“Hay grasa por todas partes”, ha dicho Juan Rosell refiriéndose a la Administración pública. Un presidente de la patronal que tiene a su antecesor en la cárcel acusado de chorizo debería hablar con menos desparpajo sobre el exceso de grasa y sus posibles soluciones.
Su grosería, que es una manifestación de su atocinamiento, pone de manifiesto que la Transición —esa cosa que fue imprescindible y ahora ya resulta insuficiente— ni siquiera ha pasado por la Patronal española.
Como señala Jorge Verstrynge, nuestros empresarios están muy lejos de ser empresarios civilizados y patriotas. Son un subproducto de la derecha empresarial europea. Al poco de empezar la crisis, la patronal francesa se puso a las órdenes del Presidente de la República dispuesta si era preciso a pagar más impuestos.
¿Alguien se imagina a Juan Rosell pidiendo para los suyos un tipo impositivo mayor o comprometiéndose a invertir en mano de obra una parte de sus márgenes de beneficios? ¿Alguien lo imagina siquiera pidiendo más medios para luchar contra el fraude fiscal? A don Rosell y a muchos de su representados el futuro del país les interesa en la medida en que este facilita o perjudica su propia prosperidad.
Hay que salir en tromba cada vez que un caradura saque los pies del tiesto. Hay que desenmascarar su burda estrategia: que el trabajo deje de ser un derecho y se convierta en un lujo, para que la gente desesperada acepte sin rechistar bajadas brutales de sueldo y pérdida de derechos fundamentales. Ese es el único horizonte económico e intelectual del actual presidente de la CEOE.
¿Que hay fraude en la Seguridad Social? Seguramente. ¿Qué hay gente que figura como parada y que tiene alguna chapucilla por ahí? Seguramente. ¿Que hay funcionarios que no pegan un palo al agua? Seguramente.
Pero ni la crisis económica ha sido provocada por el parado que cobra el desempleo y hace de vez en cuando algún trabajo; ni se va a arreglar reduciendo maestros, médicos, bomberos, policías, jueces, fiscales, científicos y bibliotecarios. Ni siquiera se va a arreglar reduciendo el número de auxiliares administrativos, que tanto parecen molestar a Rosell, ni limitando los paquetes de folios.
La crisis económica la provocaron los bancos y los empresarios del ladrillo, esos a los que don Rosell representa. Y si este desaguisado provocado por ellos tiene alguna solución no es despidiendo funcionarios —por muy vagos que sean—, sino persiguiendo con seriedad el fraude fiscal masivo que llevan a cabo —a juzgar por el comportamiento de su antecesor en el cargo— buena parte de los empresarios afiliados a la CEOE.