La única acción verdaderamente contranatural es actuar contra la naturaleza. Por eso una de las peores acciones contranaturales que puede cometer un responsable político es legislar en contra del medio ambiente para favorecer intereses particulares o en beneficio propio.
Contranatural es ejercer la autoridad para debilitar a la naturaleza y que deje de convertirse en un obstáculo para las actividades especulativas. Contranatural es causar daño a nuestro entorno a sabiendas, aunque sea por vía indirecta, y mostrar un absoluto desdén por sus consecuencias cuando se hacen evidentes.
Es contranatural promover o facilitar la acción de los que agreden a la naturaleza, estimular las actividades que generan un fuerte impacto ambiental, desatender las directivas comunitarias que obligan a proteger y cuidar la naturaleza y el medio ambiente. Y todo eso ha sido una práctica demasiado habitual en algunos ministerios durante la última legislatura. Por eso somos muchos los que la hemos vivido como una auténtica pesadilla, como el argumento de una de esas famosas novelas negras escandinavas en las que todavía no está pasando lo peor cuando piensas que eso es lo peor.
En el último Gobierno de España ha habido demasiados responsables ministeriales que no amaban a la naturaleza, de ahí que en ocasiones la acción de gobierno se haya ejercido desde el desprecio hacia ella. Y eso, además de generar un nivel de cabreo mayúsculo en los que amamos la naturaleza como lo que es, nuestra propia madre, ha causado un profundo sentimiento de desconfianza en las instituciones y en la política que va a ser difícil de superar.
Por eso hay muchos a los que, cansados de tanto asedio al medio ambiente desde el ejercicio del poder, les mosquea que los nuevos representantes políticos lleven ya varias semanas ejerciendo su actividad parlamentaria como cargos electos sin mover ficha en dirección contraria, sin empezar a reparar la nefasta gestión medioambiental del gobierno saliente.
Sin embargo sí que están empezando a pasar cosas. Pese a que el sentimiento de desconfianza ha calado hondo en el ánimo de la mayoría, lo cierto es que hay que tener motivos para la esperanza, porque ya están llegando las primeras acciones de respuesta.
Me refiero a la que ha llevado a cabo esta misma semana el portavoz de Equo y diputado de Podemos por Álava, Juantxo López de Uralde, al presentar en el Registro del Congreso de los Diputados dos proposiciones no de ley para tratar de paralizar los últimos coletazos del Gobierno que nunca amó a la naturaleza, sus últimos zarpazos (a menudo los más peligrosos porque nadie los espera) antes de caer al oscuro foso de la historia.
Se trata de las dos primeras iniciativas parlamentarias de esta legislatura en defensa del medio ambiente: una para evitar la reapertura 'in extremis' de la central nuclear de Garoña que intenta perpetrar el gobierno en funciones del PP, y otra para iniciar la derogación del Decreto Ley de autoconsumo que, mediante cláusulas tan tristes como el famoso impuesto al sol, ha desincentivado la producción y el consumo de energía renovable en nuestro país.
El desánimo está justificado, pero empiezan a darse los primeros motivos para la esperanza. Va a ser difícil recuperarla. Nuestro gran Saramago dijo que finalmente es lo único que nos queda: pues agarrémonos a ella. Sería injusto no dar valor a estos primeros intentos de revertir la situación y empezar a reparar el daño causado por el gobierno que no amaba a la naturaleza.