La información sobre las posibles irregularidades en la forma en que la ministra Carmen Montón cursó y obtuvo el título de máster en el ya tristemente famoso Instituto de la Universidad Rey Juan Carlos dirigido por el profesor Enrique Álvarez Conde se ha conocido este mismo lunes. Dicha información no cuenta por tanto aún con la fiabilidad judicial que sí tienen las que los mismos periodistas de eldiario.es han transmitido en estos últimos meses sobre los másteres de Cristina Cifuentes y Pablo Casado. En estos últimos no estamos ya ante una información periodística exclusivamente, sino que dicha información se ha visto confirmada en la investigación judicial que se puso en marcha a raíz de su publicación. Las más de cincuenta páginas de la Exposición Razonada dirigida por la jueza Carmen Rodríguez-Medel al Tribunal Supremo, dada la condición de diputado de Pablo Casado, hablan por sí solas.
En este momento es imposible saber, judicialmente, si es igual la forma en que Carmen Montón ha cursado el máster de la forma en que lo cursaron Cristina Cifuentes y Pablo Casado y demás alumnos VIPS. Todavía no es posible. Pero lo que sí sabemos ya es que su forma de reaccionar ha sido la misma. En esto han sido exactamente iguales.
Y esa forma de reacción, con el añadido del “no todos somos iguales” apunta en una dirección incriminatoria y no exculpatoria. La ministra no tenía necesidad ni debería haber hecho comparación alguna entre su conducta como estudiante del máster y la de Cristina Cifuentes o Pablo Casado. Tiene que limitarse a despejar todas las dudas que se han suscitado como consecuencia de la publicación de la información sobre las circunstancias que han acompañado a la forma en que ha cursado y obtenido el máster. Lo demás sobra. El que lo haya hecho así es un mal indicador.
Esto no tiene nada que ver con la presunción de inocencia, que Pablo Casado en un quite interesado ha sacado a escena esta misma mañana en declaración a una emisora de radio, que ahora mismo no recuerdo. Nadie le está pidiendo a Carmen Montón que demuestre su inocencia, sino que dé una explicación verosímil y, en consecuencia, creíble de su trayectoria como alumna del máster. Para una persona que ocupa un cargo público y un cargo público, además, de la entidad del que ocupa Carmen Montón, esta exigencia de explicación pública es insoslayable. Si está en condiciones de dar esa explicación verosímil y creíble, el incidente generado por la publicación de la noticia este lunes por la mañana será flor de un día. Si no está en condiciones de hacerlo, tendrá que dimitir.
El cierre de filas del Gobierno con la Ministra no solamente está de más, sino que es una equivocación. En este momento el asunto afecta a la ministra y nada más que a la ministra y, además, por una conducta de hace varios años. No tiene nada que ver su ejecutoria como Ministra con la información que se ha publicado hoy y, por tanto, no tiene nada que ver con la acción de gobierno. El Gobierno tiene que esperar a que la ministra de la explicación oportuna y abstenerse de hacer ningún tipo de declaración. No ayuda a la ministra, sino todo lo contrario. Y sobre todo, corre un riesgo innecesario. Si la ministra es capaz de dar la explicación, no pasa nada. Si no es capaz de darla, se tendrá que ir y punto. El Gobierno no debe convertir un asunto que atañe a la ministra exclusivamente en un asunto propio.
La forma de reacción ante la publicación de la noticia tanto por parte de la ministra como por parte del Gobierno huele a “vieja política”. Así es como se ha venido reaccionando en todos los asuntos de corrupción a lo largo de los últimos decenios. Y este, si se acaba confirmando la información, es un asunto de corrupción.
Tal como está el patio, no puede quedar la más mínima duda.