Engordar para morir

21 de febrero de 2022 22:49 h

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Solo ante el peligro. Sin liderazgo social, sin apenas apoyos mediáticos, con los territorios en pie de guerra y con el partido abierto en canal. Pablo Casado ha decidido atrincherarse en la calle Génova. No dimite. Ni él ni Teodoro García Egea. Gana tiempo con la convocatoria para el lunes próximo de la Junta Directiva Nacional, máximo órgano entre congresos, y confía en una futura imputación de Isabel Díaz Ayuso por las comisiones que cobró su hermano de contratos adjudicados por la Administración regional a la empresa de un amigo de la familia. 

“Han perdido la cabeza. No tienen madurez, ni nivel. Solo testosterona”, lamenta un presidente autonómico. Casado se atornilla al sillón de la séptima de Génova, pese a que su Comité de Dirección no secundó de forma unánime sus posiciones y hubo quien le sugirió que dejara paso a una opción de consenso. También se negó a sacrificar a su número dos, Teodoro García Egea. El cisma ha fracturado igualmente a los Grupos Parlamentarios en el Congreso y en el Senado. “Y reventará todo el partido”, augura un barón que el pasado fin de semana le pidió que diera un paso al lado, después de haber perdido la simpatía de la militancia y no contar con el respaldo tampoco de las estructuras territoriales.

La guerra entre Casado y Ayuso ha sumido al PP en la mayor crisis que se recuerda en la derecha española desde que Fraga se plantó en Madrid para echar a Hernández Mancha en los tiempos de Alianza Popular. Y, aunque su presidente haya decidido hacer caso omiso de quienes le pedían la convocatoria urgente de un congreso extraordinario, y pueda mantener prietas las filas en la Junta Directiva -donde aún cree que cuenta con una mayoría de fieles-, lo que ha sembrado es un panorama de caos y desgobierno como no se recordaba.

“Puedes reunir el voto de 50, 60 o 70 fieles, pero qué pasará cuando te presentes a unas elecciones. La gente no te quiere y, por atornillarte a una silla, vas a llevarte por delante el partido”, le espetó la mañana del lunes uno de los presidentes autonómicos de los que trató de convencerlo de su salida inmediata de Génova.

Tan seguro está de transitar por el lado bueno de esta historia que ni el acuerdo entre Feijóo, Ayuso, Moreno Bonilla y Mañueco para forzar un congreso extraordinario le ha amilanado. La decisión ha dejado perplejos a propios y extraños y ha provocado un fuerte malestar en las estructuras territoriales, donde ya ven más cerca que nunca el sorpaso de Vox: “Más que gasolina, le estamos dando energía nuclear a Abascal”. 

A lo único que Casado accedió ante su núcleo duro fue a que en el orden del día de la Junta Directiva del próximo lunes estará la convocatoria del congreso que le reclaman para marzo, pero para el que Génova aún no ha puesto fecha. Si no lo hace, la mitad de su Comité de Dirección ha amenazado con dimitir. Entre ellos, los tres portavoces -Cuca Gamarra, Javier Maroto y Dolors Montserrat-, además de otros vicesecretarios generales. La mayoría quiere que en el cónclave solo haya una candidatura única y todo el mundo mira hacia el gallego Alberto Núñez Feijóo, que esta vez sí parece dispuesto a desmentir al refranero y demostrar que los trenes sí pasan dos veces en la vida. Si es así, lo que ha hecho Casado no es más que engordar para morir. La única duda ya es si expirará en días o en meses. Bueno hay una más, y es qué pasará si Ayuso, que hoy se cree vencedora de esta guerra, es imputada dentro de unos meses por la Justicia. ¿Qué dirán entonces los de Sol? Ella tampoco sale indemne de esta crisis. Está bajo sospecha y así seguirá, pese a su alianza de conveniencia con Feijóo para acabar con quien fue su mentor.