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He leído 16.000 mensajes del chat de Alvise y he llegado a esta conclusión

El eurodiputado Luis 'Alvise' Pérez.

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Desde que este diario publicara el otro día los audios de Alvise con el CEO de CryptoSpain en los que se muestra cómo el eurodiputado ofreció legislar a favor del sector del bitcoin a cambio de una financiación en metálico de su campaña para las elecciones europeas, he estado leyendo el grupo de Telegram en el que sus seguidores comentan, por decir algo, las noticias –por decir algo también– y la actualidad que va posteando el ex asesor de Toni Cantó. El titular es fake: he leído muchísimo más que 16.000 mensajes. 

Hay un fantasma que ha recorrido durante años los sketches televisivos, los grupos de WhatsApp, las cenas de nochebuena o las conversaciones estériles frente a la máquina de café de la oficina. Un fantasma que se manifiesta cada vez que aparece la palabra ‘política’ en una conversación que no es de política, que va aparejado de lugares comunes, premisas sin chistes, debates en los que todos se dan la razón entre sí. Ese fantasma no tiene nombre ni forma, pero su sombra proyecta la del hombre común, la persona normal hecha a sí misma, que madruga, paga sus impuestos a regañadientes y resopla al mirar las noticias; que no entiende los mecanismos más básicos del Estado, excepto los que tienen que ver con las fuerzas y cuerpos de seguridad, a los que profesa una admiración sin límites; que critica al funcionariado más por envidia que por convicción, dividiéndolos en chupópteros inútiles o una especie de Men in Black cuyo único objetivo es asegurarse de parasitar tu nómina para financiar mariscadas; en definitiva, proyectan la forma del ciudadano librepensante que practica un cinismo autoconsciente determinado a acabar con la expresión que acuñó Carol Hanisch de que lo personal es político.

Muy pocos minutos después de la publicación del vídeo en el que confiesa haber cobrado sin facturar 100.000 euros, la avalancha habitual de mensajes se multiplicó por mil. La defensa del sevillano se ha basado en la lógica de que si no pagaba IVA era por ahorrarse el dinero para no tener que cobrar del erario público y así poder seguir sorteando su sueldo. A muchos les ha valido el argumento de Alvise: defraudar a Hacienda es más legítimo que cobrar un sueldo público. Después de tanto bukelismo, de tanta charanga microfonada y de tanto bulo, la verdad, esperaba una excusa mejor elaborada, pero la clave de su éxito es precisamente la improvisación constante –y confiar en que el Dunning-Kruger de sus seguidores mantenga intacta su posición de poder–.

A pesar de que en el chat hay una restricción en la cadencia del envío de mensajes, el goteo de la conversación es continuo: discusiones, excusas, oslodijes y losabías, insultos a Alvise, a Pedro Sánchez –nunca puede faltar–, acusaciones de traición de unos a otros; leer ese chat era como estar metido por un minuto en la mente de Hermann Tertsch con la ventaja de que uno puede salir cuando quiera. Mi favorito ha sido uno que decía: “A mí 100.000 euros de nada me parecen pocos si son para luchar contra el socialcomunismo”. Otros dos han empezado a discutir sobre criptomonedas –uno decía haber ganado no sé cuánto y al otro le parecía poco– y, a rasgos generales, no estaba siendo muy distinto de leer cualquier hilo de Forocoches. 

Se Acabó La Fiesta es una agrupación política de alérgicos a la política que marchan al paso de un tejedor de distopías orwellianas caricaturizado de sí mismo. SALF es el enésimo esquema Ponzi para gente que cree prioritario que el colegio te enseñe a hacer la declaración de la renta, pero que al mismo tiempo reniega de los impuestos; y es el enésimo esquema Ponzi que se han comido con patatas. 16.000 mensajes después, enfermo de decrepitud y desaforado de esperanza, llego a la conclusión de que con leer dos o tres hubiera bastado; de que hay mucha gente cabreada por descubrir que Alvise es más idiota de lo que creían; de que a pesar de ello, tiran palante porque pesa más el orgullo que un lastre. Este país necesita un psicólogo.

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