En cualquier país europeo el titular unánime en los medios de comunicación habría sido sencillo: “¿Por qué no se hizo antes?”. En cualquier país europeo salvo en uno: el único que no ha renegado oficialmente de su pasado fascista. España sigue siendo diferente y por ello una decisión tan aparentemente indiscutible como es acabar con un símbolo de la dictadura franquista sigue provocando polémicas, informaciones ambiguas y mucha confusión. Son muchas las lecciones que podemos extraer de los sucesos que han rodeado la retirada de la cruz franquista de La Vall d’Uixó. Son importantes, pero no son diferentes a las que aprendimos tras la eliminación de otros símbolos similares en lugares como Callosa de Segura o con el intento de acabar, en ciudades como Madrid o Alicante, con las calles que aún hoy recuerdan a asesinos, golpistas y criminales de guerra.
Lección nº 1. La principal responsabilidad es hoy del PP y empieza a ser también de Ciudadanos.
El partido que todavía lidera Mariano Rajoy nació en marzo de 1977 bajo las siglas de Alianza Popular. El titular de Diario 16 tras el cónclave fundacional de la formación no deja lugar a dudas sobre cuáles eran sus orígenes ideológicos: “Neofranquistas entusiasmados celebraron su primer congreso” “Gritos de «Franco, Franco, Franco» de 3.000 fervorosos congresistas”, se podía leer en la portada de ese periódico.
Han pasado cuatro décadas y el actual PP, obviamente, no es el mismo que el que creó aquel Manuel Fraga que se paseaba por España con unos llamativos tirantes rojigualdas. Hoy en día a los hombres y las mujeres del partido de la gaviota les ofende que se les llame franquistas. Pocas dudas quedan sobre que originalmente su formación política sí lo era… y las que todavía existen sobre si lo sigue siendo las generan ellos mismos con sus actos. En La Vall d’Uixó eran los concejales y dirigentes locales y provinciales del PP los que jaleaban al centenar de vecinos que se oponían al derribo de la cruz franquista. En Callosa, en Madrid, en Alicante y en casi toda la geografía nacional son sus cargos institucionales los que pelean para que se mantenga la simbología que ensalza la dictadura. En el municipio asturiano de Cangas de Onís, el alcalde del Partido Popular llegó a coquetear hace una semana con el nazismo al negarse a erigir un monolito en memoria de los dos vecinos de esa localidad que fueron asesinados en los campos de concentración de Hitler. Ninguno de estos comportamientos antidemocráticos han sido condenados o corregidos por quienes aún mandan en Génova.
Este “dejar hacer” no es casual. El PP vive prisionero de una contradicción permanente: por un lado trata de dar una imagen de derecha abierta y europea; pero, por otro, no quiere perder los votos de los nostálgicos del franquismo ni de la nueva ultraderecha. Y en esta misma trampa está cayendo ya Ciudadanos. Albert Rivera tiene delante de él una oportunidad histórica: ser el primer partido conservador español cuyos líderes no surgen del franquismo. Los movimientos en estos años de la formación naranja no son, sin embargo, muy esperanzadores. Su veletismo ideológico, movido por el caprichoso viento de las encuestas, le han situado en algunos temas a la derecha del Partido Popular. Su obsesión por no perder un solo voto le han llevado a clonar la posición cómplice que el PP mantiene respecto al franquismo. En La Vall d’Uixó, como antes había hecho en muchos otros puntos de nuestro país, Ciudadanos se unió a los populares para defender la integridad del símbolo franquista. Esta actitud, unida a sus buenas perspectivas electorales, está animando a militantes y simpatizantes de Vox y de Falange a intentar integrarse en las próximas candidaturas municipales del partido naranja. Si Rivera y los suyos no lo impiden, sus listas electorales estarán trufadas de ultras.
Lección nº 2. PSOE sin complejos Vs PSOE acomplejado.
Desde la transición hasta hoy el PSOE tiene también una enorme responsabilidad en que estemos como estamos. Durante los 15 años que pasó en la Moncloa, Felipe González prefirió mirar para otro lado mientras se perpetuaba el relato franquista de lo ocurrido entre 1931 y 1975 y se humillaba a las víctimas de la dictadura. Zapatero, años más tarde, aparcó muy pronto sus buenas intenciones iniciales y parió una Ley de Memoria Histórica ambigua, poco clara y tan insuficiente que apenas resolvió nada. Esa Ley es el mejor símbolo de un PSOE que ha afrontado este asunto con cobardía y muy acomplejado. Una cobardía y un complejo que se mantiene hasta nuestros días y que tiene actualmente su mejor reflejo en la actitud del alcalde socialista de Fuente Álamo. Las presiones y las amenazas de la Falange local, secundadas por el PP y Ciudadanos, hacen que Antonio García Conesa esté permitiendo que el instituto de ese municipio, desoyendo incluso la petición del consejo escolar, siga llevando el nombre de José Antonio, en honor al fundador del partido fascista español.
Frente a ese PSOE hay otro sector que desde la misma muerte de Franco trabajó para intentar eliminar la simbología y el relato franquista. Hoy sus herederos son personas como la alcaldesa y el alcalde La Vall d’Uixó y de Callosa de Segura. Si bien siempre han representado el sentir mayor de la militancia y de los votantes socialistas, sus legítimos deseos nunca han sido recogidos por la dirección acomodada en Ferraz.
Lección nº 3. La importancia de los llamados “gobiernos del cambio”.
Este resurgir de la lucha por la Memoria Histórica sería imposible sin la fuerza electoral de Unidos Podemos, sus confluencias y otras fuerzas de izquierda como Compromís. Lo ocurrido en estos días en La Vall d’Uixó no se entenderá completamente si no recordamos que este municipio tuvo alcaldes socialistas o comunistas durante, nada menos, que 18 años. Más de tres lustros en los que no hubo voluntad política desde la izquierda para liquidar la simbología franquista. Han tenido que surgir nuevos partidos progresistas, desvinculados de las ataduras que los golpistas impusieron durante la transición, para empujar al PSOE a aprobar esta asignatura que nuestra democracia tiene pendiente desde hace 40 años.
Lección nº 4. Así se hacen las cosas.
Judíos, demócratas, resistentes y, en general, todos aquellos que sufrieron la crueldad del fascismo en los años 30 y 40 siempre nos lo han advertido: “A la bestia no se la puede apaciguar; o se la derrota o te aniquila”. La derrota de cualquier totalitarismo tiene que llegar desde la pedagogía, la razón y la determinación. Hay que enseñar Historia en las escuelas, divulgar valores democráticos desde los medios de comunicación y actuar desde los poderes políticos. Eliminar la cruz franquista de La Vall d’Uixó no debería ser nada extraordinario. Acabar con símbolos fascistas es lo normal, lo lógico, lo que en el resto de Europa hicieron hace ya 75 años. Lo anormal, lo atípico en este mundo, en este año 2018 es que todavía no se haya llevado a cabo en el resto de localidades españolas.
El gobierno municipal de La Vall, como antes el de Callosa de Segura han hecho las cosas como el Dios Democracia manda: con la ley en la mano, con decisión y haciendo frente a las amenazas de la ultraderecha. Dentro de unos pocos días ya nadie, salvo un irrelevante grupo de viejos o nuevos camisas azules, se acordará de la puñetera cruz. Misión democrática cumplida.
Lección nº 5. Los medios de comunicación a por uvas.
La asepsia con que la mayor parte de los medios de comunicación aborda estos temas es descorazonadora. No hablo de los diarios, las radios y las televisiones que siguen la estrategia filofranquista del PP, sino de los medios, llamémosles, serios. Solo la falta de conocimientos históricos y de cultura democrática en no pocos periodistas explica las cosas que hemos tenido que oír estos días. Informaciones neutras en las que se daba voz sin filtro a los ultras que protestaban contra el derribo y se les presentaba como “los vecinos del pueblo”. Si hoy la profesión periodística se escandalizaría de la insensibilidad con que hasta hace bien poco abordábamos el tema de la violencia machista, dentro de unos años estoy convencido de que los futuros informadores se sonrojarán al bucear en la videoteca y comprobar la equiparación entre víctimas y verdugos, entre franquistas y demócratas, que difundían los periodistas en las primeras décadas del siglo XXI.
Y unos sencillos consejos para acabar realizados desde la humildad:
1.- Alcaldes, concejales y políticos en general: Dediquen unos días a estudiar ese capítulo de Historia que no les enseñaron en el colegio.
2.- Estimados colegas periodistas: Documéntense antes de informar sobre estos temas tan delicados en los que se juega con la memoria de centenares de miles de víctimas.
3.- Señores de las nuevas fuerzas progresistas: Sigan así.
4.- Señores del PSOE y especialmente señor Pedro Sánchez: Deje a un lado los complejos, ignore los consejos de los dirigentes del Jurásico y los falsos cálculos electorales. Acabar con la simbología franquista y combatir el relato histórico fabricado por los herederos de la dictadura no solo es una obligación democrática, sino que es… lo normal. Lo normal que ya ocurrió en el resto de Europa después de 1945. Lo que no es normal, no nos equivoquemos, son las cosas que siguen ocurriendo en nuestro país.
5.- Señores del PP y de Ciudadanos. Si no quieren que se les tache de franquistas, lo tienen muy pero que muy fácil: dejen de defender el franquismo.