones en una posición de salida cómoda y holgada.
Vox, el autor intelectual de la jugada reaccionaria, sin responsabilidad directa en la salida de Sánchez, crecerá electoralmente a costa de sus discípulos. Seguramente, quienes pedían elecciones el domingo pasado en la puerta del Sol, no imaginaban que esas elecciones podrían tener lugar antes del 26 de mayo. El tiempo es un agente político si se sabe manejar con astucia, capacidad estratégica y nervios templados.
Si Ciudadanos se contorsionó para hacerse la foto patriótico-dominguera, era porque esperaba tener tiempo para sellar pactos de centro-izquierda, con socialistas, confluencias, nuevos actores políticos o personajes sobrevenidos, que le ayudaran a volver a su supuesto centro-líquido. El pacto andaluz y la manifestación junto a Casado y Abascal no encajaban exactamente en los planes del glamouroso Garicano, ni de quienes, como Valls o Inés Arrimadas, hacen política en Catalunya. Todos confiaban en volver a sus ambigüedades para que se olvidara la foto, pero hay gestos que conviene pensar bien cuando pueden ser los últimos. La foto de las Azores dejó a Aznar congelado en la peor de sus versiones, y estas anticipadas han petrificado a Rivera, junto a Vox y al Partido Popular más radical de su historia. Está claro que para salir de este encuadre va a necesitar mucha ayuda.
Lo cierto es que Ciudadanos ha demostrado tener un pensamiento político muy lineal y simplificado, carente, por completo, de mirada periférica. Su tacticismo ha sido cortoplacista y se ha debatido siempre entre posiciones muy focalizadas y machaconas, como la que mantienen en Catalunya, y declaraciones grandilocuentes de dimensiones panorámicas, como les ha sucedido con Venezuela. La sensación es que a Rivera le falta una mirada lateral y más conexiones con el contexto. Le pilló crudo la moción de censura y ahora le pillará crudo el adelanto electoral.
Por lo demás, el Partido Popular de Casado tiene margen únicamente para decrecer. Santiago Abascal ha sido su mantis religiosa, esos animales solitarios que solo buscan compañía en la época de reproducción; un momento en el que compiten con otros para aparearse a sabiendas de que solo uno logrará reproducirse. No quiero pensar en la campaña de Semana Santa que tienen las derechas por delante, especialmente en el sur de España, mirándose de reojo entre misa y misa, pasión y crucifixión, conscientes de que solo Vox será el cuerpo resurrecto.
El caso de ERC es, evidentemente, muy distinto al del PP o Cs, pero eso no evitará que siga atrapada en la regresión infinita del trilema de Münchhausen. Y como las justificaciones circulares y erráticas no se acomodan bien al formato de las campañas electorales, es probable que ERC tenga que abusar, en abril, de un rosario infinito de pasiones tristes. Las emociones en política son efectivas, desde luego, pero lo son más cuando el imaginario al que apelan no es tan desolador y victimizante.
No digo que ERC no tenga posibilidades de crecer electoralmente, al amparo de la ignominia de los juicios, pero tendrá que explicar por qué ha dejado a sus mártires a los pies de los caballos. Si tras estas elecciones es la derecha la que gana, el 155 será el estado natural de las cosas, sin descartar derivaciones peores, y quedará completamente clausurada la vía del indulto para los presos políticos. Aparte de Puigdemont, que podría seguir siendo presidente de la República catalana en el exilio, no veo quién más puede apreciar ventaja alguna en semejante situación. Y esto sin contar con un relato en el que tiene que combinarse la reivindicación del espíritu nacional con una enmienda que ha dinamitado una gran oportunidad para Catalunya. Para quienes mueren en listas de espera, no reciben ayudas a la dependencia o han de pagar altísimas tasas universitarias, por ejemplo. ERC se lo ha jugado todo a una carta cuando es probable que solo fuera un farol.
En fin, parece claro que los que querían elecciones no las querían antes de mayo, y los que, en nombre de Catalunya, han enmendado los presupuestos generales, tampoco deben estar muy contentos. Solo el 28 de abril sabremos si tanto unos como otros no acaban por llevar en el pecado la penitencia.