Se cierran las listas electorales y, lo que antes era excepción, se ha convertido en la norma generalizada. Siempre algún partido recurría a algún fichaje “estrella” que arrastrase a votantes indecisos por su prestigio, el respeto que generaba, valentía, etc. O a lo mejor es que éramos más inocentes, porque luego algunos de esos fichaje al final salían rana.
Toreros, presentadores, tertulianos… Incluso Abascal ha puesto a su madre y a su hermana en las listas. A nadie parece preocuparle la preparación y formación de quienes son candidatos a ocupar los escaños del Congreso o del Senado. Todavía me acuerdo cómo me extrañaba que un electricista, Corcuera, hubiese llegado a ministro de Interior. Porque en mi casa para ser alguien tenías que tener una carrera. Se daba por hecho. Claro que luego nos hemos enterado de que a según quién le regalan los títulos y los másteres. Y así nos va. Uno nos cuenta a las mujeres qué es un embarazo, y otro nos dice que está fatal abortar después de nacido el niño. O no se aclaran con la geografía en los carteles ya en precampaña.
A este paso el hemiciclo va a parecer un plató de esos realities políticos que ahora dan a todas horas en la tele. La política como si fuese un partido de fútbol siempre decisivo. Quizás podremos ver encendidos debates entre diputados-as del PACMA contra los toreros, que parece que cargan a la derecha. O los partidarios de una grande y libre contra los federalistas como si fuese un sábado en La Sexta Noche. Y a la espera de la nueva temporada del Ministerio del Tiempo, se quiere resucitar el espíritu de la transición, a través del hijo mayor del que fue su caballero. Quieren que el Cid les haga ganar después de muerto. Aunque en su momento los padres de ese partido fueron parte activa de su destierro.
Lo que pasa es que como los reyes, y en cualquier familia, nadie asegura que de un padre listo, o hábil, o astuto (pongan aquí lo que quiera) no nos vaya a salir un hijo tonto. En España sabemos mucho de eso, de hijos tontos al mando, quiero decir. Triste un país que tiene como frase definitoria aquella de “qué buen vasallo si tuviera buen señor”. Pues tampoco seremos tan buenos si a lo largo de la historia no nos hemos quitado este sambenito de encima. Y paro ya con el rescate histórico que sólo faltaba sacar a Hernán Cortés y la conquista de América.
La política se infantiliza y se enreda en las redes sociales y los platós. Y mientras, en la calle los niños, los jóvenes, las y los estudiantes toman las riendas de la agenda política del futuro: ecología e igualdad. Tomemos nota, porque los medios también estamos todavía con el foco puesto en algunos lodazales y despachos asfixiantes. Y son los más jóvenes los que nos están dando la lección y pasándonos la manita por la cara. Ojalá no dejen de hacerlo.