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Fernando Simón y la nueva masculinidad

Fernando Simón.

Ana Requena Aguilar

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Fernando Simón se ha convertido en el tipo amable que se cuela en casa cada día para hablarnos de la pandemia. El experto es un fenómeno fan pandémico del que se hacen memes, chistes y canciones. Claridad, calidez, cercanía, calma, mesura. Puede que Fernando Simón se esté convirtiendo en un icono de la nueva masculinidad o, más bien, en la prueba de que la masculinidad puede expresarse de otra manera.

Hay un factor que ha ayudado a que las cualidades de Simón sorprendan y agraden aún más: su contraposición a las figuras de autoridad que durante las primeras semanas participaban en las ruedas de prensa diarias. Los responsables de la Policía Nacional, la Guardia Civil y las Fuerzas Armadas comparecían cada día al lado del experto y performaban el ejemplo más clásico de masculinidad y autoridad. Caras de una seriedad casi impostada, enfadada a veces, tonos engolados, dureza en las frases y en la expresión no verbal.

A este despliegue se añadía un lenguaje bélico que parecía responder más a la necesidad de justificar la presencia de uniformados que al anhelo de la población de sentirse cuidada y debidamente informada. Hasta los uniformes hacían que nos fijáramos más en aquel tipo de jerseys y camisas estándar que simplemente salía a contar lo que sabía.

Lo que probablemente sorprende de Simón es la falta de arrogancia. Es un experto que, frente al lenguaje bélico, a las maneras duras y a la condescendencia, frente al estereotipo del sabiondo, maneja códigos opuestos. Despliega conocimiento, pero con humildad, reconoce errores o, al menos, la posibilidad de tenerlos, utiliza un lenguaje cuidadoso que deja a un lado la competición. En suma, no escuchamos a alguien que busca reforzarse mediante formas expansivas o que quiere demostrar todo lo que sabe sin importar lo demás, sino a un hombre que cuenta y responde, con sus aciertos y sus errores.

“Entiendo perfectamente las necesidades de información y poquito a poco voy aprendiendo cómo funciona lo que se publica, lo que no se publica. Pero me va a perdonar el periodista, creo que hace un flaco favor a España hablando de suspender o no suspender en este proceso. En este proceso vamos juntos y, si suspende uno, suspendemos todos. Tenemos que tener cuidado con algunas de las expresiones que usamos, nadie ha suspendido, todas las comunidades autónomas, todos los servicios de salud han hecho un trabajo excepcional”, decía en una de las últimas ruedas de prensa en el mismo tono suave de siempre. En su afirmación mostraba empatía y reconocía aprendizaje. También reprendía a un periodista, pero lo hacía sin perder las formas y para reconducir la conversación del terreno de la competencia al de la cooperación.

En suma, es lo opuesto a la masculinidad a la que solemos asistir. La masculinidad rehúye la humillación y reconocer aprendizaje o mostrar empatía y humildad es entendido muchas veces como tal. La virilidad tradicional se construye sobre las formas agresivas, la competición y la necesidad de quedar por encima de tus interlocutores. También sobre la explicación permanente a otros entendida como la certeza de que el conocimiento y la palabra propia siempre es pertinente y no necesita de los demás. A Simón le escuchamos casi con la sensación de que a él también le interesaría escucharnos.

Así que, en medio de esta pandemia, asistimos a una forma distinta de ejercer públicamente la masculinidad. Ojalá cunda el ejemplo y tengamos más 'simones' y menos 'señoros'.

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