Sé que muchas y muchos se encuentran en mi lugar. Y se desesperan. No hay para menos. En medio de esta tragedia mundial en la que no todas las personas tendremos los mismos derechos, ahora que tantas personas están perdiendo sus trabajos, que hay cientos de miles de ERE, viviendo en la incertidumbre y una perspectiva de futura tan borrosa. Ahora que hay quien está haciendo malabarismos para salvar situaciones que ya eran precarias y que hay tanta gente olvidada. Justo ahora, cuando nos está pasando todo esto y muchas de nosotras, de nosotros, estamos buscando un lugar nuevo desde el que entenderlo todo. Ahora. Las aseguradoras son más aseguradoras que nunca. Tremendas.
Hace 14 meses perdí un familiar cercano. De hecho, he perdido tres en estos últimos tiempos. Una tragedia tras otra. Pero la primera muerte ha generado además de la tristeza y el vacío un sin propósito de papeles que debería estar, desde cero, resuelto de otro modo. Ahora más que nunca. Cuando sumada a la situación personal de cada una, vivimos rodeadas de tanta, tanta muerte. Es un número espantoso, pero llevamos 70.000 muertas y muertos. Son números de guerra, de dictadura, de exterminio. Es un número inconmensurable que no logramos entender. Y tal y como contó la Universidad de Juárez, pensando en la guerra de México, cada víctima afecta, íntimamente, a 10 personas más; colateralmente y de forma profunda, a unas 25.
Hagamos los números del horror: 70.000 personas son 700.000 afectadas íntimamente y 1.750.000 personas profundamente tocadas por la muerte de un ser querido. Más tres millones de contagios. El número es incomprensible. Absolutamente. Y ninguna de nosotras, de nosotros, estaba preparada para resistir a un momento así. Como siempre, lo que más asco nos produce es quien se está lucrando con nuestra tristeza. Y creo que se habla poco, realmente muy poco, del negocio impune de las aseguradoras bancarias. Las impunes aseguradoras bancarias. De mis tres muertos tan tristes he hecho muchos trámites. En la funeraria vendieron sus datos para páginas web de lutos que nadie ha pedido y que hemos tenido que solicitar que descuelguen de la red. Para mis tres muertos sólo dos personas me han dado el pésame cuando he llamado para hacer un trámite. A mis muertos la burocracia del capital los llama ‘siniestros’. No les importa la cercanía ni les importa el dolor. Son números que no multiplican por personas entristecidas sino por dinero. Y están haciendo una fortuna.
Les cuento. Después de trámites y pagos y trámites y pagos y aguantar llamadas y llamadas en las que nadie te dice un 'lo siento' para acompañarte y las muestras de sensibilidad y humanidad, tan frecuentes en los hospitales y centros sanitarios, son nulos en las instancias burocrácticas. Incluso se ofenden si después de decir “se ha muerto mi…” dejas un silencio esperando el pésame. No escuchan. Están contando beneficios. Y de verdad, si hacemos números, son inmensos, desproporcionados, abusivos e impunes. Lo sé porque he tenido que hacer trámites en bancos que habían contratado seguros para créditos de las personas difuntas, hipotecas de las personas difuntas, deudas de las personas difuntas… insisto: personas y difuntas. En 70.000 casos si sólo contamos las víctimas de COVID. De modo que hay 70.000 familias que han vivido algo similar a lo que he vivido yo, que llevo 14 meses esperando que Bankia cierre una cuenta de mi familiar mientras he seguido pagando un crédito que mi familiar tenía abierto pero con un seguro de vida. ¿Puedo cancelar la cuenta? No, porque se debe dinero a la aseguradora. ¿Puedo cobrar el seguro de vida de la aseguradora? No. Lo saben los centros asistenciales donde vas a pedir documentación, los hospitales privados y la administración: ¿Qué, no os pagan el seguro que tenía tu…, no? Pues no. No sólo no nos pagan el seguro sino que a mi… lo llaman siniestro, 14 meses de agonía burocrática les parecen 14 meses de beneficios y sus respuestas son propias de autómatas. Mapfre Vida Bankia no nos dice nada, me explican cuando se dignan a ponerse al teléfono. Y digo cuando se dignan porque han estado meses sin contestarnos y cuando lo hicieron llegaron a decir cosas como “que venga tu…” y ante mi sorpresa y mi reacción: “pero si ha muerto”, su única contestación posible fue: “pues que venga quien sea, no importa”. No. Ya he entendido que no les importa.
Un gran amigo abogado me sugiere dejarlo correr, que es lo que hace alrededor del 60% de familias porque no tienen la fuerza para pasar por un duelo íntimo y una tortura burocrática. Pero yo no quiero rendirme. No quiero que mi… quede como deudor en ningún sitio porque nunca lo fue en vida. Quiero que se respeten sus derechos como difunto igual que se le tenían que respetar en vida. Quiero cerrar el círculo para cerrar la peor parte del duelo. Pero Bankia y Mapfre no me dejan y no se inmutan. Y yo hablo de dos, pero son todos. Las aseguradoras bancarias se están forrando gracias al cansancio y la tristeza de tantas, tantísimas familias que están perdiendo a sus familiares. Ellos, ellas, salen ganando. La gente se cansa y gana la banca. Impunemente y con el dolor irreparable de la ausencia, sigue ganando la banca. ¿Y quien les reclama qué? Nadie, estamos demasiado ocupadas para entender el calvario por el que transitan, en silencio, miles de familias de este país para que se haga justicia con sus difuntos, para recuperar el dinero que les corresponde y para que les hablen con respeto. Ya te cansarás, me dicen. Qué va. Se lo acabarán quedando todo. Para nada. Hace 14 meses que les exijo una respuesta mínimamente solidaria. Me contengo, créanme que me contengo, para no ir a decirles lo que se merecen escuchar. No les permitiré que ensucien nuestro duelo con su avaricia. De modo que semana tras semana les mando una factura de mis honorarios por estar haciendo el trabajo que tendrían que hacer ellos. ¿Sirve de algo? Hay quien diría que no. Yo creo que la dignidad va antes. La nuestra y la de nuestras muertas, nuestros muertos. Y conste que dije Bankia y Mafre; sumen sus voces a este escrito en los comentarios. Que al menos sepan que lo sabemos. Y descansen nuestros muertos y muertas en paz.