Después de tres años de tratarlos me levanto preguntándome si los políticos leen algo más que los titulares que les afectan directamente en los medios de comunicación. ¿Leen? ¿Han vuelto a leer a Platón? ¿Leen a nuestros autores? La literatura contemporánea les grita pero no abren su portada. Faltan chinchetas para clavar en sus paredes el grito de la literatura que sangra por sus páginas, las de nuestra vida.
Las novelas de nuestros días están plagadas de mensajes dirigidos a corregir la acción política errónea: me sorprendió Vicent, cuando entre sus páginas contaba la boda de la hija de Aznar y Botella en tono de parodia; me reí sin poder evitarlo aunque también la había leído en la novela de Boris Izaguirre. En ambos casos, la visión era muy crítica, mordaz, y los dos dibujaban la exageración, la ostentación, la desvergüeñza de quienes ejercían el poder y su círculo de empresarios y obtenedores más que conseguidores. No era un momento en el que los medios hablaran de corrupción pero sí las novelas.
Muñoz Molina en Todo lo que era sólido mostró todo un período reciente de nuestra historia. Un período del que avergonzarse que afecta especialmente al PSOE aunque no sólo. Me consta que muchos dirigentes del PSOE sí la han leído, pero no sé si la han procesado. Años antes, Antonio Gómez Rufo, había descrito aquella corrupción del PSOE en Bruto: la Leyenda del falso traidor, que me consta que políticos de Izquierda Unida siguen recordando.
Como las operaciones, deja cicatrices esta lectura, algunas internas. Millás nos da que pensar en cada pieza periodística, hasta en sus literarios pies de foto. Rosa Montero está en el activismo. Entrega su columna a las causas, como hace Ruth Toledano. Mientras Maruja Torres sigue siendo la de siempre en sus columnas, con la mecha en el teclado, eso sí, en otro medio. Pero no llevan tanto las causas a las novelas o no las he encontrado en sus novelas recientes.
Dos viñetas muy recientes de Peridis sobre el IVA cultural y de El Roto sobre la destrucción de la ciudad estarán ya pinchadas en las paredes de quienes aún tienen trabajo o en las casa de quienes aún tienen casa pero, ¿y en las paredes de la mente de los que dicen querer gobernar para mejorar las condiciones de vida? ¿Y en las de quienes gobiernan empeorando la vida? Al apagar el despertador, nada mas encender la luz, deberíamos mirar las leyendas de El Roto, su desesperanza en esos personajes de espaldas, la misma que veo en las calles de Orcasur.
Un autor más joven, un autor de la democracia, Andrés Barba, nos cuenta en En presencia de un payaso, más que lo que nos ocurre, lo que nos puede ocurrir mañana, lo que quizá ha empezado a ocurrirnos cuando los políticos más que atender y pensar lo que hacen o lo que hacemos –si es que se me puede considerar como tal en tres años de trabajo– es convertirse en maniquís de la televisión.
Internamente es habitual hablar de si un partido va bien o mal. Y el balance se hace con dos criterios: el clásico, las encuestas y el nuevo, su presencia mediática en cantidad, que no en calidad. Se interpreta que se mejora si se está en cuantos más medios, mejor. Sin entrar a pensar qué pasa por dentro, ¿se ha mejorado algo? ¿Ha cambiado algo?
La presencia, la proyección es el baremo y por eso crea y destruye a cada clic de la red, a cada cambio de canal, a cada página digital o de papel. Ni siquiera vale si te miran porque te odian, porque te insultan, porque eres un payaso, porque están pensando en tiempos de la guillotina. Eso no importa. Lo que cuenta, lo que suma puntos dentro de un partido es que te vean. Como si se estuviera recaudando lo que ingresa un equipo de fútbol en cada plano retransmitido en el mundo.
En estos días de furor televisivo, en los que entre lo más verdadero que se ha colado en la televisión, junto a Wyoming y Évole, es el actor del anuncio de la lotería; más que nunca, es bueno leer: además de un placer; leer ilustra, enseña, muestra y puede sacar del camino a quien llegó aquí pensando que se podían hacer cosas, que se podían cambiar cosas de la vida. Sin pensar que todo lo institucional era de cartón piedra, un decorado, como diría El Roto.
Quiero recomendar la lectura de En presencia de un payayo y dar las gracias a Andrés Barba por su literatura pero también por su grito, cuando dice: “En El banquete de Platón los únicos que se quedan hablando hasta el amanecer son el filósofo y el payaso. O por decirlo de otro modo, los únicos que se toman en serio la vida. Los políticos se habían ido a dormir mucho antes: no les interesaba la vida sino el poder”.
Y a todos de cuantas lecturas salgo con los dedos manchados de tinta, como diría Carmen Martín Gaite. No estáis solos. Alguien os lee. Esperemos que los políticos quieran entenderos.